Un Presidente que impone, pero que no come vidrio (y si come lo edulcora)

Por Hugo E. Grimaldi.

Javier Milei, presidente de la Nación. Javier Milei, presidente de la Nación.
Hace 2 Hs

El agua y el aceite comparten en este mes de enero un clima más que caliente en materia de política local y también en el alineamiento internacional de la Argentina. Por fuera de los cánones tradicionales, que prefieren a veces mezclar lo que no se puede mezclar, es sabido que Javier Milei es alguien quien, en general, casi nunca va a ir por él “y”, sino que en general prefiere apostar al “o” en una posición que hace de lo drástico un culto, algo que le impide matizar y que lo lleva a tomar caminos irreductibles, a veces de complicados retrocesos.

El empeño que el Presidente puso durante el último año en ser así de rotundo para no transar en temas económicos y políticos a la hora de sustentar los pilares de su modelo, para él es un activo que seguramente no querrá regalar en este año electoral, ya que probablemente, esa firmeza sea uno de los activos que premian las encuestas. Algunas veces, Milei trató que el dogma se le doble lo menos posible o eventualmente que no se le note algún renuncio, pero lo más notorio es que ser así de cerrado mientras pueda le da un aura de fortaleza que deslumbra aún más a los fanáticos y que mira con bastante aprecio el gran público.

Está claro que, más allá de las convicciones que pudiera tener, el propio Milei sabe que esa característica de ser tan tajante todavía hoy le suma más de lo que le resta ante la opinión pública, sobre todo entre quienes la casta anterior formateó como los perdedores más perdedores de aquel modelo de distribución ficticia que esgrimía el populismo de izquierda, bomba que la tríada Cristina Kirchner-Alberto Fernández-Sergio Massa se empeñó en cebar hasta el último minuto.

En apariencia, ni siquiera parece importarle al Presidente si sus preceptos se dan o no de patadas con lo institucional, ya que es probable que él y su entorno piensen que el trabajo sucio de desapego a las formas ya fue hecho por el kirchnerismo, tras años y años de bajar línea a favor de las grietas que sustentaron el modelo que estalló y que ese aspecto, si bien no es irreversible, tiene un efecto residual de carácter educativo que el actual Gobierno parece no querer desaprovechar. Populismo básico.  

Lo cierto es que Milei ha sido más permeable a la hora de flexibilizar cosas en materia de política interna, temario en el que todos saben que siempre tiene el cuchillo bajo el poncho. Ha sido más contundente en cambio en materia internacional y en ese renglón se han visto ejemplos en estos últimos días de líneas inalterables que el Presidente no cruza. Como está claro que él no es alguien que acompañe aquella máxima que se le atribuye a Charles De Gaulle que decía que “entre estados no hay amistades, sino sólo intereses”, se nota que prefiere en ese terreno seguir el camino que le marca su vena ideológica.

Así, frente al drama de Venezuela y al panorama que se abre en los Estados Unidos después del 20 con la llegada de Donald Trump es obvio dónde se ha ubicado a la hora de colocar estratégicamente al país, aunque en este caso no era tan difícil la elección.

Por izquierda, Nicolás Maduro y el régimen que surgió del chavismo, que cuenta con la principalísima vena doctrinaria de Diosdado Cabello anclada en Cuba y Nicaragua, acaba de atarse por seis años más al Palacio de Miraflores, sede del presidente de Venezuela en Caracas, con oscuros procedimientos que el mundo ha repudiado. El régimen se ha autoproclamado y ayer mismo Maduro asumió sin presentarle a nadie las actas de la elección que, para los opositores, daban ganador por mucho a su candidato, hoy en el exilio.

Más allá de las tirrias mutuas (“Milei, basura…” o “nazi sionista y sádico social” de parte de NM y “dictador criminal” de JM al venezolano), en lo que hace a las relaciones entre los países, las distancias son irremontables: el régimen ha tomado prisionero a un gendarme argentino que había viajado a Venezuela a ver a su hijo y ha dicho no sólo que es un espía, sino que formaba parte de una conspiración dedicada a asesinar a la vicepresidenta. Ni que decir del asedio a la embajada argentina, que hoy custodia Brasil, con cinco políticos asilados allí desde hace casi 10 meses, las broncas con Patricia Bullrich o la probabilidad de que la Argentina no concurra al Sudamericano sub 20, a partir del 23 de enero.

