“Él puede jugar”: La historia del primer partido de Lionel Messi en Grandoli y el orgullo de Rosario

El club mantiene la cancha principal intacta y se volvió uno de los principales puntos turísticos de la ciudad.

IMPONENTE. A metros del club, se puede observar un mural de Lionel Messi durante sus inicios en Grandoli. IMPONENTE. A metros del club, se puede observar un mural de Lionel Messi durante sus inicios en Grandoli. Foto: Gonzalo Cabrera Terrazas / La Gaceta

En Rosario, Lionel Messi no es solo el mejor futbolista del mundo; es parte de la identidad de la ciudad, un emblema que trasciende el deporte y se convierte en un orgullo barrial. Sus murales decoran calles y fachadas, su legado está presente en cada conversación futbolera y su historia se cuenta como un relato que mezcla la épica con la humildad. Y todo comenzó en un pequeño club de barrio, Abanderado Grandoli, donde un día cualquiera, sin que nadie lo supiera, empezó a escribirse la leyenda del “10”.

La escena es casi cinematográfica. En un partido de fútbol infantil, el equipo de Grandoli tenía un problema: le faltaba un jugador. Salvador Aparicio, el técnico, miraba a su alrededor en busca de una solución cuando una voz firme y decidida rompió el silencio: “Él puede jugar”. Era Celia, la abuela de un niño que, hasta ese momento, solo pateaba una pelota en las tribunas.

Ese niño había ido a ver jugar a su hermano cuatro años mayor Matías, pero el destino tenía otros planes. Cuando lo llamaron, aceptó sin decir mucho. Bajó de la tribuna, entró a la cancha y en cuestión de minutos dejó a todos boquiabiertos. Era más chiquito que el resto, pero tenía algo especial. Sus gambetas desconcertaban a los rivales, su velocidad lo hacía imparable y su manera de tocar la pelota con una precisión milimétrica anunciaba que no era un jugador común. Aquel día, Messi jugó su primer partido de fútbol en Grandoli, y aunque nadie lo sabía en ese momento, el mundo estaba viendo nacer a una leyenda.

INTACTO. Así luce el campo de juego donde Lionel Messi dio sus primeros pasos con el fútbol. INTACTO. Así luce el campo de juego donde Lionel Messi dio sus primeros pasos con el fútbol. Foto: Gonzalo Cabrera Terrazas / La Gaceta

El club que vio nacer a Messi y que sigue de pie

Más de 30 años después, Grandoli sigue siendo el mismo club de barrio que le abrió las puertas a Messi. Con una sola cancha principal, sigue funcionando gracias al esfuerzo de dirigentes, entrenadores y familias que trabajan a pulmón para que los chicos y chicas del barrio puedan jugar al fútbol. A pesar de las dificultades económicas, la esencia del club se mantiene intacta: ser un espacio de contención y crecimiento, el lugar donde los sueños pueden empezar con una simple pelota.

“Nosotros le abrimos la puerta a todos, a todas las jugadoras, a todo lo que se hace en el club, todo a pulmón. Estamos muy contentos porque tenemos el mejor del mundo que salió de acá de Grandoli. Todos los chicos se quieren parecer a él”, le explicó Ramiro Bustos, Director Deportivo del Club, a LA GACETA.

Dentro de sus instalaciones, un pequeño museo rinde homenaje a su historia. Trofeos de distintas épocas, fotografías de equipos campeones y, en un lugar especial, imágenes de aquel niño que empezó a escribir su leyenda con la camiseta roja de Grandoli. Entre esas vitrinas, Messi sonríe en una foto con su primer equipo, sin imaginar que años después levantaría la Copa del Mundo.

Pero los homenajes a su historia no terminan ahí. Frente al club, en la intersección de Sánchez de Thompson y Gregorio de Laferrere, se alza un mural que celebra sus orígenes. “De otra Galaxia y de Grandoli”, así se titula la obra que retrata a Messi en sus inicios con la camiseta roja del club.

La intervención artística, a cargo de Lisandro Urteaga, Marlene Zuriaga y Gabriel Griffa, con la colaboración del ilustrador Aldo Vercellino, cubre la Torre 6 de los monoblocks del barrio y se convirtió en un punto de referencia para los fanáticos que visitan la ciudad en busca de las raíces del ídolo.

FACHADA. Así es la entrada al club Abanderado Grandoli. FACHADA. Así es la entrada al club Abanderado Grandoli. Foto: Gonzalo Cabrera Terrazas/LA GACETA.

Un barrio que sigue sintiendo a Messi como suyo

Grandoli no es solo un club. Es el punto de partida de una historia que hoy emociona a todo el mundo. Y aunque Messi conquistó cada rincón del planeta, en este barrio de Rosario sigue siendo el mismo chico que corría detrás de la pelota en la vereda.

“Es un orgullo. La verdad que es un orgullo que el mejor del mundo, de la historia, haya estado con la primera camiseta del club”, expresó Bustos.

Aún hoy, cuando vuelve a Rosario, Messi nunca se olvida de dónde salió. Saluda a cada vecino por su nombre, mantiene su sencillez intacta y cuando le preguntan si alguna vez volverá a jugar en Newell’s, solo se ríe con timidez. Más allá de los Balones de Oro, las Champions y la Copa del Mundo, sigue siendo el mismo chico que un día, sin saberlo, empezó a cambiar la historia en una cancha de barrio.

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