Jaldo y Milei, como dos titiriteros que manipulan las escenas políticas

RECIÉN LLEGADO A TUCUMÁN. Jaldo recibió a Milei en el Aeropuerto Benjamín Matienzo. RECIÉN LLEGADO A TUCUMÁN. Jaldo recibió a Milei en el Aeropuerto Benjamín Matienzo.

Osvaldo Jaldo cierra el año mucho más seguro de lo que hubiese imaginado a principios de 2024, cuando el arribo de Javier Milei a la Presidencia había abierto un halo de incertidumbre en toda la dirigencia política. Particularmente, en aquellos con responsabilidades institucionales. Hoy, el gobernador y el jefe de Estado atraviesan realidades espejo: con una oposición aturdida, huérfana y sin resguardo, ambos se comportan como dos titiriteros que manipulan los movimientos de las escenas políticas a su antojo. La centralidad que adquirieron en estos 12 meses es prácticamente excluyente.

En el caso tucumano, las dudas y la resistencia inicial que habían generado el acercamiento de Jaldo a Milei se fueron disipando más por disciplinamiento político que por convicción. Además, porque jamás pudo -ni quiso- la oposición interna del PJ tomar cuerpo para marcar sus diferencias con “El Comisario”. En rigor, son contadas con los dedos de una mano las voces que se alzaron este tiempo: las del diputado Pablo Yedlin, del legislador José Orellana y de la senadora Sandra Mendoza, además de otras de dirigentes como las de Luis Romano. El resto no fue más allá de los murmullos. Sencillamente, porque en el peronismo el peso institucional de quien tiene la lapicera es brutal. Es curioso, porque el mismo sistema político de traspaso familiar del poder que gestaron oficialistas y opositores en Tucumán generó el antídoto contra las rebeliones internas: un legislador enojado no puede patalear porque quien padece luego las represalias es la persona a la que dejó en el municipio que comanda. Es como un perro mordiéndose la cola.

Más allá de la certeza respecto del presente de omnipresencia política de Jaldo y de Milei, hay varios interrogantes que se abren en la víspera de un año electoral. Sobre todo, porque tanto el gobernador como el Presidente han dado señales de que jugarán en serio. En 2025 se renovará parcialmente el Congreso, y aunque parezca un trámite menor, un triunfo puede representar para Milei un plebiscito de su gestión y de su estilo de gobierno. Y para el tucumano, la aniquilación de cualquier esbozo de levantamiento opositor, tanto interno como externo. Es decir, para ambos las urnas pueden asfaltarles el camino a una eventual reelección o no llenarles de baches el camino.

Lo interesante es que lo que uno quiere perjudica al otro. O, dicho de otra manera, lo que a Milei le conviene, para Jaldo no es conveniente. Puntualmente, la eliminación o no de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) divide los intereses de estos dos aliados. El Gobierno nacional repitió esta semana que aspira a que en 2025 ya no se vote con este sistema, y adujo una cuestión de ahorro económico. En paralelo, la Ciudad de Buenos Aires avanzó con una propuesta propia de eliminación de las PASO locales y de desdoblamiento electoral, abriendo un nuevo conflicto entre el PRO y La Libertad Avanza. Si bien en Tucumán no hay elecciones provinciales el año próximo, el debate es trascendente.

Aunque el fin de año y las vacaciones calmaron las ansiedades, las miradas están puestas en marzo o abril. Para esa fecha el kirchnerismo tucumano imagina que podrá contar con una visita de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que sin sonrojarse les dijo a sus interlocutores locales que prefería venir a esta parte del país cuando aplaque un poco el calor del verano. Además, para el cierre del primer trimestre ya debería estar definido si se votará con o sin PASO. La expectativa en este sector es que no haya elecciones primarias, algo en lo que coinciden -a grandes rasgos- con los libertarios. Ocurre que la conveniencia o no de internas abiertas varía según la realidad de cada distrito. Para Cristina, como titular del PJ, es mejor no contar con PASO para tener una mayor injerencia en el armado de las listas de candidatos a diputados. Para Juan Manzur, en consecuencia, también sería provechoso no tener que afrontar una interna. El senador preside el distrito local del peronismo, y si la líder del Instituto Patria pretende impulsar postulantes en cada provincia no podrá hacerse el desentendido.

