23 Febrero 2025

Por María Moreno

…Hay que actuar la vaca. Martín Caparrós se sonrió detrás de sus bigotes en forma de manubrio porque había encontrado la síntesis del género crónica. Me explico: el CEO del género Jon Lee Anderson se había emperrado en que Vida una vaca de Juan Pablo Meneses no era una crónica. ¿Por qué?

Porque el autor no vivía literalmente con una, aunque la había observado, analizado sus humores cambiantes en cornadas y patadas, narrado hasta las ubres, como buen cronista que era. Pero Anderson insistía en que era una ficción –Caparrós y él habían coincidido como jurados en un concurso de crónicas-. Cuando me contaba el affaire vaca durante una charla, se acordó de Robert De Niro, de cuando se entrenaba para encarnar a un homeless en una calle pesada de Nueva York adonde lo visitó el británico John Gielgud. De Niro le explicaba que se alimentaba con sobras, no se bañaba, dormía cubierto de diarios viejos y hasta estaba a punto de conseguir el típico pie de trinchera, todo para identificarse con el personaje. Gielgud lo miró y le dijo lacónicamente: ¿y por qué no lo actúa?

Estábamos de acuerdo, despotricábamos contra los cronistas que sufrían el totalitarismo del gran tema –vida de una travesti, un tsunami, los pobres haciendo de pobres- y lo escribían a la que me importa, confiados en su mera fuerza efectista.

A Caparrós tampoco le importaba que el viejo Kapuscinki se hubiera encontrado o no a Lumumba en un camino de África, sino que contara África como nadie. A mí tampoco. Además, la IA afirma que escribí El amor en los tiempos del cólera.

*Fragmento.

Informate de verdad Aprovechá esta oferta especial
$11,990 $999/mes
Suscribite ahoraPodés cancelar cuando quieras
Comentarios
Cargando...