La joven y retraída Lee Harker es una novata agente del FBI, a quien se le ha asignado como misión resolver un enigmático caso de un oscuro asesino en serie. A medida que su investigación avanza, las pistas se vuelven confusas y las evidencias se ocultan en las sombras, hasta que la detective se da cuenta de que hay un vínculo personal que la une con el criminal y que debe actuar rápidamente para evitar otro siniestro homicidio.
Este es el argumento de “Longlegs: coleccionista de almas”, el thriller que se estrena en el país con una fórmula que suena a conocida pero con el respaldo de la firma de un director que llega con su cuarta realización y una historia personal tan interesante como la trama que propone.
Se trata de Osgood Perkins, el hijo del recordado protagonista de “Psicosis”, Anthony Perkins, una de las caras inmortalizadas por Alfred Hitchcock. Ya quedó poco de sus comienzos como intérprete en el terror y en la comedia; hace casi una década se volcó a estar detrás de cámara, como guionista y director, hasta lograr que su nombre tome vuelo propio, más allá de su progenitor, aunque siempre haya una referencia respecto a ese vínculo. A su nueva película le preceden “La hija del abrigo negro” (no llegó a estrenarse en la Argentina), “Yo soy la cosa bonita que vive en la casa” y “Gretel & Hansel”, con soporte sobrenatural y muchos sustos de por medio.
En cambio, en “Longlegs” las influencias están orientadas al suspenso psicológico más clásico, con personajes esquivos y una vuelta de tuerca en el guión (con escritura a su cargo), junto al aporte sonoro de la banda compuesta por su hermano Elvis Perkins. Es inevitable pensar en “El silencio de los inocentes” (una influencia reconocida por el director), “Seven, pecados capitales” o “Zodiac”; como ellas, se ambienta en los 90, tiempos todavía analógicos y conservadores en Estados Unidos.
Así, los aportes terroríficos en pantalla parten principalmente de las mentes de los personajes antes que de apariciones satánicas y seres poseídos (que también los hay en el filme), más allá del componente especial de que la protagonista tiene una intuición especial, que sale de lo normal.
El personaje es interpretado por Maika Monroe, en una composición cerrada sobre los detalles de una caracterización precisa y cuidadosa: solitaria, silenciosa, obsesiva, comprometida en entender los rituales de los criminales (en este caso, las fechas de los hechos coinciden con el día del noveno cumpleaños de las víctimas, y hay elementos folclóricos y mitológicos) y decidida en atraparlos pese a las pocas pruebas y menos sospechosos. En su personalidad pesa y mucho su conflictiva relación con su madre, religiosa devota.
Esas condiciones la ubicaron como la elegida de su superior William Carter, interpretado por Blair Underwood, que la recluta con la misión específica de resolver un caso sangriento y esquivo cometido por el excéntrico asesino que le da nombre al filme a cargo de Nicolas Cage, en un regreso al perfil de seres perturbados, conflictuados hasta el extremo y dispuestos a cualquier cosa que le sientan tan bien, tras su paso por comedias.
Cuando su rostro se transmuta y proyecta una carga casi insoportable de fría maldad, pocos lo pueden imitar en la gran industria del cine dedicada a ver una película al borde de la butaca.
La verdad: una experiencia que está en sus escritos
“Creo que siempre me veo obligado a expresar alguna verdad de mi experiencia. No sé si mi experiencia es mejor, peor, más privilegiada o dañada que otras”, sostuvo Osgood Perkins acerca de la relación con su padre Anthony, fallecido cuando él tenía 18 años. “Sólo sé que son cosas mías las que pongo ahí, y siempre intento hacerlo al escribir. Me mantiene interesado y honesto, y siempre hay un nivel de verdad, no importa cuán fantástico sea todo”, agregó. Acerca de Nicolas Cage como protagonista, el director aseveró que “está en lo más alto de la profesión, es extremadamente inteligente y veloz; es como usar un cuchillo realmente afilado para cortar algo”.