Por Alejandro Urueña y por María S. Taboada
El horizonte tecnológico se acerca con innovaciones revolucionarias que están destinadas a reconfigurar nuestro entorno y a reinventar la forma en que nos conectamos con el mundo que nos rodea en el umbral de un nuevo año. En un entorno dominado por pronósticos llamativos que acaparan miradas y desvían el foco de lo esencial, nuestro propósito es tratar de aportar claridad y perspectiva.
Nos centraremos en explicar algunas de las principales líneas de pensamiento en torno al aprendizaje automático aplicado al ámbito jurídico, para visualizar cómo estas tecnologías están reformulando la práctica legal y la interacción con los sistemas judiciales.
La inteligencia artificial genera tanto expectativas como inquietudes a nivel global. Según un Informe del Índice de la IA de la Universidad de Stanford https://aiindex.stanford.edu/report/, el 2024 marca un hito en el análisis de tendencias que están transformando sectores clave. Nos acercamos a un punto de inflexión, exploramos las nuevas herramientas que prometen revolucionar la actividad legal, desde la automatización de procesos hasta el análisis predictivo de jurisprudencia, como por ejemplo predecir sentencias futuras a partir de sentencias pasadas
Es posible que la innovación que estamos transitando sacuda los cimientos del ámbito jurídico, redefina la interpretación del derecho y su aplicación para los profesionales de esta actividad en la vida cotidiana.
¿Por qué el Derecho necesita IA ahora más que nunca? Los abogados estamos acostumbrados a lidiar con normas, jurisprudencia, tratados y una montaña de papeles interminable. Pero en los últimos años, esta montaña se ha convertido en un Everest gracias al fenómeno del Big Data. En el día a día, los abogados se enfrentan a un volumen creciente de casos, resoluciones y documentos que demandan análisis y respuesta inmediata. La avalancha de información y la presión por mantener la calidad y la precisión en cada decisión plantean un desafío constante para el ejercicio de la profesión legal. ¿Cómo adaptarnos a este ritmo vertiginoso sin perder el control?
Aquí es donde entra la inteligencia artificial, y en particular, el machine learning. Estas herramientas no reemplazan nuestro criterio ni nuestra ética, pero sí pueden ayudarnos a procesar, analizar y extraer patrones de información que ni en nuestros mejores sueños podríamos abarcar manualmente.
Del juzgado al algoritmo: ¿cómo funciona el machine learning en el Derecho? Un algoritmo de machine learning no es otra cosa que un aprendiz digital. Un pasante humano, por más incansable que sea, no puede analizar en un corto lapso de tiempo miles de sentencias, encontrar patrones y sugerir resultados. El pasante digital -el algoritmo- no se cansa, no se distrae, y, si está bien diseñado, tampoco comete tantos errores basados en prejuicios, si está sustentado con una buena gestión de datos.
Por ejemplo, en Europa ya se han estudiado algoritmos para predecir fallos del Tribunal Europeo de Derechos Humanos con una precisión sorprendente https://peerj.com/articles/cs-93.pdf. Y no se trata de reemplazar a los jueces, sino de ofrecer herramientas que agilicen los procesos y hagan más accesible la justicia.
El abogado programador: un mito desmitificado . A algunos abogados les tiemblan las piernas cuando escuchan palabras como “programación” o “algoritmo”. El temor es infundado: no hace falta ser un genio de la informática o ingenieria en IA para entender cómo funcionan estas herramientas. Programar podría decirse que no es más que una manera de comunicarnos con las máquinas a partir de su modelo de procesamiento.
Con interfaces intuitivas y dinámicas, los profesionales del derecho pueden explorar, experimentar y aprender en un entorno diseñado para la práctica y la innovación. Estas herramientas tecnológicas permiten comprender de manera aplicada cómo desarrollar líneas de código para el funcionamiento algorítmico, identificar patrones claves en normativas o analizar jurisprudencia con un nivel de detalle y precisión sin precedentes, transformando el ejercicio legal en un proceso más eficiente con el auxilio de la tecnología.
