Milei en baja y ahora, deberá mostrar su sangre fría ¿Cinturones para todos y todas?

Javier Milei. Javier Milei.
Hace 6 Hs

Por Hugo E. Grimaldi

La falta de perseverancia o la interrupción de políticas económicas antes de que puedan consolidarse es un problema recurrente que ha afectado a la Argentina y marca con claridad como la dirigencia en general no ha tenido casi nunca la técnica, el empeño o la pasión que tiene un buen ajedrecista, alguien que piensa e imagina equis cantidad de jugadas hacia adelante. Es en ese defecto, el que se ha venido sucediendo en distintos gobiernos y que, de alguna forma, representa el cortoplacismo (y la resignación) que sobrevuela a la sociedad, está seguramente una de las claves de la decadencia.

A todos esos gobernantes, las urgencias económicas y sociales los llevaron a priorizar soluciones inmediatas en lugar de persistir con reformas estructurales, de fondo, ya que nunca pudieron pasar de la etapa del sinceramiento y el equilibrio a la del crecimiento sostenido, con todo lo que eso conlleva: inversiones genuinas, recuperación del empleo, progreso social y espejo para las generaciones futuras.

En cada uno de los ejemplos históricos que se pueden mencionar, sobre todo los de los últimos años, han incidido también factores internacionales que, ante un paciente en problemas se tornaron complicados de sobrellevar (esta vez ha sido Donald Trump y la guerra arancelaria) y también otros bien locales, como es la cuestión electoral, la llamada “maldición de los años impares” (esta vez más maldita porque el oficialismo necesita sumar bancas imperiosamente desde diciembre) o el temor de los gobiernos al “qué dirán” para ir a fondo de una vez y, si se puede, para siempre.

En este escalón valen mencionar las resistencias-chantaje que los promotores del modelo de bolsillos llenos para la clase política y sindical y de mendrugos para los menos favorecidos hicieron siempre en la calle, sobre todo para ellos. El término “ajuste” fue demonizado y la sociedad creyó durante mucho tiempo en el improbable maná que prometía la demagogia. Cuando se dio cuenta cómo era la cosa, entonces llegó Javier Milei y prometió que iba a cambiar el paradigma, yendo a fondo contra lo que llamó “la casta”.

Hoy, el gobierno nacional está genuinamente esperanzado en que el Acuerdo que se va a firmar con el FMI sea esta vez muy diferente a otros anteriores e imagina un final opuesto, porque la profundidad de la reducción que se hizo sobre el gasto público parece indicar que los fondos que van a entrar no van a ser necesarios esta vez para financiar excesos, sino para terminar de arreglar las malas políticas recibidas en herencia: el cepo, los papelitos de colores que tiene en su balance el BCRA, la agobiante (e injusta) presión impositiva y las vetustas leyes laborales, todos temas que, no resueltos, bajan el interés inversor hacia cualquier proyecto. Y aunque el RIGI parece funcionar en mayor escala, los pequeños y medianos que tienen empresas más chicas y que generan mucho empleo, están a la expectativa. 

Más allá de este cuadro de situación que ayer mismo se distorsionó en la City por rumores (otro clásico) y provocó cierto temblor por una fuerte demanda de dólares que obligó a vender casi U$S 500 millones y con mucho movimiento en el dólar-futuro, el Milei que llegó con su motosierra y sus modales disruptivos y a veces poco republicanos está en este mismo momento en una verdadera encrucijada del camino que ha prometido recorrer para salir de una vez de tanta mediocridad sobre mediocridad, la que se fue acumulando durante las últimas décadas.

Lo concreto es que el aura que el Presidente supo conservar durante todo 2024 ha quedado amenazada desde el viernes 14 de febrero, cuando se le ocurrió mandar por la red X: “La Argentina Liberal crece !!! Este proyecto privado se dedicará a incentivar el crecimiento de la economía argentina, fondeando pequeñas empresas y emprendimientos argentinos. El mundo quiere invertir en Argentina”, señaló entonces y puso al completo el Código asignado al Contrato.

