El martes cumple un año. Trescientos sesenta y cinco días pueden representar una eternidad o un instante según como se haya transitado ese tiempo. Esta historia que bien podría titularse “Calesita de gestos” comenzó con el protagonista dándole la espalda al Congreso, a la política.
Los principales guionistas cuentan que al hombre no le gusta hablar de política. Dicen que se aburre. Exageran que cuando empiezan discusiones al respecto se da vueltas y se va. En cambio, cuando el tema es la economía, puede pasar la noche debatiendo. Sin embargo, sus gestos -y acciones conducentes- describen la habilidad ignominiosa de esa política a la que a él le gusta defenestrar.
Este profesor de Economía devenido político ha transformado en este cortísimo lapso el paradigma de la política argentina. Su llegada al poder fue la de un extraterrestre. Había comenzado siendo un simple panelista televisivo y de repente, había destruido a sus semejantes de Juntos por el Cambio y a sus desemejantes K. Los hizo añicos. Cada uno de esos espacios quedaron reducidos a pequeños mosaicos. Cada uno abrió su propia grieta.
El actor principal de esta novela del poder llegó sin ninguna estructura de esas anquilosadas que se iban autogenerando y hoy es el hombre más popular y poderoso de la Argentina.
Los que se suben a su “Calesita de gestos” encuentran al menemismo dando vueltas o trepado a un caballito. En los primeros capítulos de esta serie aparece el protagonista rescatando a Carlos Saúl Menem de los infiernos de la degradación y subiéndolo al pedestal de la idolatría. Y los parientes del ex presidente empiezan a ser los que venden los boletos para subirse al carrusel. Martín y Lule - se llama Eduardo- se convirtieron en la cabeza visible de los muchos Menem que retornaron al poder.
Y, como si fuera un alter ego presidencial, el centro de esta historia no se dejó las patillas largas, pero sí la melena particular. No fue a cuanto programa de televisión existe, pero síi está presente en todas las redes sociales que construyen popularidad. No presumió con la farándula, pero se enamoró de la creativa Fátima Florez, primero, y de Amalia “Yuyito” González, después. No le puso ningún poncho a una reina, pero tuitea y se reúne con uno de los dueños del mundo como Elon Musk; tampoco juega al golf o al tenis con George Bush, pero sí se abraza y coquetea con Donald Trump. No largó frases grandilocuentes ni seductoras, sólo dijo “no hay plata”. Como Menem se preocupó por frenar la inflación y dibujar un norte económico. Y, tal vez la diferencia más marcada entre uno y otro es que Menem nunca gritó y su seducción no se basó exclusivamente en su carisma -ni mucho menos-, en cambio, el cumpleañero a los gritos y empellones verbales disciplinó a piqueteros, gremialistas, periodistas y otros abusadores de poder. A Menem le decía “El jefe”; en cambio, en esta “redenovela” “El jefe” es la hermana y el “hermano Eduardo” es Santiago Caputo, el gran súper héroe de esta “Calesita de gestos” que demuestra que no hace falta tener cargo, ni sello, ni ministerio, ni nada para ejercer el poder en la Argentina. Hasta el mismísimo Jefe de Gabinete queda subsumido ante sus ademanes mágicos.
Javier Gerardo Milei -de él venimos hablando- se ha sacado la máscara de economista y ha hecho uso de uno de los atributos más importantes del poder: elegir el enemigo. Y subió a Cristina a la calesita. Fue más político argentino que nunca. Dejó la capa de extraterrestre y se olvidó de las corrupciones K. Con esa jugada quedó prácticamente solo en el ring. Sus socios patalean sin saber qué hacer y los que se creían enemigos se quedaron haciendo cola y mirando como “La calesita de los gestos” da vueltas sin ellos.
Los directores de la película saben que la precuela podría abrir el debate de si Menem es o no peronista, una perogrullada mayor con la cual buscan espiar culpas. Y, la secuela se verá en 2025 cuando haya tantos subidos al carrousel del triunfo que empezarán a bajarlos a empellones. De la habilidad política del conductor dependerá que los argentinos no vuelvan a vivir la misma historia.
Rara aritmética
Hay celebraciones en las que los cumpleañeros no tienen suficientes amigos. Entonces invitan hasta a los que no quieren que vayan. Muchísimo tiempo atrás, en los velorios se contrataban a las lloronas, en este siglo donde nadie pone el cuerpo sino los tuits, están los que suben pulgares a las redes y los aplaudidores seriales. Estos son los gobernadores de las provincias. Es que el federalismo es tal vez el gran conflicto argentino como siempre lo advirtió Juan Bautista Alberdi. Para sostener esto utilizaba argumentos geopolíticos, territoriales y culturales. Todo esto -como sostiene Roberto Pucci en “Alberdi ese desconocido y otros ensayos”- mostraba cómo se enfrentaban no dos partidos fuertes, sino “dos regiones económicas, culturales y políticas distintas; casi dos países: Buenos Aires y las provincias”.
