El dinero tiene la mágica virtud de otorgar poder. Sin él, quedarán muy pocas cosas que no se puedan hacer: todo lo malo, en su inmenso abanico de valores, florece con su generoso riego, tal como la mala hierba, que creció para nunca morir. Y lo está logrando. Crecieron olas políticas repudiables no sólo en el fértil terreno de la inexperta masa popular, para trepar hasta el más alto nivel de conducción del país. Llegó a su pico en la pavorosa demanda contra el ex presidente Fernández, incoada por su propia compañera y madre de su hijito, por trato inmerecido y salvaje. Apoyado en el supremo poder que el pueblo engañado, le confirió. Cobarde acción que, de confirmarse, merecerá el repudio general desde ya. Por supuesto que éste apelará al viejo truco de negar todo, apoyado por las astutas mañas de algún/a muy bien pagado/a profesional. Todo con el poder del dinero. Se me ocurre una moraleja: nunca entregues alta responsabilidad a un amante de la riqueza porque esta, si mal manejada, envilece el alma.
Darío Albornoz