Leí la carta del lector Francisco Amable Díaz (LA GACETA, 25/08) comentando que en el departamento leales de nuestra provincia existe un lugar conocido por el nombre de “Camas amontonadas”, posiblemente a consecuencia de que ahí funcionó en la época de las guerrillas entre los caudillos provinciales que gobernaban las provincias, un hospital de campaña donde quedaron sus camas amontonadas al retirarse las tropas. Historiadores tucumanos han escrito numerosos libros donde nos cuentan que, en la época del virreinato, el único medio de transporte de larga distancia eran las carretas y eran las fabricadas en Tucumán las preferidas. En el actual departamento Leales, muy cerca de la antigua o vieja escuela nacional n°146, funcionaba, en un par de amplios ranchos, lo que ahora llamaríamos “taller de reparaciones” donde vivían criollos expertos en trabajar la madera y la herrería. Las carretas, mayormente movilizadas por dos o cuatro bueyes, realizaban viajes de cientos de kilómetros, por ejemplo hasta Buenos Aires y se comentaba también que desde ese lugar se conectaba con el histórico Camino al Perú. Las ruedas de las carretas estaban armadas con seis u ocho trozos de buena madera trabajadas a mano en forma curva que se denominaban “camas” y ensambladas entre sí formaban la rueda, unidas con lonjas de cuero curtido, algunas con precarios herrajes que “aguantaban” no más de dos viajes y obviamente regresaban al lugar para su recambio o reparación. Las que hoy llamaríamos chatarra eran arrojadas en un mismo sitio formando, por así decir, montañas de camas amontonadas. Hoy, en Camas amontonadas existe un pequeño poblado y a la centenaria Escuela n°146 concurren no más de 30 alumnos. Considero y pido a las autoridades declarar lugar histórico ese poblado porque sin lugar a dudas y les compete a los historiadores investigar y hacernos conocer, con absoluta seguridad, la presencia de personas importantes de nuestra historia que, muchos de ellos, hasta que arreglasen la carreta permanecieron por varios días conviviendo con los pocos pobladores en sus ranchos.
Ángel Ricardo Salguero