Es como tener ganas y no poder. Como pensar que se está haciendo el trabajo perfecto, y entonces aparece la realidad, te da un sopapo y te dice: “no, te falta”. Franco Colapinto está atravesando esas sensaciones en Qatar. La acción del sábado en la pista de Lusail fue para él casi un resumen de estas vicisitudes. Su herramienta, el Williams, claramente está experimentando una involución con respecto a las primeras experiencias que vivió a su mando. ¿Consecuencia directa tal vez de la sucesión de golpes que sufrió en carreras recientes? Es posible. Pero hay otras cuestiones para tomar en cuenta. La F-1 es una categoría con muchos matices y variables. Estas últimas se dirimen por detalles. Y en esos detalles, el equipo inglés está quedando a mitad de camino. Está incómodo y bastante desorientado. Tiene ganas, pero no puede.
¿Qué les cabe a los pilotos? Darlo todo. Y Franco sin dudas lo está haciendo, pero depende de una máquina para demostrar su valía de aprendiz veloz y atrevido (eso que seduce al menos a dos equipos, que querrían tenerlo en alguna de sus butacas en 2025). Hoy, hace lo que puede con lo que tiene: un auto emparchada, pesado y con piezas viejas. Y cuando se está en esa situación hay un intento de ir por la heroica, con lo que asoman los excesos. Y las frustraciones. Hay que estar muy fuerte de la cabeza para no caer en lo emocional. En eso, al bonaerense se lo ve bien en general, al menos en público. Pero mejor no entrar en detalles porque, se sabe y lo indica el dicho, “la procesión va por dentro”.
Visto este panorama, hay que decir que el 18° puesto del novato Colapinto en la Sprint (partiendo desde los pits por cambios en su bólido) y el 19° en la clasificación para la final son resultados de una lógica incontrastable mirando el flojo presente del equipo. El dato comparativo con respecto a cómo le fue a su compañero, Alex Albon, aporta más argumentos: 15° y 16°, con el experimentado tailandés llevando en su coche una mejor suspensión, entre otros elementos. Más claro, le echemos agua.
No son los pilotos, son los autos. Y con esa realidad, pensar en una final qatarí competitiva para los Williams es utópico. Hoy es un equipo carroñero, no de caza. Puede que mejore alguna configuración, que acierte una estrategia, pero no hay firmeza ni continuidad en estos logros. Lo que consigue en alguna exigencia, lo pierde en la siguiente.
A años luz de Williams están por ejemplo los McLaren (de hecho, hicieron un 1-2 en la Sprint, con Oscar Piatri y Lando Norris), las Ferrari, los Red Bull (Max Verstappen hizo la pole para la final), los Mercedes. También se ven distantes los Haas, los RB, los Aston Martin, los Alpine. Hasta Sauber está demostrando mejor confiabilidad en Qatar, siendo que toda la temporada sus autos estuvieron bastante atrás. En fin…
A la final que empieza a las 13 hay que seguirla con una mirada amplia: hay un espectáculo que promete intensidad en medio del desierto, con la Copa de Constructores que dirimen McLaren y Ferrari en un estado de alto voltaje. Viéndola desde el lado de Colapinto, a la competencia habrá que verla con paciencia, con el bonaerense largando desde la última fila. Carreras son carreras, y esta tiene el valor emocional extra para los argentinos por hacerse en la tierra de los campeones del mundo de 2022.