De las armas a la cocina: Ariel dejó la policía de élite para convertirse en chef profesional

OBJETIVO CUMPLIDO. Con esfuerzo y paciencia, logró abrir su  propio bodegón gourmet. OBJETIVO CUMPLIDO. Con esfuerzo y paciencia, logró abrir su propio bodegón gourmet.
Álvaro Medina
Por Álvaro Medina 02 Enero 2025

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Ariel Martínez Guzmán no revela detalles de aquella operación pero sí precisa que, para entrar en la vivienda, él y su compañero del Grupo Especial Uno de la Policía Federal debían hacerlo sin armas y despojados del equipo de protección.

Dentro de la casa, un hombre armado y en medio de una crisis de salud mental tenía secuestrados a su esposa y a sus pequeños hijos. Los oficiales debían entrar sorpresivamente, preservar a la familia y recibir las potenciales agresiones hasta que el resto de las fuerzas ingresara para reducir al sujeto.

Lo hicieron. La secuencia duró segundos pero la adrenalina sumergió el recuerdo en una lentitud subacuática: los gritos comprimidos y graves; Ariel y su compañero con sus cuerpos como escudos; el agresor de rostro desencajado; la enérgica entrada del resto de sus compañeros disminuyendo al hombre.

En ese momento, Ariel era uno de los integrantes del “G1”, de la Policía Federal. Un grupo entrenado para intervenir en allanamientos complejos, custodia a mandatarios o cargamentos importantes, rescate de rehenes y resolución de conflictos relacionados con crisis de salud mental.

RECUERDO. “Marguz” muestra la insignia que llevaba su grupo de compañeros en la Fuerza. RECUERDO. “Marguz” muestra la insignia que llevaba su grupo de compañeros en la Fuerza.

Y en aquel instante del operativo, cuando ya no hubo peligro, el mundo recuperó su velocidad habitual como emergiendo de una atmósfera espesa. Ariel giró en sí mismo quitándose el pasamontañas táctico y le habló a la familia liberada: “Policía Federal, están fuera de peligro”.

Sin embargo, luego de 21 años en la fuerza, “Marguz”, como lo llaman sus amigos, decidió dejar ese trabajo para dedicarse a la cocina profesional como chef y emprendió un recorrido gastronómico marcado por diez años de estudio, premios y emprendedurismo.

Disciplina y adrenalina

“Rescatar a esas criaturas me marcó”, dice Ariel. “Ese era nuestro trabajo: socorrer a quien no puede defenderse. No éramos pistoleros, ni Rambo, ni Duro de Matar. Si había que disparar, sabíamos hacerlo, estábamos bien entrenados. Pero no se trataba de atacar sino de proteger”, dice compartiendo lo que para él debía ser la esencia de la Fuerza.

Actualmente es el dueño de un conocido bodegón gourmet ubicado en el popular Mercado Municipal de Tafí Viejo, de nombre “Doña Eulogia”, en honor a su abuela. Allí, al frente de la sofisticada parrilla del local, dialogó con LA GACETA mientras encendía los fuegos de la jornada.

“Amo mi pasado en el ‘G1’ -confiesa- y mis compañeros fueron y serán mis hermanos, pero me ganó el amor por la cocina. Además, aunque parezca extraño, hay varios puntos en común entre ambos trabajos, pero dos que se destacan: disciplina y adrenalina”, asegura.

S.W.A.T. y la cocina

Durante la charla, el chef sobrevuela las memorias de su niñez taficeña y aterriza sobre los mediodías vividos junto a su abuela. En la cocina de sus recuerdos, como en un acto de magia, doña Eulogia convierte elementos heterogéneos en una unidad: harinas, grasas, verduras, carnes y huevos transitan por agua y fuego desplegando los inolvidables aromas del hogar antes de convertirse en las empanadas del almuerzo.

ALTA COCINA. El chef taficeño pudo aprender grandes maestros como el chef Álvaro Arismendi. ALTA COCINA. El chef taficeño pudo aprender grandes maestros como el chef Álvaro Arismendi.

