El domingo pasado sentado en el andén de mi corazón leí la nota de Lucía Lozano mostrándonos las tendencias sociales de nuestra sociedad tucumana de Capital y su alrededor con las escalas de generaciones y su arte de envejecer. Datos que revelaron mis nostalgias recordándome aquellos días que ya no volverán con sus tiernos atardeceres cuando mis amados abuelos, mateaban, pitaban un chala con anís, entonaban dulces canciones contándonos que la vida a veces se torna triste, por lo que tenemos que vivir con alguna ilusión, porque las esperanzas, jóvenes muchas de ellas, se fueron con los sueños. En la realidad de este siglo XXI muchos de nuestros hijos y nietos pasaron a ser padres de sus padres como también de sus abuelos, porque no se adaptan a muchas razones como la de la tecnología digital, por discapacidades físicas, mentales, auditivas, visuales, sumándose la escasez de médicos especialistas, transporte, seguridad, etcétera. ¿Si los abuelos están solos? En síntesis los abuelos como los niños sufren estas innumerables situaciones por la falta de políticas culturales, educativas, sociales para bien de la humanidad. Las indiferencias y los bienes materiales deben dar paso a la solidaridad a igualdades, a la paz y al amor del ser humano.
Pedro Pablo Castaño