Hizo inferiores en Atlético Tucumán, trabaja como cosechero de papa y fue campeón de la Liga Tucumana con Jorge Newbery
Diego Díaz, de 28 años, consiguió su tercer título de la Liga Tucumana en su historia. Se consagró campeón con el "Decano", en 2016, Deportivo Marapa, en 2018, y el "Aviador", el año pasado.
La jornada de Diego Díaz, de 28 años, comienza a las 4.30. Se baña, se pone el overol para la cosecha de papa y busca a su mamá para ir juntos a trabajar en Los Sarmientos, una pequeña localidad del departamento de Río Chico. Su labor incluye tres tareas: recolección, envasado y cargado de los camiones. Alrededor de las 15, Díaz regresa a Santa Ana, su pueblo natal. Allí, se quita la gorra y la campera, descansa un par de horas y cambia de rol: se convierte en futbolista, más precisamente en lateral. Luego viaja casi 39 kilómetros hasta Aguilares para entrenar con Jorge Newbery.
El momento es especial. Son campeones del Anual de la Liga Tucumana, el tercer título del fútbol tucumano en sus 13 años de trayectoria. Sin embargo, ese logro no altera su rutina. “Todos los días hay que salir a trabajar. Es la única manera de ganarse el pan”, afirma.
Santa Ana es un pequeño pueblo con una rica historia. Tiene un ingenio imponente, el legado de Clodomiro Hileret, un chalet para el administrador, un parque con estilo francés y la leyenda del “Perro Familiar”. De hecho, hay una estatua en la entrada del pueblo que recuerda a este mítico personaje. El fútbol también ocupa un lugar importante en Santa Ana. La rivalidad entre los clubes Santa Ana y San Lorenzo divide a muchas familias. En el caso de Díaz, decidió vestir la camiseta rojiblanca de los “Cirujas del Sur”. Debutó a los 16 años en un partido de la Primera B de la Liga Tucumana, lo que marcó el inicio de su trayectoria como lateral.
“Siempre me atrajo más Santa Ana. Por eso decidí sumarme a ese club. Me quedé varios años e incluso jugué una semifinal contra Ñuñorco en 2015. Estuvimos a un paso del título”, recuerda.
A la par, Díaz trabajaba como cosechero de papa. Aunque su padre era empleado de una fábrica de calzados, el sueldo no alcanzaba para mantener a la familia. Por eso, su madre lo llevó al cultivo para ganar algo extra. “Empecé a trabajar a los 12 años. Mi mamá pedía permiso en la escuela para que yo pudiera ir. Antes era mucho más sacrificado porque empezábamos a las 10 y salíamos a las 23. Todo era manual. Ahora es más dinámico, ya que los camiones desentierran las papas y las bolsas son más pequeñas”, compara.
En 2015, su situación cambió. Ese año, Díaz destacó en el histórico torneo en el que Santa Ana quedó entre los cuatro mejores de la provincia. Atlético Tucumán lo convocó a sus inferiores y lo consideró uno de sus grandes proyectos. Ganó su primer título liguista en 2016 bajo las órdenes de Martín Anastacio. “Después de ese título, se hablaba de la posibilidad de que me hagan contrato”, cuenta. Sin embargo, esa ilusión se desvaneció. La operación nunca se concretó, y Díaz sufrió la primera gran frustración de su carrera.
“Me faltó suerte para llegar. Fue un golpe durísimo para mi familia. Habían puesto todas las fichas en mí e invirtieron mucha plata. No quería volver a jugar. Tomás Cuello, que hoy vale millones y juega en Brasil, era mi suplente en la Reserva”, lamenta.
El golpe lo dejó abatido, pero el apoyo de sus padres lo ayudó a levantarse. Llamó a Sebastián Dip, máximo goleador de la historia de Deportivo Marapa, y le expresó su deseo de sumarse al club de Alberdi. “Fue una buena decisión. Salimos campeones de la Liga en 2017”, dice.
En ese momento, su pase pertenecía a Atlético, pero decidió continuar en Marapa para jugar el Federal C de 2018. El equipo sureño perdió la final frente a Villa San Antonio, de Salta.
En 2021, después de la pandemia, Díaz volvió a ilusionarse. Central Norte lo convocó para realizar la pretemporada y estuvo un mes en Salta. Todo indicaba que jugaría el torneo Federal A, pero un rebrote de covid lo obligó a regresar a Tucumán. Cuando debía reincorporarse, el club decidió cortar el vínculo. “Fue otra frustración. Sentí que estuve cerca de cumplir mi sueño, pero otra vez tocó remar”, confiesa.
Tras un regreso a Marapa y un paso por Deportivo Aguilares, recibió el llamado de Ricardo Amaya para sumarse a Jorge Newbery. Aunque alternó entre titularidades y suplencias, festejó un nuevo título de la Liga. “Al principio quería irme porque no jugaba mucho, pero mis compañeros me contuvieron. Al final, la apuesta valió la pena”, asegura.
Para 2025, Díaz tiene objetivos que trascienden el fútbol. Planea terminar el secundario, interrumpido cuando fue convocado por Atlético. Estudió hasta sexto año en la escuela Agrotécnica Juan Mantovani de Santa Ana y ahora cursará un programa acelerado en la Escuela de Manualidades del pueblo. “Presenté el hilo matriz, que es como una libreta con las materias aprobadas, y me lo aceptaron. Este año cierro esa etapa”, concluye.
La historia de Díaz refleja que el sacrificio y el esfuerzo van más allá del fútbol. Aún lucha por concretar su sueño de llegar a una categoría superior en el fútbol argentino.