

Hay una zona en la que el campo y la ciudad se desdibujan, pierden sus líneas divisorias y la postal que deja este collage es la de un espacio casi anárquico. Allí, el cemento avanza desordenadamente sobre viejas fincas de limones y hay que afinar al máximo los sentidos para anticiparse a las sorpresas, que pueden llegar en la forma de una moto sin luces que aparece de la nada, de un bache asesino oculto por agua estancada, de un carro que se sube al pavimento sin previo aviso o de un camión enorme cargado con ladrillos que avanza a paso de hombre. En los alrededores del Camino del Perú, la suma de los padecimientos urbanos se expresa en lo que ocurre sobre la cinta asfáltica y sus alrededores. La gran pregunta es: ¿esto cambiará alguna vez?
Hay una disociación entre el modo en el que el Gran San Miguel de Tucumán crece y evoluciona respecto de cómo reacciona el Estado a ese desarrollo. Esto se manifiesta con claridad en la ruta 315 -también en la Francisco de Aguirre, entre muchos otros lugares, pero eso da para otra columna. Volviendo al Camino de Perú, allí aparece un factor determinante: es una zona fronteriza, que divide jurisdicciones y responsabilidades. Es decir, posee muchos “dueños” pero, al final del día, termina siendo de nadie. Así, distintos municipios, comunas y organismos provinciales aparecen como los responsables de ordenar situaciones que en otros puntos de la ciudad están resueltas. Analizar lo que pasa con esta ruta convertida en avenida puede servir para iluminar lo que sucede en otros puntos de la ciudad.
El primer paso es ubicarnos geográficamente. Como ya se ha señalado, el Camino del Perú es parte de una ruta, la provincial 315, que nace en la intersección del Canal Sur con la avenida Jujuy, al sur de la capital, y se dirige hacia el norte a lo largo de 22 kilómetros. Entre las avenidas Roca y la zona de El Cristo se llama Alfredo Guzmán; luego, Camino del Perú hasta Tafí Viejo. Y, desde allí, se comunica con la ruta 9 bajo los nombres de las avenidas Roca y Constitución. El tramo que nos ocupa es el que va desde el cruce con la Belgrano-Perón a Tafí Viejo.
Desde hace más de una década, allí se produce un crecimiento urbano que no responde a ninguna lógica. A los cada vez más populosos San José y Villa Carmela se suman barrios cerrados relativamente nuevos que conviven con viejas fincas de limones, con citrícolas, con colegios y escuelas, con predios de comunidades religiosas, con cerámicas, con corralones, con clubes y con un sinfín más de establecimientos que aportan su flujo vehicular a una traza que hace mucho quedó devaluada.
Quien deba transitar por allí en horario pico se encontrará con un panorama triste: sobre ese pavimento deteriorado por el agua y la falta de mantenimiento avanzan desde camiones enormes cargados con ladrillos o con limones hasta bikers que salen a entrenarse y carros tirados por caballos. En el medio hay de todo: colectivos urbanos e interurbanos, camionetas, autos, motos, chicos que van a la escuela, vecinos que se mueven a pie, perros y gallinas. La falta de desagües y alcantarillas solo agrava la situación y en estas condiciones no hay infraestructura que aguante.
En este tramo, el Camino del Perú funciona como el punto de encuentro entre Yerba Buena, San Miguel de Tucumán, Tafí Viejo (la influencia de Lomas de Tafí en el tránsito es determinante), Cebil Redondo y San José. Pero a ninguna le corresponde el mantenimiento de la calzada; eso es responsabilidad de la Dirección Provincial de Vialidad. Si nos empezamos a fijar en otras cuestiones, como las pérdidas de agua y líquidos cloacales, el mantenimiento del canal y la seguridad vial, entre otras cosas, seguiremos sumando jurisdicciones y responsabilidades a esta especie de pandemonium urbano.
De autovía a circunvalación
Como se solía decir en las viejas redacciones periodísticas: sobre este tema han corrido “ríos de tinta”. En algunos casos, dedicados a describir proyectos que prometían transformar la zona. De hecho, estas son algunas -solo algunas- de las ideas que circularon durante los últimos 10 años:
- En 2016, los entonces intendentes de Yerba Buena y de Tafí Viejo, Mariano Campero y Javier Noguera, respectivamente, anunciaron que iban a gestionar fondos en Buenos Aires para convertir el Camino del Perú en una autovía parecida a la Diagonal.
- En 2021, las autoridades de la DPV habían prometido comenzar a ensanchar la ruta, en el tramo que va desde San José hasta Cebil Redondo -el más complejo-; entre otras cosas, planeaban hacer nuevos desagües, agrandar la cinta asfáltica y crear bici sendas. Nada ocurrió.
- En 2022 se empezó a hablar sobre la idea de hacer una especie de autopista de circunvalación noroeste a través de terrenos privados que estaban sin urbanización. La idea era unir la calle Fanzolato, en Yerba Buena (que conduce directamente a la avenida Perón) con la autopista que va a El Cadillal.
El año pasado, esta propuesta volvió a tomar impulso. Al punto que funcionarios y técnicos de Vialidad realizaron gestiones insistentes con los propietarios de los terrenos que se encuentran entre el punto en el que la Fanzolato se corta y la ruta 315, a la altura de los barrios privados Alto del Cevil 1 y 2 (no es más de un kilómetro) para abrir una calle. Si esto se concretara, el alivio para el Camino del Perú sería inmediato. No hay que olvidar que buena parte del tránsito que lo recorre busca llegar desde el norte y el oeste a la avenida Perón y hace falta una válvula de escape.
En el Ministerio de Obras Públicas aseguran que estas conversaciones se están desarrollando y que podría haber novedades en no mucho tiempo (a juzgar por el avance de los desarrollos inmobiliarios que se están levantando en la zona, cabe imaginar que el interés por abrir la calle es alto). Respecto de la circunvalación, son más cautos. El desarrollo del proyecto avanza. Y una vez que esté terminado y aprobado habrá que salir a buscar financiamiento para realizar la obra. En este caso, los tiempos serán otros.