Por Carlos Duguech
Para LA GACETA - TUCUMÁN
En toda entrevista periodística que realicé -tanto para medios gráficos como para emisoras de radio- algunas personas con las que tomé contacto originaron experiencias, desde lo humano, más allá del hecho periodístico.
En mis primeros tiempos (en Radio Nacional, entonces) tuve oportunidad de entrevistar (en la sede amplia y silenciosa de la Sociedad Sarmiento) a Ezequiel Martínez Estrada, en 1957. Un hombre de una contextura física (me valgo de la comparación) en las antípodas de su gigantesca obra, con aquellos títulos como Radiografía de la pampa o La cabeza de Goliat. En el silencio enmarcado por estanterías de libros que nadie leía en ese momento, con voz segura y serena y con gestos de sus manos que arropaban sus conceptos, fue desgranando el sentido de su percepción del país. En el texto, malhumorado. Y en la expresión durante la entrevista con una paradojal conducta: conceptos claros sobre el país y su destino y la realidad que sobrevuela, anunciadora de mejores tiempos. Destaco la llaneza de su modo de expresarse, firme y directo, pero con la convicción de estar diciendo lo que debe, lo que piensa, lo que siente. Esa entrevista me dejó muchas enseñanzas sobre el pensar y el vivir.
Abro con esta referencia para mencionar otra entrevista que fue parte de mi programa radial “Paz en el mundo”. Invité entonces (agosto de 1995) a Jack Fuchs, que visitaba Tucumán para hacer conocer su libro Tiempo de recordar. No era un escritor más ni un hombre común. Saberlo sobreviviente de Auschwitz y en Tucumán, despertaba una natural expectativa periodística. ¿Iba a encontrarme otra vez con otro Ezequiel Martínez Estrada?, me pregunté. Invitado al programa de una hora, fue enteramente dedicado a la entrevista frente al micrófono de Radio Universidad. La sencillez en el hablar y la claridad de algunos conceptos de vida, mancomunados. No advertí la más clara definición del nazismo en sus palabras dichas con serenidad, sin afectaciones ni dudas:
-La pesadilla fue comprobar que todo lo de Auschwitz había sido hecho por personas.
Y agregaba, como una respuesta a un acertijo de perversa factura:
-Y que lo inhumano era, también, humano.
Con voz pausada, dijo: “Arbeit Macht Frei”, en el portal de Auschwitz”.
Lo expresó en un alemán que se ocupó de pronunciarlo intenso.
El sarcasmo que los encumbrados organizadores de los campos de concentración montados por la Alemania nazi no se detenía ante nada. El mítico portal de Auschwitz exhibía esa leyenda de tres palabras en alemán, una “bienvenida” a los que eran trasladados a esos galpones, con un significado harto mordaz: “El trabajo te libera”.
La entrevista discurrió entre anécdotas de vida de trágicos perfiles y referencias a su familia. Lo recuerdo de voz muy pausada, buscando precisiones en breves silencios para acomodar sus pensamientos y vivencias de polaco al de un “argentino” viviendo en Buenos Aires desde los primeros años de la década del sesenta. Lo suyo no era el de un “sobreviviente”. Afirma en su libro Tiempo de Recordar (Diálogo con Liliana Isod), “soy un resucitado”. Me remito a Mandela cuando le escucho decir que no busca venganzas. “Sólo pensar en cómo recomenzar una vez más, a vivir”. Fue una conversación de una hora, como si ya nos hubiésemos conocido desde mucho antes. Una experiencia personal única frente a un ser humano de una dignidad en sus modos de expresarse, de una humildad en las afirmaciones y, singularmente, de una calidad humana reconocible al tacto, sin odios ni venganzas. Estaba hablando con un judío afable, sobreviviente de Auschwitz y Dachau, dando testimonio de esa oscura mancha de inhumanidad (sus propias definiciones) que fue la Shoáh. Al cierre del programa me entregó su libro y suscribió con pulso firme una dedicatoria que me conmovió. Fue una de las entrevistas que más recuerdo de mi vida. A los 93 años falleció en Buenos Aires, el 2 de abril de 2018.
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Carlos Duguech – Periodista, analista internacional y escritor.