Mi amigo Alejandro es enfermero en el CAPS San Miguel de Ranchillos; además es un correcaminos comprometido con su labor en la zona , recorriéndola en su moto o bicicleta , con su botiquín y vocación de servicio a cuestas. Me nombró dentro de su recorrido varias localidades y me recordó a mi tío Valentín, que fue comisario en Agua Dulce; y a mi abuelo Evaristo, que tenía una gran finca de varias hectáreas en Camas Amontonadas; allí pasamos con mis hermanos gran parte de nuestra niñez. Nuestros primos del campo nos hacían sus picardías: azote con “ortiga “, llenarnos de “ jana” de las tunas, picaduras de abejas o comer ají del monte. Nosotros no éramos santos; nos creíamos más pícaros, pero lo más lindo era por las tardes ir a ondear pajaritos o coyuyos en los grandes árboles de la escuela que estaba cerca. “La escuela está”, me dijo Alejandro. “Ya no funciona (ahora la nueva es la 146), pero se mantiene en pie”. Sí, es verdad, ya lo dijo LA GACETA el 21/06/24, en la sección “¿Sabías que…?” , donde se explica la razón del nombre Camas Amontonadas, que eran los esqueletos de los carros. Yo tenía otra versión: que bajo un gran quincho y arboleda, durante una pandemia o paso de soldados, allí funcionaba una especie de hospital de campaña que al mancharse quedaban las camas amontonadas. Sea cual fuere el origen, esta parte de nuestra querida provincia está poblada por laboriosos agricultores , cultores de nuestras tradiciones que día a día labran la tierra, le ponen el hombro y dejan la vida en su duro intento y es bueno reconocerlos y destacarlos .
Francisco Amable Díaz