Habrá sonreído el Presidente durante un par de horas hasta que se dio cuenta que había sido atrapado (¿engañado?) porque el mercado lo manejaban otros y la plata había volado y entonces no tuvo mejor idea que embarrarse del todo declarando en otro posteo su ignorancia sobre el tema. El resultado fue que se rompió el encanto. A partir de ese doble error no forzado, le han aparecido a Milei por delante y en fila todos esos carteles de advertencias locales e internacionales, más de un cisne negro que lo desestabilizaron emocionalmente a él y a todo su Gobierno, sobre todo al triángulo del poder, ya bastante vapuleado por los contactos que han tejido y que día a día van saliendo a la luz no sólo en el caso de $LIBRA (visitas previas a la Rosada), sino en el caso del avión que llegó a Aeroparque con una carga aparentemente no controlada. Una nueva casta ha empezado a tomar forma y eso no pasa inadvertido ni es gratis.

Desde lo más formal, en primer término, hubo una señal internacional negativa y clarísima, como son los devaneos proteccionistas de Trump que han descolocado ideológicamente al presidente argentino y le han hecho abrir los ojos sobre el castigo a varios productos locales. Pero, además, el belicoso nuevo presidente de los EEUU quedó enfrentado a Europa, México, Canadá y China y eso fue lo que impactó en los mercados y por lo tanto, en los activos argentinos afuera, con baja de precios de acciones y bonos y suba del riesgo-país.

En materia local, hubo también cimbronazos y varios interrogantes se abren para ver hacia dónde va a salir finalmente la opinión pública: lo que se dirimió en la calle (jubilados, hinchas, la izquierda, destrozos y represión), más la bochornosa Apertura de Sesiones, el drama de Bahía Blanca, las múltiples discusiones que se vienen dando en el Congreso con temas que están enlazados, quizás desde la perspectiva de conseguir hacer allí un canje de figuritas. Allí, hoy se tironea por la Corte y Ficha Limpia en el Senado casi en paralelo (el jueves será el día clave) y muchos creen que podría haber sintonía nada menos que con el kirchnerismo: “no la tocamos a Cristina y ustedes nos votan a los dos jueces”.

La grave pelea que hubo en la semana en el recinto de los Diputados (mientras en la calle se sucedían los incidentes y algunos legisladores fueron a mostrar allí su demagógica presencia) concentró dos o tres situaciones bien sensibles también y algunas de ellas se fueron sucediendo como si la venganza política estuviera en tirarse con proyectos y Comisiones: formar una para investigar el criptogate, otra para quitarle las Facultades Extraordinarias al Presidente y, por fin, también para pedirle juicio político a Milei.

Este último punto tensó la cuerda con las autoridades de esta Comisión (dos ex libertarios que fueron electos, pero que nunca fueron reconocidos), quienes como no se querían mover de sus bancas (a Oscar Zago lo sacaron a los tirones) aportaban al quórum que Martín Menem buscaba liquidar para irse de una buena vez del estrado y cortar la sesión. Cuando el número quedó en 128 dijo chau y el kirchnerismo, con Máximo K a la cabeza, fue a increparlo. En ese revoleo, hubo insultos y piñas a diestra y siniestra. Fue memorablemente triste también la discusión posterior de “alta peluquería” (Aníbal F. dixit) entre las diputadas Marcela Pagano y Lilia Lemoine.

En este cóctel de múltiples desencuentros (y así será todo el año) también tuvo su parte el DNU que el Presidente decidió firmar para cumplir con la llamada Ley Guzmán, por la cual los acuerdos con el FMI tienen que ser aprobados por el Congreso. Pero resulta que para evitar el rechazo de al menos una de los dos cámaras y que aborte el convenio se decidió enviar un Decreto, ya que que sólo necesita el aval de una de ellas para que alcance la llamada “sanción ficta” y tome carácter de Ley. Este vericueto fue ideado y hecho aprobar por Cristina Kirchner en 2006 y sirvió en principio para darle aire a su esposo, a cargo de la Casa Rosada. Todo este cóctel que se fue armando a partir de aquel traspié de Milei, quedó con una cereza arriba a partir de que la CGT hizo lo que el manual le impone a los sindicalistas cuando huelen a debilidad: llamará a un paro general. Un clásico.

La historia dice que otros gobiernos anteriores vivieron ebulliciones semejantes y que entonces se paralizaron y no pudieron llegar a hacer el clic. Y como muchos otros casos, la verdad es que el propio Milei entró en una etapa de franca debilidad política (y probablemente de baja en las encuestas) y está en él superarla o que la historia se repita. Ahora, deberá elegir qué hacer: en términos macristas, gradualismo o shock. Si bien no se refería puntualmente a este tema, hay que tener en cuenta que el Presidente acaba de decir en Expoagro: “imaginen que si acelero en las curvas, ahora voy a acelerar mucho más”. ¡A ponerse los cinturones!

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