Por Pedro Verasaluse
La hiperinflación de 1923 después de una relativamente corta “prosperidad”. Grandes industriales y banqueros habían sobrevivido. La pequeña y mediana burguesía (clases medias), arruinada por la alternancia de la inflación y la deflación, acabó sub proletarizada (pobreza).
Los campesinos, los menos afectados por la crisis, eran una minoría en un país industrializado. Los trabajadores industriales sufrían, con el desempleo masivo, una pobreza densa y la búsqueda de empleo parecía interminable. La juventud carecía de toda perspectiva de trabajo o vida “normal”. Cuando la recesión alcanzó su punto álgido en 1932, la República de Weimar perdió toda credibilidad ante la población alemana. Fenómenos de descomposición social se desarrollaron a gran escala (drogas, alcoholismo, prostitución). La desesperación y la ira se volvieron contra los gobiernos a menudo ocupados por los socialistas (SPD).
Toda esperanza, “todo chivo expiatorio” eran aceptados. El nazismo, en una escala mayor que el fascismo italiano, fue capaz de movilizar a la pequeña burguesía desesperada aprovechándose de su miedo a la proletarización. Nacido en los márgenes del ejército, el partido nazi (NSDAP) fue tímidamente financiado en un principio por sectores de la burguesía: el editor de Bruckham, el fabricante de pianos Bechstein.
Con la crisis de 1929, la causa nazi recibió el apoyo de los Konzern (Kirdorf, del carbón; Vorgler y Thyssen, del acero; IG Farben; el banquero Schroeder; etc.), los carteles alemanes. Sus posibilidades de agitación y propaganda, confianza en sí mismos y, sobre todo, su capacidad para sobornar (policía, jueces, militares) permitieron un crecimiento geométrico. A la clase media desesperada, los nazis le proponían remedios contra la angustia: la xenofobia, el racismo y el nacionalismo extremo. Acompañados de una demagogia anticapitalista que apuntaba contra los judíos. Los nazis ofrecían una salida inmediata para los jóvenes desempleados, el empleo en sus filas: un uniforme, las milicias armadas, las SA (tropas de asalto) y luego las SS (Schutzstaffel, destacamento de guardia, pero en verdad guardia privada de élite de Hitler, conocidas como los “camisas negras”).
Empleo, salario, uniforme, daba a los jóvenes lo que ellos pensaban que la sociedad les negaba. La militancia nazi pasó entonces de 176 mil a finales de 1928 a más de un millón en 1932. Hitler llegó al poder sin resistencia de los trabajadores y con el apoyo de la burguesía. Apoyo mediado por el ex ministro de Finanzas del gobierno centrista de Stresemann, Hjalmar Schacht, quien llegó a un acuerdo con el NSDAP a través del banquero Schroeder. Rápidamente, los nuevos dueños del poder pasaron a organizar un nuevo régimen, no sin antes montar una provocación contra el KPD (Partido Socialista Socialdemócrata Alemán) a través de la quema del Reichstag, el Parlamento alemán, el 27 de febrero de 1933.
Con tres millones de marcos proporcionados por las grandes empresas, más el terror de las SA, los nazis crecieron en las elecciones del 33 al 44% de los votos.El 23 de marzo, el Reichstag votó los plenos poderes para Hitler, contra el voto de la bancada del SPD (y con el KPD ya en la ilegalidad), pero con el voto afirmativo del Partido Zentrum católico.
El Partido Comunista Alemán (KPD) había sido expulsado desde el incendio del Reichstag, que fue oportunamente atribuido a los dirigentes del KPD. El 2 de mayo, después de un 1° de Mayo transformado en festividad nazi (pero donde participaba el SPD), los sindicatos alemanes fueron disueltos y sus bienes confiscados. El 10 de mayo, Goering ordenó ocupar todos los edificios del Partido Socialdemócrata, se confiscaron sus fondos y se prohibió su prensa. El 14 de julio de 1933 (el aniversario de la Revolución Francesa), los partidos políticos fueron disueltos, el NSDAP fue proclamado “partido único”, el Estado nazi, la criatura más monstruosa de la historia política, estaba en marcha.
El ascenso de Hitler al poder fue acompañado de la destrucción del movimiento obrero. La base social sobre la que los nazis se apoyaron para su ascenso fue la pequeña burguesía, arrasada y empobrecida por la crisis en Alemania. Fue en ese medio que los mitos antisemitas encontraron su campo más fértil de propagación. La guerra mundial estaba en la agenda política internacional.
Era la forma a través de la cual el imperialismo buscaba un nuevo equilibrio, la destrucción y la carnicería de decenas de millones de hombres.
La mayor crisis (1929), hasta entonces, del capitalismo a escala mundial fue superada a través de un enfrentamiento bélico mundial que provocó una destrucción sin precedentes de las fuerzas productivas sociales, restauró un precario equilibrio para la acumulación de capital, mediante el sacrificio de millones de vidas, la mayor catástrofe experimentada por la civilización humana.
La tríada guerra-barbarie-revolución, que irrumpió en la guerra de 1914-1918, volvió a aparecer en Europa (y el mundo) con la Segunda Guerra Mundial.