
El momento de tensión ocurrió el viernes por la noche, durante un reencuentro para que la empresaria entregara a sus hijas luego de 60 días sin que vieran a su padre. El hecho, ocurrido en la casa de Wanda Nara, se convirtió en el escenario de gritos luego de una discusión entre Mauro Icardi y su ex pareja. Vídeos virales han recibido numerosas críticas debido a la exposición de las hijas del jugador y la empresaria en las redes, lo que ha llevado a preguntarse cuál es el límite.
En diálogo con Colomba Nasca, referente de Pañuelos Amarillos, una fundación que acompaña a madres y padres cuyos hijos sufren abuso sexual y violencia de género, explicó cómo el hecho de hablar sobre violencia de género se convierte en un tema conflictivo para la sociedad, volviéndose en algo que afecta la conciencia social. “En este caso tan mediático se cuestiona mucho a la madre por recurrir a los medios de comunicación. Sin embargo, esto deja de lado el verdadero punto, que es la violencia de género”, comenta.
Según la referente, para que exista un agresor, debe haber una víctima atrás con dependencia emocional. “En estos casos, la madre es quien suele recibir gran parte de las críticas porque se considera que es emocionalmente dependiente. El violento no es así por sí mismo, sino que está funcionando en un círculo en donde ya está adaptado a esa violencia, es la forma de vivir todos los días”, explica.
Cuando hablamos de perspectiva de género, nos referimos a contemplar toda la situación, no solo los derechos del padre, de la madre o del niño de manera aislada. Además, existen otros factores dentro de la relación que deben ser considerados. “Recordemos que Wanda es una mamá que tiene leucemia, entonces eso también genera mucha más vulnerabilidad. Eso hace ver la perspectiva de género, hace que quizás sus hijas no se quieran ir de su lado, tienen miedo”, señala Nasca. “La madre, al haber sido víctima de violencia, busca proteger a sus hijas. Por eso, el grito desgarrador de Wanda no solo responde a la situación actual, sino a las amenazas y agresiones que han vivido como familia”, concluye. La perspectiva de género implica analizar la trama familiar completa y no solo los derechos legales de cada uno.
“La violencia existe y persiste. Es fundamental que los jueces tomen medidas efectivas para proteger a los niños. Algunas resoluciones han sido minimizadas, estas medidas no siempre se han respetado y la violencia sigue presente” añade.
Según la referente, es crucial que se valore la perspectiva de la niñez, algo que implica escuchar a los niños y entender cómo quieren vivir. “A veces se dice que sus palabras están influenciadas por la madre, pero en realidad expresan su propia experiencia. No se trata solo de manipulación, sino de su vivencia real”.
Niños vs. exposición
El “sharenting” implica la sobreexposición de los datos personales de los hijos por parte de los padres. Es decir, los padres ejecutan una acción sin considerar las consecuencias a largo plazo. Hernán Navarro, abogado y presidente de Grooming Argentina, señala, “desde mi perspectiva, aquí hay una colisión de derechos, por un lado, el derecho de los padres a publicar imágenes como una expresión de amor; por otro, la ausencia de decisión del niño, niña o adolescente, quien no es propiedad de sus padres y puede no querer ser expuesto en redes. Subir imágenes de nuestros hijos genera un efecto que va más allá de la simple acción de publicarlas”.
Asegura que este tema es algo con lo que vienen trabajando en las escuelas del país, donde le preguntan a niños de entre 9 y 11 años si les gustaría que sus padres subieran fotos de ellos desde su nacimiento hasta la actualidad. “La respuesta es un ‘no’ rotundo. Los niños, niñas y adolescentes son sujetos de derecho, no propiedad de sus padres. No solo se trata de una acción amorosa, sino que también puede derivar en situaciones como la suplantación de identidad, el ciberbullying o, en el peor de los casos, el acceso de pedófilos a imágenes de menores”, afirma.