Premian en España el documental de un cineasta tucumano

Álvaro Dama dejó la Fuerza Aérea, fue mochilero y a los 26 empezó a estudiar Cine en la Universidad Nacional de Tucumán. Su obra sobre arte callejero ganó un premio en el Festival 9/16, de España.

ÁLVARO DAMA. Registró el arte callejero de su hermano Jerónimo. Arriba, con él y su otro hermano, Tomás. ÁLVARO DAMA. Registró el arte callejero de su hermano Jerónimo. Arriba, con él y su otro hermano, Tomás. La Gaceta / fotos de Analía Jaramillo

“No hi ha somnis impossibles”, dice en catalán un cartel colocado en un edificio bonaerense. En castellano significa “no hay sueños imposibles”. Es un letrero que inspira a quienes, en medio del ajetreo, levantan la vista y lo leen. De espaldas, y entre los ruidos de bocinas y de la ciudad, está parado un joven. La pregunta disparadora se hace detrás de cámara: “¿sentís que estás rumbo a tus sueños?”. El chico responde: “sí, estoy caminando hacia mis sueños, hacia mis deseos, lentamente, ¿no?, como se puede”. Y qué más que el cine para hacer los sueños realidad, Con esta escena comienza el microdocumental de cinco minutos titulado “No hay sueños imposibles”, dirigido por Álvaro Dama, estudiante de la Universidad Nacional de Tucumán y cineasta conocido como “La Dama” (en Instagram, @la_dama_seta). Esta producción fue consagrada como la mejor de su categoría en el 9/16 Film Fest de Segovia (España), un acontecimiento especializado en contenido en formato vertical. La comunicación del premio, que está dotado de 1.000 euros, ocurrió el 24 de julio.

La obra cuenta la historia de Jerónimo Ramasco (en sus redes @anonimo.damasco), artista callejero que toca en los subtes mientras persigue su sueño de triunfar en el arte: es el hermano de Dama. Jerónimo explica en el corto cómo, para mantener viva su pasión, visita el edificio que contiene el cartel. Paradójicamente, el microdocumental otorgó a Dama su primera distinción como cineasta. A los 32 años, el documentalista premiado conoció “varias vidas”. Ocurre que antes fue repartidor de diarios, instalador de cámaras, operador de radar de la Fuerza Aérea y mochilero.

Álvaro nació en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y, aunque se define como un “cineasta tucumano”, reconoce que es “demasiado porteño para los tucumanos y demasiado tucumano para los porteños”. Tiene familia en la provincia, y a los 26 se instaló aquí para estudiar en la Escuela Universitaria de Cine, Video y TV de la UNT. “Me considero un cineasta tucumano porque es acá donde me formé y de donde salen todas mis ideas”, dice el joven durante una visita a LA GACETA.

“No hay sueños imposibles” es especial para él porque fue hecho en familia. Además de que tiene como eje la historia de Jerónimo, el microdocumental incluye un recorte donde su madre baila por última vez antes de fallecer. A ello se suma que el otro hermano de Álvaro, Tomás, confió en el proyecto y aportó 18 euros para la inscripción en el festival. “Sin él no hubiese sido posible nada de esto”, asegura el realizador.

Sueños y recuerdos

Álvaro comenta que su idea era grabar a su hermano para tener un registro de él. “La pérdida de memoria es común en mi familia hace ya algunos años. Eso me generó la ansiedad de necesitar un recuerdo material de mis seres queridos y empecé con él”, expresa.

Y añade: “lo grabé en formato vertical porque pensé que nunca iba a llegar al horizontal. Además, la pantalla del celular es la más masiva y quise que todos conocieran a mi hermano”.

Conocer a Jerónimo equivale a conocer su devoción por el arte callejero. El documental sigue un día de trabajo del joven de 30 años que canta y toca la guitarra en los subtes bonaerenses. Con planos íntimos, la cámara recorre temas como la indiferencia del público y la motivación del artista.

“Lo que me inspiró a hablar del tema de los sueños es mi propia historia. En un momento me di cuenta de que si mi vida fuera una película, no me gustaría verla, ni me enorgullecería”, expresa Álvaro.

Es que siente que, desde que salió de la secundaria, hizo todo por inercia. Él lo explica así: “me fui de un lugar donde me maltrataban para ir a otro en el que era peor. Fue mucho sometimiento, disciplina y violencia. Al poco tiempo ya estaba entrando en depresión por hacer algo que no me gustaba”, se sincera.

El malestar llevó al documentalista a cuestionar cada decisión de su vida. “Me di cuenta de que lo que me hacía feliz era viajar y ver películas. Primero fui mochilero y en dos años recorrí Latinoamérica”, cuenta.

A la distancia entendió muchas cosas. Por ejemplo, en Colombia descubrió la educación pública de la Argentina. “Allá está todo privatizado y la enseñanza estatal está completamente abandonada. Nosotros no nos damos una idea del privilegio que es no tener que pagar por una universidad”, subraya.

Para conquistar su siguiente sueño volvió a Tucumán a estudiar Cine por sugerencia de su hermana Soledad, que vive en la provincia. Hoy sigue estudiando mientras trabaja en diferentes productos audiovisuales, como la película “Los de Abajo” y el documental “Ritual en marcha”.

Formato vertical

Con “No hay sueños imposibles”, Dama plantea algo interesante sobre este tiempo: la pérdida del contacto visual entre personas y situaciones de la calle. “Mi hermano aprecia mucho la mirada, es una forma de decir ‘te escucho’. Antes conectaba un montón con el público, pero ahora están todos con los celulares, encapsulados, sin levantar la vista”, apunta. “Es increíble cómo muchas veces nos perdemos de ver los sueños de los demás por no prestar atención”, reflexiona.

En cuanto al formato vertical de la obra, Álvaro observa que se trata de un estilo impuesto por la pandemia que hoy es “el lenguaje audiovisual más potente”. El festival en el que participó es uno de los primeros de esta modalidad. “El cine vertical no suele considerarse cine”, revela.

La obra de Dama encierra la ironía de que, para hacer una crítica a los efectos del exceso de pantallas, se utiliza el formato del celular. Para él lo que importa es llegar al público. “Es un mensaje para esa misma persona que ignora todo lo que hay a su alrededor. El mensaje es ‘levantá la mirada un toque’ o ‘bueno, si no levantás la mirada, mirá igualmente lo que hace mi hermano’”.

¿Qué sigue para Álvaro? Lo primero es recibir el premio de 1.000 euros y compartirlo. “Me gustaría dar una parte del dinero a Jerónimo para que pueda grabar sus canciones y ensayar con su banda. Además, pagaré ‘la inversión’ que hizo Tomás”, anticipa. También se propone presentar el microdocumental en “9:16 Festival de Cine Vertical” en Perú. Parece que le sobran proyectos y es razonable que así sea. Álvaro Dama sabe como pocos que lo que importa es atreverse a soñar.

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