Cambia todo cambia: la historia de contrastes entre Independiente y Atlético Tucumán

El duelo entre el “Rojo” y el “Decano” reflejó los giros del destino que han marcado su relación en los últimos años. De batallas decisivas a partidos con objetivos opuestos, el concepto de impermanencia budista se manifiesta en sus caminos cruzados.

Cambia todo cambia: la historia de contrastes entre Independiente y Atlético Tucumán MATÍAS NAPOLI ESCALERO, especial para LA GACETA

Cambia todo cambia. Tal como la letra de la canción que hizo famosa Mercedes Sosa, la historia que cruzó y descruzó los caminos de Independiente y Atlético en los últimos años ha experimentado modificaciones constantes, ha estado signada por una única constante, el concepto de la “impermanencia”.

Enseñanza central del budismo, la palabra da cuenta de que todo lo que existe en el mundo se encuentra en constante cambio y transformación.

¿Cómo aplica todo esto al desafío entre el “Rojo” y el “Decano” en la noche porteña de lunes? Por caso, el equipo de Facundo Sava llegó sin nada en juego al estadio Libertadores de América, mientras Independiente cargaba sus últimos cartuchos con la intención de estirar cuanto menos por un par de días sus chances de meterse en la Fase 2 de la próxima Copa Libertadores. O de mínima, certificar su cupo en la próxima Copa Sudamericana.

Hace un año fue exactamente al revés. Atlético recibió a Independiente en un José Fierro entusiasmado ante la posibilidad cierta de que su equipo volviera a subirse al escenario internacional en este 2024. Pero el equipo dirigido por entonces por Carlos Tevez se impuso 2-1 y puso en la cuerda floja al “Decano”. La posterior derrota en la última fecha a manos de Huracán dejó sin Copa Sudamericana al conjunto de la dupla Favio Orsi y Sergio Gómez.

El historial de enfrentamientos ya había estado picante unos años atrás, a fuerza de aquellos choques de eliminación directa, saldados con dos victorias de Independiente por Copa Sudamericana y un triunfo de Atlético por Copa Argentina. En ese contexto, el “Decano” ha sabido construir una cierta “paternidad” sobre el “Rojo”, con una leve ventaja en el historial de 11 victorias por siete derrotas.

La última vez previa a esta noche inusualmente fresca de diciembre en Avellaneda fue una tarde calurosa a fines de marzo, con los mosquitos azotando la región del AMBA: ya con Sava en el banco, la visita estuvo a punto de llevarse los tres puntos a Tucumán gracias a un gol de Mateo Bajamich.

Pero un cabezazo del chileno Mauricio Isla morigeró el descontento de los hinchas locales, frustrados de todas formas porque esos puntos perdidos podrían lamentarse un par de fechas más tarde, cuando concluyera la fase de grupos de la Copa de la Liga (lo cual finalmente sucedió).

Esta vez la gente fue poblando el estadio con otro ánimo. Reconfortada por los últimos resultados, sobre todo en calidad de anfitrión, con el equipo de Julio Vaccari abrochando tres triunfos consecutivos en casa y posicionándose en zona de copas. Es verdad que el triunfo de Boca en el Parque Independencia achicó el margen de la épica.

Pero, aun así, toda la gente que llegaba caminando por calle Alsina había hecho sus cálculos: en caso de que Vélez gane la Copa Argentina y Talleres termine consagrándose en la Liga, a Independiente todavía le podrían dar los números para meterse en el repechaje de la Libertadores. Siempre y cuando, además, obtuviera buenos resultados ante Atlético y en La Bombonera, para terminar en la tabla por encima de Huracán y Godoy Cruz.

La Sudamericana, un objetivo más terrenal para Independiente

Además de creer en milagros, a los simpatizantes del “Rojo” se los veía antes del partido proclives a aceptar un dictado más terrenal, como por ejemplo obtener ante Atlético el punto necesario para no depender de nadie más a la hora de certificar su regreso al plano internacional en modo Copa Sudamericana, quizá más al alcance, en definitiva, de sus arcas y de su realidad futbolística. Y con el aditamento de intentar grabar su nombre nuevamente en un trofeo que acaban de ganar sus archirrivales y vecinos.

En fin, antes del pitazo inicial del inefable Fernando Espinoza, hubo tiempo para que la gente se emocionara con la iniciativa de concientización con respecto al autismo, motorizada por el arquero Rodrigo Rey.

¿Atlético? Salió a la cancha pensando en lo que vendrá, en un 2025 repleto de buenos deseos y promesas a hacer realidad. Parafraseando a la “Mecha” Sosa, lo único que no cambia es el amor de su gente por los colores.

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