El puño levantado. El cuerpo robusto sobresaliendo del cúmulo de trajeados del servicio secreto. La oreja ensangrentada, los hilos rojos sobre el cachete y la boca. El rictus de bronca. La palabra fight (pelear o luchar en español) varias veces. La política no suele dar revanchas. Pero ese día de julio, Donald Trump (78) comenzó el camino hacia la suya. El electo presidente de Estados Unidos la sellará el 20 de enero cuando asuma su segundo mandato en la Casa Blanca.
El excéntrico empresario había ocupado el puesto entre 2017 y 2021 y fue el primer presidente que no ganó la reelección desde George Bush padre. Tras esa derrota, en 2020, su imagen había decaído luego de que un grupo de sus partidarios asaltaran el Capitolio. Se sumaron causas judiciales que lo mantuvieron en el foco. La más resonante fue la condena por la presunta falsificación de registros comerciales para sobornar y silenciar un supuesto romance con una actriz porno.
Durante la primera etapa de la campaña, las chances de Trump y de su rival demócrata Joe Biden se habían mantenido parejas. Pero la suerte de Trump cambió por las circunstancias de su rival. Biden tuvo que bajarse de la carrera presidencial y dejar su lugar a la vicepresidenta Kamala Harris.
Ella no pudo ponerse a tono y luego vinieron el atentado y el ascenso de la figura del ex mandatario. En alguna de sus últimas declaraciones Trump se burló de cómo pasó de ser un apartado político a un “hombre codiciado”. “Todos quieren ser mis amigos”, afirmó. Sucede que empresarios, figuras públicas y dirigentes que en otros tiempos fueron sus enemigos han buscado acercarse a él desde que ganó los comicios.
Trump, el primer postulante republicano en 20 años que conquistó el voto popular, llegó bajo la promesa de devolverle la grandeza al país. “Make America Great Again” fue un lema de campaña que caló en votantes preocupados por los vaivenes de la economía y enojados por las políticas migratorias más flexibles de Biden.
“Por liderar un regreso de proporciones históricas, por impulsar un realineamiento político único en una generación, por remodelar la presidencia estadounidense y alterar el papel de Estados Unidos en el mundo”, fueron los motivos de la revista Time para nombrarlo personaje de 2024. “Desde que comenzó a postularse a la presidencia en 2015, tal vez ningún individuo haya desempeñado un papel más importante en cambiar el curso de la política y la historia que Trump”, explicó el editor de la publicación Sam Jacobs.
La nueva era trumpista implica una vuelta a la derecha y al conservadurismo en materia de derechos civiles en su país, de acuerdo con los analistas. Trump no es un caso aislado: capitanea una oleada internacional de gobiernos que dan giros ideológicos, tendencia que viene creciendo en Europa y en América Latina.
Italia, Países Bajos, Hungría, Austria y Eslovaquia están gobernados por esa tendencia. Mientras que esa ideología se acerca al poder en países como Alemania y Francia. En América Latina, en tanto, alcanzaron las presidencias exponentes de la derecha como Daniel Noboa (Ecuador), Santiago Peña (Paraguay), Nayib Bukele (El Salvador), Luis Abinader (República Dominicana) y José Raúl Mulino (Panamá).
El presidente Javier Milei es de los máximos exponentes en la región. El libertario celebró el triunfo y fue invitado personalmente por Trump a la asunción. Miembros de la próxima administración advirtieron que Argentina no es una prioridad, pero sí plantean que podría replantearse la relación bilateral hacia una más cercana. Trump y Milei tienen puntos en común en sus ideas, pero también hay profundas diferencias, sobre todo, en lo relativo al rol del Estado.
Trump apuntó en su lista de prioridades una serie de medidas polémicas. Medios norteamericanos afirman que serían los primeros anuncios que concretaría desde la Oficina Oval. En sus redes sociales, durante la campaña anunció que liberará a sus adherentes que participaron del ataque de enero de 2021 al Capitolio. Se estima que los imputados suman alrededor de 1.500. También se espera que despida al fiscal Jack Smith, quien lo acusó en dos casos federales. Por otro lado, dejaría sin efecto políticas medioambientales contra el cambio climático incluidas en el programa llamado “Green New Deal”, al entender que perjudica a las empresas y que son una estafa.
La mayor preocupación de la comunidad internacional tiene que ver con la política migratoria: Trump afirmó que pondrá en marcha un plan de deportaciones masivas. Definiciones complementarias serían las restricciones de ciudadanía para hijos de extranjeros nacidos en territorio de Estados Unidos y la prohibición de entrada de ciudadanos de determinados países con mayoría de población musulmana.
Las modificaciones que emprendería en materia económica no están claras, porque no presentó aún una plataforma formal. El mandatario las mantiene en reserva. En estos meses, sin embargo, dejó pistas de algunos cambios que podría desarrollar:
- Desregulación y recortes de impuestos para beneficiar al sector empresario.
- Límites a las tasas de interés de las tarjetas de crédito.
- Aranceles de hasta el 20% a las importaciones que ingresen al país. Si son de origen chino, el alza será del 60%.
- Renegociación de acuerdos comerciales con México y Canadá.
- Implementación de políticas para bajar los precios de los combustibles y la comida.
- Baja de impuestos para el acceso a la vivienda.
¿Y qué sucederá con la política exterior? Las versiones son diversas y hasta contrapuestas. Hay internacionalistas que afirman que inaugurará un “nuevo orden mundial”, por la relevancia de Estados Unidos en el concierto de grandes potencias.
El vínculo entre Xi Jinping y Trump es una incógnita, porque las potencias que comandan han competido y reñido en diversos momentos de las últimas décadas. El lazo entre Estados Unidos y China viene desgastado desde la gestión Biden. En general, los medios norteamericanos apuntan a que Trump intentó un diálogo fluido con China durante su primer gobierno, hasta que se desató la pandemia y las conversaciones se enfriaron. Trump había responsabilizado a los chinos por la diseminación de la covid.
Con respecto a los conflictos bélicos vigentes, Trump viene pidiendo que se detenga la guerra entre Ucrania y Rusia. Tiene pendiente una reunión con Vladimir Putin, con quien mantiene una relativa cercanía. En relación a las disputas entre Israel y Hamás (en Gaza) y contra Hezbollá (en Líbano) es crítico de la postura de Biden. Trump tiene afinidad con Benjamin Netanyahu y se espera que puedan abordar el asunto como prioridad tras la asunción.
Trump es noticia a diario por la inclusión de millonarios en su equipo, por los cambios en su peinado o por su amistad con Elon Musk. Las precisiones sobre las medidas que comenzará a tomar y el nuevo orden se conocerán, sin embargo, a partir del 20 de enero.