Milei y Jaldo: el látigo y la política fast food

En la Argentina libertaria se está pasando de la comida rápida a la política chatarra.

Milei y Jaldo: el látigo y la política fast food

En una etapa del país dominada por la lógica de la política “fast food”, no es una casualidad que en la semana sólo se haya hablado de las milanesas que cenaron Javier Milei y Mauricio Macri en la Quinta de Olivos y de las hamburguesas de McDonald’s que separaron a Osvaldo Jaldo y a Miguel Acevedo. Como reza un viejo dicho, uno es lo que come. Y en la Argentina libertaria se está pasando de la comida rápida a la política chatarra.

La gestión de Milei comienza septiembre, justo el décimo mes de su gobierno, exhibiendo fisuras profundas. En un hecho inédito, fueron expulsados de los bloques de la Libertad Avanza la diputada Lourdes Arrieta y el senador Francisco Paoltroni. La mendocina fue protagonista de la visita de una comitiva de la Cámara Baja a represores condenados en el penal de Ezeiza. Pero más allá de la visita, fue noticia luego porque dijo que no sabía quién era Alfredo Astiz. “Estuve y hablé con Astiz. Pero como no viví en esa época, como nací en 1993 y no tengo ni idea de quiénes eran los personajes de esa época, la verdad es que vi internos de 80 años”, admitió con soltura. El formoseño alzó su voz para cuestionar que el Presidente haya propuesto al cuestionado Ariel Lijo para la Corte Suprema de Justicia de la Nación y tildó de mocoso al asesor todopoderoso Santiago Caputo. Lo eyectaron de la bancada, pero antes dejó una frase elocuente de la época: “La gente votó una Argentina distinta, yo vendí dos campos de mi propiedad porque creí en eso”. Pero como la nota en la que lo echan de LLA estaba mal planteada por los senadores oficialistas, la vicepresidenta de la Nación Victoria Villarruel los ridiculizó en público y les pidió que la redactaran de nuevo.

Entre tantos papelones, casi pasa desapercibido que un ministro nacional, justo el responsable del área de Justicia, negó la diversidad de género nada menos que en un plenario del Congreso y planteó una agenda retrógrada en materia de derechos civiles. “Nosotros rechazamos la diversidad de identidades sexuales que no se alinean con la biología. Son inventos subjetivos”, lanzó como en una mesa de cualquier patio de comidas Mariano Cúneo Libarona, desconociendo leyes y tratados internacionales a los que el país adhirió. Tampoco hubo demasiado ruido porque Manuel García-Mansilla, el segundo abogado propuesto para llegar a la Corte, admitió que Caputo, el hombre que decide sin cargo en el Gobierno, fue quien le ofreció la postulación. O que el propio Cúneo Libarona reconoció que a Lijo lo “acercó” un actual ministro del máximo tribunal, Ricardo Lorenzetti.

Pero si bien estos episodios no sonrojan al Gobierno, sí comienzan a incomodar a sus circunstanciales aliados y a los opositores dialoguistas. En menos de 10 días, kirchneristas, radicales, dirigentes de la izquierda y macristas se juntaron para avisarle al Presidente que hay un freno ante los desatinos. Está cerca de caer el decreto por el que se le asignan $ 100.000 millones al área de Inteligencia (ya tiene media sanción de diputados) y de aprobarse la ley de financiamiento universitario. Por lo pronto, esta alianza circunstancial ya obligó a Milei a pagar el costo de vetar la nueva fórmula de movilidad jubilatoria. Para colmo, en los oídos resuenan los gritos del jefe de Estado y en las retinas quedan grabadas las imágenes de los jubilados reprimidos y rociados con gas pimienta frente al Congreso.

Los murmullos alrededor del mileísmo aturden. Gobernadores aliados que se quejan y otros que ya no disimulan su enojo. El propio Jorge Macri alertó que se avecinan tiempos violentos en Buenos Aires porque la Nación le quita desde mañana los subsidios a las líneas de colectivos. “Las empresas van a colapsar”, advirtió. “No es un tema nacional”, le respondió el ministro Luis Caputo. En el interior del país, los mandatarios hacen malabares desde principios de año para sobrellevar la crisis del transporte, entre aumentos de las tarifas y aportes al sector.