Esta semana que nunca más volverá, Gabriela Origlia publicó en el diario La Nación cómo algunos gobernadores que aportaron votos en el Congreso recibieron como contrapartida ATN (una gran herramienta de gobierno menemista). Uno de los más beneficiados fue precisamente el tucumano Jaldei a quien -según este informe- Milei le envió unos 4.500 millones. Ese fue el premio de noviembre para el apoyo a nueve leyes que dio el trío de diputados que le responden al mandatario tucumano. Sin embargo, el más agraciado habría sido Gustavo Sáenz ya que Salta se encontró con ATN por 6.000 millones aunque le dio la espalda a tres leyes que necesitaba el mileísmo. Rara aritmética del poder que también lo acerca a aquel menemismo discrecional. Es que ya aprendimos que en política 2 más 2 no es cuatro.
El mal PASO
Una de las leyes que el gobierno nacional tiene en carpeta es la eliminación de las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias. A las PASO según el sociólogo Jorge Giaccobe ya le bajaron el pulgar el 65,9 por ciento de sus últimos encuestados, casi el mismo porcentaje que apoya la Ficha Limpia. Las PASO suelen ser una solución para los grandes y problematizados partidos. Además les llueve dinero para las campañas. También son negocios para algunos mercaderes de la política, pero esa es harina de otro costal. En Tucumán tal cual se vienen desarrollando los acontecimientos, va a ser inevitable la reedición de “La Guerra del Oflador”. Si no hubiera PASO, la historia recuerda que serían favorecidos quienes manejan la estructura del partido. En este caso es el silenciado Juan Manzur quien preside el PJ tucumano. Sin embargo, aún hay dudas si el ex hombre fuerte de la política tucumana y sepulturero del alperovichismo se animará a armar listas. Sus principales espadachines tienen algunas dificultades. El mellizo José Orellana está un poco complicado con una condena judicial de sus épocas de diputado nacional donde fue acusado -y condenado por abuso-. Pablo Yedlin, en tanto, no es un hombre del territorio peronista que tenga un armado territorial fuerte. En todo caso quedaría la figura del legislador Javier Noguera quien se mueve con sigilo en la interna del PJ (su esposa es intendenta de Tafí Viejo y no está en condiciones de pelear con el gobernador) ya que ha conseguido un respeto especial en el PJ y cuenta con una estructura armada pequeña, pero estructura al fin. También podría incluirse en estas lides a la legisladora Carolina Vargas Aignasse quien hasta ahora ha elegido un perfil más prudente. El resto de los manzuristas de la primera hora no tienen el mal de Huesen para coquetear con Jaldo o Jaldei, según las necesidades.
Tranquilidad tranqueña
Jaldo camina con mucha tranquilidad. Vive todavía una primavera política. Esta semana le aprobaron el presupuesto a gusto y paladar. Sus huestes le dieron libertad para manejar unos 206.000 millones de pesos y la libertad para endeudarse si hiciera falta sin pasar por la Legislatura que tampoco se empeñó por dejar de ser la más cara del país. También quedó demostrado el grado de pauperización de la provincia al darle al ministerio de Desarrollo Social un 8,78% del presupuesto de 3,3 billones de pesos. A propósito, han pasado casi 20 días desde que se detuvo a intermediarios que comercializaban mercadería del Estado indebidamente y todavía ningún funcionario ni organismo del gobierno provincial lograron descubrir cuál es el o los políticos que estaban detrás de estos gestores. Indudablemente es una tarea de una dificultad mayúscula que ojalá se pueda descifrar antes de fin de siglo.
La misma diáspora que ocurre en el Pro, en el radicalismo y en el mismo peronismo nacional (esta semana un senador kirchnerista filo mileísta salía del país para llevarle amablemente dólares a su secretaria) desarticula la política provincial. Esa dispersión le da paz a Jaldo y a la vez le allana el camino a la Libertad Avanza que con sólo extender la alfombra roja suma adeptos. Por estos días la convocatoria la hizo el “ministro del interior” Lisandro Catalán que repite que aún no se puede hablar de candidaturas pero construye su figura como si ya encabezara la lista de diputados nacionales.
Mientras se velan las armas de los comicios de 2025 la Justicia se revuelca en sus propias togas. Por estos días habrían aprobado aumentos salariales que tuvieron que frenar y hasta descontar bajo el increíble ítem de “Pago de más” porque en el Ejecutivo se enteraron que estaban otorgando incrementos antes que el Gobierno concluyera su discusión paritaria. Así como el federalismo es una utopía en la Argentina, la independencia de poderes tiene heridas en Tucumán. El juicio político a la magistrada Carolina Ballesteros es también una caja de Pandora. Si con el martillo en la mano se temían sus desplantes, ahora, parada al borde del precipicio, se temen descargas peores. Los que decidieron empujarla no dejan de temer aún sus reacciones. Mientras los principales actores del Jury de enjuiciamiento preparan sus argumentos para destituirla, ella anota en sus borradores reproches para algunos de sus juzgadores pero también arma la lista de testigos y uno de ellos podria ser el mismísimo Presidente de la Corte. “Cosas veredes Sancho…”, diría el ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha.