Cuando todos los programas informativos comenzaban a analizar el discurso del presidente Milei, por la apertura de las sesiones del Congreso, los reflectores se desviaron para informar sobre el altercado entre el diputado Manes y el asesor Santiago Caputo. Inmediatamente quedó de lado el positivo balance que, según el propio presidente, hizo de su primer año de mandato ante un congreso semivacío por la ausencia del arco opositor, y copado por la propia tropa. Durante su alocución el primer mandatario tuvo un cruce de palabras con Manes, provocando la intervención, desde los palcos, del asesor caputo. todo esto en el contexto de los festejos de la barra libertaria por los logros conseguidos y sus agresiones verbales al mencionado diputado. Sencillamente, lamentable. Lo primero que debemos resaltar es el talento inigualable que tiene este gobierno para convertir una boda en un funeral. Y lo decimos porque sin importar la magnitud de los éxitos conseguidos, todo puede pasar a segundo plano ante la menor insignificancia. En este caso, nuevamente, gracias a un personaje ignoto para millones de argentinos pero que logró concentrar muchísima influencia como asesor presidencial y que, junto a la hermana del primer mandatorio, integran el reducido triángulo de poder del gobierno. Cuando aún no se acallaron los ecos del criptogate, en donde también este imberbe funcionario interrumpió una entrevista televisiva para corregir una respuesta del Presidente, nuevamente es mala noticia por dicha agresión, que ya fue denunciada penalmente por el parlamentario. A esta altura de la gestión ya no caben dudas que las dos personas más influyentes y cercanas al presidente son altamente nocivas para la misma, fundamentalmente porque no poseen ninguna experiencia política y lo demuestran a cada momento. Y en vez de tranquilizar los ánimos hacen exactamente todo lo contrario. Y el presidente lo dejó más que claro cuando habló de quién y como maneja la guillotina y en esa volteada caen todos: desde la propia vicepresidenta, pasando por cualquier funcionario, siguiendo con los periodistas (un blanco preferido), artistas, cantantes, etc. etc. Para llenar el cartón, en la militancia de “las fuerzas del cielo” si hay algo que sobra es intolerancia y estupidez, con destacados talibanes mediáticos que, ante la menor señal del líder, saltan a la yugular sin miramientos. En definitiva: seguramente este presidente podrá vencer en las urnas a la impresentable oposición que quiere hacerle frente, pero parece muy difícil que derrote a sus propios enemigos internos: su insoportable soberbia y la violencia (física y verbal) que derrama a cada paso que da.
Ricardo A. Rearte