En el medio, el tucumano Jaldo apenas trasunta rezongos. Pero a su alrededor ya resulta difícil disimular lo evidente. “La Nación viene cumpliendo, quizás no en los tiempos que uno le gustaría, pero con lo que se ha comprometido, se lo viene ejecutando”, señaló el lunes. El mismo día, en LG Play, el ahora ex ministro de Obras Públicas había puesto en números lo que ocurre: de los $ 93.000 millones acordados, apenas han llegado unos $ 1.000 millones. “Hay mucha demora burocrática. Es algo razonable cuando arranca un Gobierno nuevo. Pero nosotros necesitamos que todo este esfuerzo que viene haciendo la Provincia empiece a ser complementado con el compromiso que asumió el Gobierno nacional”, reclamó Santiago Yanotti. Ese mismo día, el mandatario anunció que el vicejefe de Gabinete, Lisandro Catalán, llegaría a Tucumán para avanzar con la anunciada obra de remodelación del aeropuerto Benjamín Matienzo. Sin embargo, por segunda semana consecutiva, esa visita no se concretó. Y en lugar de conducir un acto en la terminal aérea, Jaldo tuvo que anunciar su primer recambio de gabinete. La partida tomó a Yanotti a cientos de kilómetros, dando clases de especialización. Y si bien la relación del mandatario con él ya se había roto hacía meses, que haya expuesto el nivel de retraso en los envíos de remesas nacionales precipitó su salida.

Cuestión de supervivencia

Jaldo fue de los caudillos provinciales que más rápido se alineó con el Gobierno libertario. Lo hizo por una cuestión de supervivencia que, en el corto plazo, le dio resultado. Principalmente, porque logró despegarse del kirchnerismo y evitar que Tucumán fuera asfixiado económicamente por la gestión nacional. Pero la factura política, más tarde o más temprano, se paga. Y en el deshilachado peronismo esperan esa oportunidad. Mientras tanto, “El Comisario” sobreactúa para mantener a flote su bloque propio en Diputados. Esta semana reunió a Agustín Fernández, a Elia Fernández de Mansilla y a Gladys Medina. A los tres les cuesta cada vez más poner la cara por los libertarios en el recinto. Los diputados jaldistas vienen de pasar algunos momentos incómodos. Como acompañaron la postura mileísta de frenar la creación de una comisión investigadora sobre la visita a los genocidas, algunos de sus pares les recordaron en la cara que el PJ y particularmente Tucumán tienen una pesada historia durante la dictadura. Antes, al menos habían podido evitar el escarnio de votar en contra de la ley de movilidad jubilatoria: ninguno de los tres bajó al recinto durante esa votación, por un planteo expreso que le hicieron al gobernador.

Pero aunque en el jaldismo banquen la parada de su líder, todos admiten por lo bajo que ellos ya cumplieron y que ahora el Gobierno nacional es el que debería cumplir su parte, pero no lo hace. Es probable que como los cuestionamientos sobrevuelan, Jaldo haya exagerado su rol de conductor peronista en estos días y apelado al látigo (casualmente, otro de los apodos con el que bautizaron en los cafés justicialistas al mandatario). Los cuestionamientos a Pablo Yedlin, por sus fotos con Sergio Massa y su manejo del Frente Renovador en Tucumán, pueden parecer extemporáneos. Pero “Látigo” eligió como rival circunstancial al diputado porque justamente encarna el rechazo a su política de filiación libertaria, y eso implica un desafío a su liderazgo. Para el ex ministro de Salud manzurista, esta semana fue pura ganancia. Al margen, es curioso que Jaldo y los voceros massistas hayan intercambiado acusaciones y señalamientos por sus escarceos políticos: el tucumano viene de aliarse primero con el hasta el año pasado opositor Germán Alfaro, de quitarle tres diputados a Unión por la Patria y de actuar como un libertario más, mientras que Massa pasó de aliarse con Macri para acabar con el kirchnerismo a ser su candidato a presidente en 2023. Un delivery político de comidas rápidas.

Ah, y como si fuera poco en el peronismo olfatean que Jaldo y Juan Manzur están más cerca de una tregua que de una interna, al menos en cuanto a la unidad del partido. El senador, que acaba de regresar del exterior, ya mandó a avisar que no es momento de disputas y mucho menos por la conducción del PJ, sino que se avecina una necesaria etapa de diálogo.

Así las cosas, la semana política no podía no tener su capítulo en un local de la cadena emblema de las fast food. Porque si bien es cierto que el vicegobernador Acevedo tenía desde hace mucho tiempo la invitación al aniversario de McDonald’s, no menos real es que podía haber acudido sin faltar a la asunción de las autoridades de la junta departamental capital del PJ. Así lo hizo la intendenta, Rossana Chahla. Sin embargo, el presidente de la Cámara no asistió. La diferencia estuvo en que la jefa municipal recibió la invitación el domingo, mientras que Acevedo la recibió el mismo día del evento. Sutilezas que marcan la dinámica de la política tucumana.

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