

¿Y los hinchas? ¿Qué dicen los hinchas? Seamos más claros: ¿qué dicen los hinchas de Boca? El viernes por la noche era el gran interrogante. Habían pasado apenas tres días de uno de los mayores papelones en la era moderna de Boca. Un equipo de estrellas diagramado para reinar en la región pero eliminado en la propia Bombonera por Alianza Lima, que lo dejó afuera inclusive del cuadro principal de la Libertadores, sin siquiera entrar al certamen. Al hincha no le interesa el golpazo económico (estrellas con salarios en dólares), sino el deportivo. Se presagiaba una tormenta en la Bombonera. No fue así. Es cierto que los coros en los minutos previos fueron subiendo de temperatura. Era lo mínimo que podía esperarse, igual que los silbidos al DT Fernando Gago. De los nombres pesados, Marcos Rojo fue silbado y hubo aplausos que rescataron al goleador Edinson Cavani y al arquero Agustín Marchesín, también centrales en el fiasco contra Alianza, el primero por sus errores, el segundo por su renuncia a la serie de penales.
A juzgar por lo que pasó. El periodismo parecía más enojado que los hinchas. El hincha se expresa en la cancha, es un lugar común. Pero es una obviedad decir que no todos los hinchas pueden ir a la cancha. Que hay toda una masa que sí se expresa entonces en las redes sociales, con todas las limitaciones que impone ese sector, tribuna anónima de insultos y agresiones, en tiempos de odio e ignorancia que ayudan poco (un presidente que le dice “mogólicos” a sus rivales y una agencia de discapacidad que llama “idiotas” a las personas con discapacidades). En La Bombonera están luego las subdivisiones: la barra (La 12 en el caso de Boca) suele cantar de modo distinto al resto de la cancha. Porque Boca hacía tiempo que venía jugando mal y allí seguía “La 12” alentando mientras desde los otros sectores partían enojos. Y luego están las quejas porque muchos asientos del estadio están ocupados por turistas o aficionados que son aves de paso, gente que quiere vivir la “experiencia Bombonera”, selfie para enviarle a sus amigos y decirles “estuve allí”. Muchos de ellos pueden ser hinchas, pero no “de cancha”, como se dice en el fútbol. Ocupan lugares que eran antes del “hincha verdadero”. Entonces, sin hinchas “verdaderos” y con “La 12” alineada con las autoridades (a cambio de prebendas, claro), es más azaroso afirmar ese lugar común de “el estadio habló”. Y lo otro a preguntarse luego es qué significa eso. Porque el estadio puede hablar. Pero el que juega es el equipo.
El viernes, el Boca de Gago jugó tal vez uno de los mejores partidos de su ciclo. Especialmente por la regularidad del juego. Y ante un rival calificado, que venía siendo uno de los mejores del torneo. ¿Bastará un eventual título local para atenuar los informes de que Gago será despedido apenas llegue una nueva derrota? El Mundial de Clubes en junio en Estados Unidos asoma como esperanza de competencia internacional. Es un torneo que, aunque se trate de fútbol, debería ser de Europa. Una actuación digna de Boca quedaría en el estante de “aprobado”. Lo primero que precisa el Boca de Juan Román Riquelme-presidente, de Gago-DT y de Cavani capitán en ocaso es volver a contagiar entusiasmo. El Racing de Gustavo Costas acaso le sirva de espejo. Porque no sólo gana títulos. Cumple con una regla esencial del deporte más popular del mundo: contagiar, trasmitir fe.