La cuestión es que el poder de fuego del ex gobernador para enfrentar al jaldismo en una interna es hoy incierto. Principalmente, porque desde el 29 de octubre desapareció de la agenda política tucumana y su ejército se dispersó. Pero, además, porque carece de una caja para costear una campaña contra la potencia institucional de un Gobierno, de las municipalidades y de las comunas. En 2021, cuando Jaldo se le plantó a Manzur para asegurarse el sillón principal en 2023, lo hizo con la Legislatura como sostén. La esperanza de los pocos manzuristas residuales es que precisamente desde el edificio de Muñecas y avenida Sarmiento surja el soporte. El problema es que Miguel Acevedo viene dando señales claras de que no está dispuesto a jugar en la compulsa que se avecina. “Voy a seguir siendo vicegobernador”, repite cuando alguien se atreve a plantearle esa posibilidad. De hecho, en cada uno de los actos que le toca encabezar, el vicegobernador marca sus diferencias con la gestión nacional libertaria, pero refuerza el concepto de que apoyará institucionalmente a Jaldo para que lleve adelante una gestión sin sobresaltos. A su alrededor, nadie imagina que el ex ministro del Interior vaya a inmiscuirse en una eventual interna en favor de su ex jefe político, a pesar de que mantienen diálogo fluido.

La cabeza del presidente de la Cámara está hoy puesta en avanzar con la reforma política, por ahora sin retoques constitucionales al menos hasta 2026, y en un trabajo similar en materia tributaria y productiva con la participación de los diferentes sectores involucrados para generar incentivos a las inversiones. En el medio deberá resolver cómo navegar con las dos anclas que le dejó puestas el propio Jaldo, al enviar a la Cámara los proyectos de acceso a la Información Pública y de Ficha Limpia. El segundo asunto incomoda más por la presión que ejerce la situación del legislador José Orellana, a quien le asiste un último recurso para evitar que la condena quede firme. Hasta ahora, al Poder Legislativo no llegó ninguna notificación judicial, pero en el tercer piso de la Cámara se escucha con insistencia la conveniencia de que el “Mellizo” tome una licencia en la banca para descomprimir la tensión.

De nuevo en la cuestión electoral, el mejor escenario para Jaldo es el de unas PASO frente a un manzurismo diezmado; ese sería el mejor “ordenador” peronista para 2027. El escenario menos deseado, en cambio, es el de la renovación de bancas sin Primarias. Si Cristina y Manzur tienen el margen para determinar las listas de candidatos, el mandatario corre el riesgo de tener que enfrentar a una nómina pura de Unión por la Patria y, muy probablemente, a otra del Frente Renovador. No es casual que este sello de Sergio Massa haya quedado en manos del diputado Yedlin, el tucumano que más diálogo mantiene con el ex candidato presidencial. De hecho, Yedlin y Massa se reunieron hace una semana y analizaron la “situación política” nacional. Si eventualmente hay dos listas peronistas, la kirchnerista y la massista, el jaldismo podría dejar algunos votos justicialistas en el camino, teniendo en cuenta que muchos “compañeros” podrían aprovechar la ocasión para hacerle sentir su descontento por su alineamiento libertario. El manzurismo apuesta todo a la supresión de las PASO, a juzgar por los dichos de la senadora Mendoza: “En lo personal, creo que no sirven de nada las PASO, pero la postura del bloque aún no está definida”.

Por ahora, no son más que especulaciones que comenzarán a dilucidarse después del verano. Sin embargo, Jaldo dejó antes de sus vacaciones un mensaje contundente sobre sus aspiraciones. “Queremos que nos vaya bien a todos y para eso tenemos que estar más juntos que nunca. De nada sirve ir a un Congreso Nacional, marcar presente y quedarse horas mirando, sin ni siquiera hacer uso de la palabra para defender los intereses de nuestra provincia”, dijo en el último brindis en Casa de Gobierno. Y profundizó: “Hay que votar por Tucumán y para que los tucumanos tengan una mejor calidad de vida, hay que jugarse por la provincia y no ir a calentar butacas en el Congreso de la Nación”. Entre los peronistas más distanciados de su gestión aún resuena la advertencia de fin de año.

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