Procesamiento del Lenguaje Natural (PNL): una herramienta de análisis discursivo. El machine learning no se limita a clasificar, decidir y predecir; también intenta procesar el discurso humano. A través del PLN, las tecnologías actuales permiten a las computadoras identificar conceptos clave en textos legales, como nombres de partes, fechas importantes o incluso patrones en diferentes actos jurídicos.
En términos prácticos, esto implica que, en lugar de revisar manualmente cientos de páginas de jurisprudencia, es posible usar o mejor entrenar un modelo para localizar con precisión lo que necesitamos en cuestión de minutos, optimizando así el tiempo y los recursos.
Esto no es interpretar de la forma en que lo hace un humano; sigue siendo clasificar para identificar recurrencias -tengamos en claro.
La inteligencia artificial, a pesar de su sofisticación, no razona con la complejidad, conciencia, creatividad, empatía de un ser humano y aún opera dentro del marco de patrones, estadísticas e inferencias mediante abstracciones. Reconoce lo que se repite, encuentra similitudes, organiza y jerarquiza información, pero no entiende el contexto de producción ni los sentidos (que están intrínsecamente vinculados a ese contexto). Interpretar va más allá: implica comprender, analizar y dar sentido a partir de las relaciones complejas que construyen los sujetos con el lenguaje humano; algo que, por ahora, sigue siendo de nuestro dominio exclusivo.
Generación de texto y simulaciones judiciales: la era de la IA creativa. Los modelos de IA generativa comerciales, que ya todos conocemos, han cambiado el juego. No sólo procesan información, ahora generan lo que podríamos decir “nuevos textos” basadas en datos previos. Desde maquinar borradores de contratos hasta emular decisiones judiciales, estas maravillas tecnológicas pueden ser una “amable” prolongación de nuestra vasta y sofisticada mente jurídica.
Esto trae consigo grandes desafíos éticos y técnicos. Sin embargo, como abogados, tenemos una responsabilidad única: somos quienes intentamos velar por la normativa y la ética. Nuestro rol será clave para regular estas tecnologías, detectar posibles sesgos y garantizar que se utilicen de manera justa, transparente y responsable.
La IA como el asistente que siempre quisimos. Ese aliado ideal que no se cansa nunca está mutando nuestra actividad. El impacto laboral es que no solo agiliza las tareas, sino que también elevaría la calidad de los resultados, siempre con control humano. Menos complicaciones y, como si fuera poco, también estrecha la brecha entre los profesionales más experimentados y los novatos. Así, el abogado con décadas de recorrido y el recién graduado pueden acceder a las mismas herramientas avanzadas.
Pero resulta fundamental no dejar que la IA haga todo sola. Sin control, las cosas podrían derivarse a caminos insospechados. El algoritmo puede tomar decisiones sesgadas o redactar un contrato que parece escrito por un estudiante en su primer día. Es de suma importancia tener ojo crítico. Para quienes quieran más detalles, pueden bucear en el Informe AI Index de Stanford (https://aiindex.stanford.edu/report/)
El 2025 será recordado como el año en que el Derecho abrazó finalmente al machine learning. Desde la formación de abogados en programación básica hasta el diseño de herramientas predictivas y el análisis masivo de datos, la IA está redefiniendo nuestra profesión.
Si alguna vez pensaste que “esto no es para mí”, es hora de replanteartelo. Porque, seamos sinceros, la computación cuántica está a la vuelta de la esquina, lista para resolver en segundos problemas que hoy nos tomarían años. Es como si nos estuvieran entregando un Ferrari, pero primero tenemos que aprender a manejarlo. Lo mismo sucede con la IA: dominarla no solo es una ventaja, es una necesidad.
Así que saquen sus laptops, pónganse cómodos y prepárense para dejar huella. El 2025 nos espera, colegas.