Tres días antes, la Casa Blanca recibirá por segunda vez como inquilino a Donald Trump, quien llega al atril de un podio que los EEUU no quiere declinar en el mundo y allí estará presente Milei, un poco antes de viajar a Davos a expresar nuevamente su fe “en el capitalismo de libre empresa” y a fustigar los experimentos “colectivistas”. El año pasado, el Presidente desarrolló en la cita anual alpina un compendio de datos del mundo relacionados con “haberse enamorado de un modelo fallido” y, por lo tanto, de “abrirle las puertas al socialismo” y de “condenar a la gente a la pobreza”. Esta vez, llegará con la experiencia de un año de gobierno y con Trump en Washington.

La apuesta mayor del Presidente en enfocarse en esa relación que él imagina privilegiada (habrá que ver que piensa Trump al respecto) y que vendrá desde el costado de las inversiones reales, donde se aguarda que haya un considerable flujo de fondos estadounidenses hacia la Argentina, sin descartar el acompañamiento que Milei espera en el Directorio del FMI –que, de algún modo, Kristalina Georgieva acaba de anticipar- para que haya fondos frescos que sirvan para ir hacia la unificación cambiaria que tanto se reclama. La Argentina acaba de pagar deuda con ahorros genuinos, por lo que parte de lo que consiga no será mayor endeudamiento.

El mismo Milei habló también de avanzar hacia un eventual Tratado de Libre Comercio bilateral, algo que en soledad está vedado por el Mercosur, pero ya se sabe que el mandatario argentino no es Luis Lacalle Pou (quien ahora dejará paso a un presidente proteccionista del Frente Amplio) y que, obligado a elegir, por esa vocación de ser tan dogmático, probablemente no dude en generar una ruptura regional.   

Más allá de algunas afinidades ideológicas, ya se sabe que algunas de las premisas proteccionistas que esbozó el nuevo presidente de los EEUU y que Milei seguramente no comparte (aunque jamás lo dirá) podrían afectar a la Argentina, tal como ya ocurrió con los chisporroteos comerciales que hubo con el acero, el aluminio y los limones argentinos en su momento. Por entonces, Mauricio Macri reordenó la situación con Trump mismo y ahora debería hacerlo eventualmente Milei, quien se verá si en este caso deja los dogmas de lado porque –se sabe- la necesidad tiene cara de hereje.

Quizás con más resto, también con algo más de cintura y probablemente aconsejado por quienes están más cerca de él, el Presidente busca marcar la cancha a su gusto en cuestiones de política interna y sin ceder terreno y allí el culebrón con el PRO es todo un tema, justamente con Macri del otro lado del mostrador. En esa disputa, parte de la pelea se lleva a cabo en sordina, con dimes y diretes que de los dos lados tienen segundas intenciones.

El común denominador de la pelotera política es la desconfianza mutua y cuando parece que se arregla o por ahí amenaza con pudrirse, todo se dilata. El fondo de la cuestión es que el Presidente se siente con pergaminos para decir que él va a liderar la derecha y que el ex supone que hacia el centro del espectro se ubican los adherentes del PRO que son menos drásticos que el Presidente, a quien sólo le prestaron los votos porque el kirchnerismo era indigerible.

Entonces hay un festival de manipulaciones mutuas que no lleva a ningún lado porque desde La Libertad Avanza dicen que el PRO perdió casi toda su fuerza y que el futuro es con todos juntos en todos lados, casi como una capitulación amarilla, mientras que el macrismo recogió el guante y habla de una “comisión” (“segura dilación”, se solía decir). El mileísmo contestó que habría que esperar “para abril o para mayo” y que por ahora “no”. Puras chicanas que revelan los recelos de los dos lados.

 El mismo “vamos viendo” que transforma a Milei de ser un gurka que admite que ARCA se haya convertido en un apéndice de la SIDE y que en otros temas devenga en un pichoncito por conveniencia ha sido un clásico del verano. En este punto, el Gobierno calibró el tiempo y no deja de ser interesante que haya actuado no por espasmos, sino que dejó decantar la cosa para llamar a Extraordinarias al Congreso con un temario que tiene los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla para la Corte, Ficha Limpia y la eliminación de las PASO (ya se verá con qué texto llegan), pero que no contiene el Presupuesto: “la plata mejor la manejamos nosotros, reasignando partidas”, dicen en Economía. Y eso, tampoco se discute.

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