Cartas de lectores: Ramírez, Farrell y Perón

RAMÍREZ, FARRELL Y PERÓN

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Entre intrigas y traiciones de última hora, el presidente Ramón Castillo es derrocado el 4 de junio de 1943. El presidente iba a ser el general Arturo Franklin Rawson pero 24 horas más tarde asumió el general Pedro Ramírez. El paisaje estaba impregnado de confusión. El 17 de julio de 1943, el vicepresidente Sabá H. Sueyro falleció en el Sanatorio Anchorena y fue reemplazado por el general Edelmiro Julián Farrell. Detrás del nuevo vicepresidente ascendía en cargos y funciones el coronel Juan Domingo Perón.  Y así comenzaría otra historia. El golpe militar de 1943 consagró al entonces coronel Juan Domingo Perón como la figura dominante de la política argentina por las tres décadas siguientes.1943 fue un año bisagra en la política mundial, toda vez que marcó el inicio del fin de la Alemania nazi, como consecuencia de la derrota militar ante el Ejército Rojo en las puertas de Leningrado y Stalingrado. Las corrientes nacionalist as que habían cobrado un nuevo desarrollo en los países periféricos de América Latina, Asia y África, se vieron obligadas a rebobinar sus simpatías por el Tercer Reich, en quien habían visto un contrapeso al imperialismo británico y norteamericano. La Guerra del Pacífico se encontraba en pleno desarrollo, despertando un movimiento de masas contra la dominación colonial de Japón y reforzaba al ejército rojo que comandaba Mao Tse Tung en China (culminaría con la revolución de 1949). La quiebra del cerco a la Unión Soviética reavivó en el continente europeo las expectativas revolucionarias en Yugoslavia, Grecia, Italia y Francia donde se afianzaba la lucha guerrillera contra el ocupante alemán. Las tendencias anti-imperialistas en América Latina habían cobrado cuerpo en Bolivia, Venezuela, la República Dominicana y Perú (crecía el Apra, la Alianza Popular Revolucionaria Americana, que conducía Víctor Raúl Haya de la Torre). Éste, a diferencia del golpe militar de septiembre de 1930 que derrocó al gobierno de Hipólito Yrigoyen, fue un golpe contra un gobierno conservador y oligárquico. Se abría un nuevo período histórico con independencia del designio de los golpistas. Paralelo a esta situación de conjunto, se desarrollaba un fenómeno singular de importancia creciente: la rivalidad entre Estados Unidos, en ascenso, y Gran Bretaña, en retroceso, por la dominación de América Latina. El golpe de junio bloqueó esta transferencia de poder de un imperialismo a otro. Mientras la guerra había reforzado la capacidad industrial de Estados Unidos, había socavado la de Gran Bretaña, que ya se encontraba en franca declinación. El gobierno militar ratificó la neutralidad de Argentina en la guerra (lo mismo ocurrió con Yrigoyen en la primera guerra), en función de mantener el comercio con Gran Bretaña fuera del conflicto. El golpe fue denunciado como germanófilo por el gobierno norteamericano y el silencio cómplice del Reino Unido. El núcleo duro del Grupo de Oficiales Unidos que consumó el golpe, estaba constituido por simpatizantes del fascismo, en especial el italiano, y del franquismo. Ganó de inmediato el apoyo de la Iglesia. El manifiesto golpista denunciaba, además del comunismo, “la falta de previsiones sociales” - la primera manifestación de lo que sería luego la política de Perón en la Secretaría del Trabajo.

Pedro Pablo Verasaluse

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