Pocos sistemas electorales en Sudamérica tienen los niveles de control que tiene el de Venezuela. El votante ingresa al lugar de votación, se registra en el Cuaderno Electoral (apellido y nombre; documento; firma y huella digital); pasa por el registro biométrico; selecciona a su candidata/o; imprime el voto y lo vuelca en la urna. Posteriormente, deben coincidir los números cuantitativos del Cuaderno Electoral con los del registro biométrico, con los votos en la urna y los votos indicados desde la base de datos, enviados en tiempo real por el puesto de votación. Con veedores de 110 países, por cierto. Los millones de venezolanos que emigraron de su país no lo hicieron porque allí exista una dictadura con secuestros. Torturas, asesinatos y desapariciones (como lo padecimos en Argentina; Chile y el resto de Sudamérica, de la mano de EEUU), sino por la canallada del Imperio y sus aliados que - con la única intención de recuperar el petróleo venezolano- llevan aplicando unas 900 sanciones económicas y bloqueos comerciales, además de saquear cuentas que el Estado soberano de Venezuela tenía en el país; expropiar empresas sin pagar un dólar y hasta imponer a un seudopresidente (Guaidó), bajo el sacrosanto manto autoimpuesto de EEUU, como gendarme del mundo. La inteligencia tampoco quiere tomar protagonismo en la oposición venezolana, presentando diez candidatos para ocupar la presidencia, mostrando -una vez más- que carece incluso de un instinto básico de supervivencia. Leyó bien: esta inútil oposición venezolana no se unió detrás de una sola candidatura para dar la batalla electoral, sino que dividió su base electoral en diez, mientras que la base electoral de la Revolución Bolivariana se centró en un único candidato: el presidente reelecto Nicolás Maduro.
Javier Ernesto Guardia Bosñak