Luego de la comida, la mujer acompaña a su nieto por las siestas mientras el niño ve su serie favorita de televisión: S.W.A.T., una exitosa saga de los años 70 y 80 que narra las aventuras de un equipo de policías de elite. Después de cada capítulo, comparten juntos los programas de cocina que apasionan a Eulogia.

Uno no sabe cuando nace una vocación pero es probable que, a veces, la sustancia de nuestro futuro se configure en un instante cotidiano, acaso mínimo, aparentemente intrascendente. Quizás aquellas siestas del niño tejían en silencio el carácter y los intereses del hombre: su evocación recurrente, la traza que guiaría sus decisiones.

“Marguz” eligió primero la carrera de Policía Federal. Ingresó a la escuela de oficiales y no se detuvo hasta cumplir su objetivo de integrar a las fuerzas especiales. Lo cumplió. Participó en las situaciones extremas para las que lo habían entrenado.

Se mantuvo alerta en allanamientos, concentrado en rescate de rehenes, conoció a importantes mandatarios a los que tuvo que custodiar, entre ellos el ex presidente Raúl Alfonsín. Se instruyó en idiomas inglés, francés e italiano. Fue leal a sus compañeros de unidad.

Paralelamente, decidió estudiar para chef. Conoció al prestigioso cocinero Claudio Solitario, chef internacional y ex combatiente de Malvinas. “Nos une el olor a pólvora”, le dijo Solitario el día que entendieron que además de maestro y alumno, eran amigos.

Solo

Finalmente, eligió la cocina. Se ocupó en restaurantes de Francia e Italia hasta que un día, unos amigos tucumanos le mandaron una foto donde se los veía reunidos cenando sanguches de milanesa. La nostalgia que lo sacudió lo trajo de vuelta a la provincia. En ese momento trabajó con otro de sus “grandes maestros”, el prestigioso chef Álvaro Arismendi.

Cuando Arizmendi descubrió el talento de “Maguz” le dio un consejo clave en su vida: “Abrite solo”. Ariel le respondió con una mirada de duda. “Solo”, subrayó Arizmendi haciéndole notar el potencial que poseía. En ese momento acudió a su mente una de las premisas que sostenían en la Fuerza para enfrentar situaciones adversas: “Improvisar, adaptarse, resolver, avanzar”.

La constancia y la disciplina del hombre, más el amor y el esfuerzo a la par de su compañera Georgina Noemí de la Silva, hicieron el resto del trabajo: Ariel empezó vendiendo pizzas para llevar cocinando en la casa de su suegros y hoy muestra orgulloso el restaurante que lleva el nombre de su abuela, ubicado en el convocante Mercado Municipal de Tafí Viejo.

Los objetivos

Al final de la charla, y después de conocer el camino recorrido por el chef, surge una última pregunta: “Hoy, después de todo lo transitado, ¿cuál es tu sueño?”. Ariel se emociona por un momento y exhala conmovido; luego se recupera y responde. “Te cuento algo, yo a mi padre biológico no lo vi nunca más desde que tengo 9 años. Me criaron mi vieja, mi abuela y mi tío Ignacio. Al Ignacio yo le digo papá. Él decía que los sueños son algo irreal, por eso son sueños, son lo onírico; y me enseñó que los hombres no tenemos sueños, tenemos objetivos, y peleamos por esos objetivos”, cierra “Marguz” con una sonrisa convencida y la mirada húmeda.

Uno no lo sabe pero, quizás, la sustancia de nuestro futuro puede configurarse también tras una frase que oímos un día cualquiera. Una frase que nos resonó contundente y abrumadora al punto de convertirse en una guía para nuestras decisiones.

Si nos ocurriera tal cosa, ojalá nos suceda como a “Marguz”: a través de palabras enunciadas con buenas intenciones y en la voz de personas que nos valoren.

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