Totalmente de acuerdo con la carta del Sr. Nicolás Paz Posse (07/08), cruda y sensible, como la vida misma en la alta montaña. De joven tuve la posibilidad de recorrer esos maravillosos senderos junto a mi abuelo, Ernesto Guardia, un tío y varios primos, en tiempos en los que no existían celulares ni redes sociales, por lo que uno lamenta no tener registros fotográficos de tanta belleza y variedad de climas; vegetación y dificultad en los senderos. La Nina Velárdez; Raco y Siambón; Anfama y La Ciénaga, la América Andina toda -en definitiva- es misteriosa y apasionante, infinitamente inolvidable y querible. En cuanto a la tradición de las quemazones, como bien lo menciona el lector Paz Posse, es tradicional y milenaria, sostenida -además- por las visiones nocturnas de los habitantes de las alturas, que ven grandes extensiones de quemazones de la caña de azúcar en la llanura tucumana, lo que los llevaría a pensar -infiero- que se trataría de un método aún vigente; aceptado por la sociedad, por la Ley y por la Justicia.
Javier E. Guardia Bosñak