San Martín de Tucumán buscó refugio pero le fue imposible escapar de la pasión de los hinchas

Más de 60 personas forman parte de la delegación "santa", que comparte hotel con hinchas de Aldosivi. El peregrinar de simpatizantes fue incesante durante todo el sábado.

REFUGIO. La delegación de San Martín se aloja desde el viernes en un hotel ubicado en la zona norte de Rosario, alejado del microcentro. REFUGIO. La delegación de San Martín se aloja desde el viernes en un hotel ubicado en la zona norte de Rosario, alejado del microcentro. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ

En el centenario barrio Sarmiento, en la zona norte de Rosario, lejos del microcentro y en la búsqueda del menor contacto posible con los hinchas y la prensa, San Martín encontró su refugio en las horas previas a la soñada final por el ascenso a la Liga Profesional, este domingo ante Aldosivi, en el “Gigante de Arroyito”. Con vallas en las veredas y una fuerte custodia policial apostada en las puertas del hotel, la delegación tucumana se dispensó a lo largo de los 18 pisos, en los que también se entremezclan con dirigentes, allegados al plantel, simpatizantes “santos” y hasta del “tiburón” de Mar del Plata.

La actividad del equipo comenzó por la mañana, con un entrenamiento en el predio de Newell’s, en donde el entrenador Diego Flores dispuso los últimos movimientos tácticos antes del juego de mañana. Se sabe que la obsesión del DT lo lleva a examinar hasta los más mínimos detalles, por lo que durante la tarde, en diferentes grupos, los jugadores asistieron a la charla táctica con video, en la que les refrescaron conceptos sobre los movimientos del rival.

VISITAS. Diego Mastrángelo se reencontró con un grupo de amigos, que fueron a saludarlo en las horas previas a la final. VISITAS. Diego Mastrángelo se reencontró con un grupo de amigos, que fueron a saludarlo en las horas previas a la final. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ

Si bien la concentración buscada por el cuerpo técnico nunca fue negociada, en los momentos de mayor distención, algunos jugadores recibieron visitas, como fue el caso de Diego Mastrángelo, que intercambió unos minutos junto a un grupo de amigos a metros del vallado. También se vio ingresar al edificio a Miguel Barbieri, defensor de Rosario Central, que se consagró campeón de la Copa Argentina junto a Gonzalo Bettini, actual marcador de punta derecha de los "santos".

El aliento de los hinchas, siempre presente

Los tucumanos son mayoría en el Mercure. Cruzan los pasillos, copan los ascensores y también las pocas mesas dispuestas en el bar de la planta baja. Pero la presencia roja y blanca no terminó ahí, ya que por las calles de los alrededores el peregrinar de hinchas se fue incrementado con el paso de las horas. 

A pesar de que, de antemano, sabían que no iban a poder cruzar el control de seguridad, que incluyó un vallado para proteger a los dos colectivos en los que se moviliza San Martín durante su estadía en Rosario, los fanáticos llegaron con camisetas y banderas, a tomarse fotos y a dejar su aliento.

La tarde fue avanzando y, mientras adentro del hotel todo era pasividad, en la vereda, los hinchas se fueron concentrando y, entre cantos, le hicieron sentir a los jugadores la compañía del pueblo “ciruja”, que colmará las tribunas del estadio rosarino, luego de agotar las más de 20.000 entradas disponibles para el partido.

San Martín de Tucumán buscó refugio pero le fue imposible escapar de la pasión de los hinchas FOTO TOMADA DE TWITTER.COM/CASMOFICIAL

Fueron tantos los pedidos de los hinchas, que antes de que caiga el sol, algunos integrantes del plantel, encabezados por Lucas Diarte, Darío Sand y Juan Orellana, bajaron hasta la escalinata del hotel para sacarse fotos. Incluso, una pareja de recién casados posó junto a Máximo Levi y Junior Arias, quienes no dejaron pasar la chance de tentar a la suerte. 

Desde ese mismo lugar, los portadores de ilusión de todo San Martín unirá este domingo las apenas nueve cuadras que lo separan del estadio, en donde los espera la última parada para alcanzar el sueño de regresar a Primera, después de casi cinco años.  

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