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La tensión en los penales era insoportable. Los jugadores caminaban de un lado a otro, intentando contener los nervios, mientras la hinchada intentaba reprimir el deseo de volver a celebrar después de una temporada que dejó un sabor amargo, caras largas y una tristeza absoluta. Tras un partido sin demasiados sobresaltos y con mucha paridad, San Martín de Tucumán se hizo fuerte desde los doce pasos (algo que históricamente fue una piedra en el zapato para el “Santo”) apoyado en una figura inquebrantable: el gran Darío Sand.
En la previa algo se intuía. Al salir del hotel Amerian, el arquero fue sorprendido por el bocinazo de unos hinchas. “¡Vamos, Darío! ¡Con todo hoy, eh!”, le gritaron desde un auto. “¡Gracias, gracias!”, respondió él, con timidez. Ya en la entrada en calor, la ovación de la hinchada se hizo escuchar otra vez.
Esos mensajes alentadores parecieron surtir efecto en el capitán, que tuvo una actuación clave en un partido que le otorga mucho oxígeno a San Martín en el arranque de una temporada que no será nada sencilla.
Sand volvió a mostrar una tarea sin fisuras. En los 90 le tapó un remate a Emanuel Gigliotti y en los penales se hizo gigante en el arco “santo”.
Con un manotazo espectacular, el correntino evitó que el ex Boca festejara en una de sus primeras intervenciones. Si esa pelota entraba, los avances del “Santo” con Juan Cuevas, la lucha de Martín Pino y el desequilibrio de la dupla Ulises Vera-Franco García quizás no hubieran sido suficientes.
El aviso más claro para San Martín llegó en el complemento, cuando Agustín Giménez remató por arriba. Fue entonces cuando el equipo decidió no arriesgar más y llevó el partido a los penales.
En el banco de suplentes, todos estaban de pie, abrazados. Ariel Martos golpeaba nervioso una botella contra su pierna, mientras Sand sacudía el barro de sus botines contra el palo.
Dicen que los penales son una lotería. Los errores de Pino y Matías García quedaron en segundo plano cuando el arquero volvió a transformarse en la gran figura del “Santo”: atajó el remate de Nicolás Talpone y mostró su chapa para hacer que Gigliotti le acertara al palo y que Brian Negro la tirara por arriba del travesaño.
Peñalba le dio una clasificación que suma mucho en todos los sentidos
El salteño Tiago Peñalba, con corazón tucumano, se paró frente a la pelota, tomó carrera y definió cruzado con algo de suspenso.
Se abrazó a Sand y esperó la llegada de sus compañeros. Así se cerró la clasificación al “Santo” y se inició el festejo que se trasladó hacia el otro arco, en donde estaban los hinchas “santos”, esos que dejaron atrás el dolor para volver a acompañar al amor de su vida.
El nuevo San Martín volvió a mostrar destellos del fútbol que quiere Martos y una idea clara para explotar de cara al futuro.
Está en la próxima ronda de la Copa, en la que tal vez le toque River. Pero eso será otra historia.
Primero está Ferro, el lunes por el torneo. Y ahí debe centrar sus cañones porque este equipo debe seguir puliendo detalles para poder dar pelea.