

Existe un preconcepto sobre los programadores. Creemos que son personas que siempre están en su computadora escribiendo código y resolviendo complejos problemas para obtener soluciones para distintos aspectos de la vida digital. Además, creemos que son expertos en matemática, lógica y tecnología, y portan un saber casi indescifrable para el común de las personas. Lo son sin duda, pero gracias a la inteligencia artificial, el universo de la programación está a punto de comenzar un proceso de democratización.
Los motivos son varios. Sin duda, la educación en edades tempranas ha comenzado a interesarse en saberes tecnológicos que puedan dotar a los más pequeños habilidades como la robótica, disciplina que se ha masificado en los últimos años en ámbitos escolares o la educación informal. Pero más allá de estas iniciativas, existe una ola que está creciendo en ámbitos productivos y que podría convertirnos a los usuarios comunes en creadores de aplicaciones o programas.
Hasta hace poco existía un concepto llamado “no-code”, una tendencia en el campo de la tecnología que promovía la creación de aplicaciones, la automatización de procesos y el desarrollo de soluciones digitales sin necesidad de programar. Las soluciones estaban basadas en herramientas visuales e interfaces intuitivas que eliminaban la barrera del código, permitiendo que personas sin conocimientos técnicos pudiesen construir productos digitales.
De manera relajada
La tendencia del “no-code” sigue vigente y cuenta con excelentes productos en la web pero en los últimos meses en las redes sociales se está gestando una nueva movida llamada “vibe-coding”, la cual reflota una idea de programar de manera relajada, sin propósitos específicos y priorizando el momento lúdico y creativo. Influencers, periodistas y especialistas en tecnología están destacando plataformas que ofrecen algo hasta ahora nunca visto: el usuario necesita una solución tecnológica, la escribe en un “promt” y la plataforma comienza a escribir todo el código necesario para crear dicha aplicación. Todo ocurre en cuestión de segundos. Como por arte de magia, se observa cómo el sistema lanza archivos y líneas de código. Además, explica en detalle qué hace cada parte del programa.
Una de las aplicaciones que se está popularizando para experimentar con “vibe-coding” es Cursor, un entorno para desarrollar sistemas muy similar a Visual Studio Code, el producto estrella de Microsoft que durante años dominó el mercado entre los programadores. La aplicación es gratuita y cuenta con un “bot” integrado que puede responder cualquier consulta. Ofrece una cantidad limitada de créditos para trabajar y utiliza modelos de IA avanzados como los de OpenAI o de Claude. Otra opción que funciona en la nube es Bolt, una aplicación que también cuenta con un “bot” que recibe instrucciones del usuario y crea código casi en tiempo real. Después de varios minutos de órdenes y afinar detalles, se puede contar con un programa, videojuego o una web lista.
El año pasado, el CEO de Google, Sundar Pichai, hizo una revelación impactante que ayuda a dimensionar cómo está cambiando la programación en estos tiempos: reconoció que más de una cuarta parte del nuevo código del ecosistema de la empresa es generado por IA. Sin embargo, el propio Pichai advirtió que esta tecnología no está reemplazando a sus ingenieros, sino que está agilizando procesos y se está encargando del trabajo más mecánico que luego será revisado por profesionales. “La IA lo hace y luego es revisado y aceptado por los ingenieros”, agregó.
Plataformas como Cursor y Bolt pueden hacer más accesible el mundo del desarrollo para personas que no tienen todos los conocimientos técnicos necesarios, pero sí el ingenio para crear un producto. Si bien necesitan una base para entender cómo funciona el código de sus aplicaciones, se reducen las barreras de acceso y se podría gestar un momento similar al que se gestó cuando la publicación de contenidos en internet se hizo masiva, la llamada “web 2.0”. No se trata de reemplazar los saberes profesionales de los programadores -al fin de cuentas, gracias a ellos tenemos estas disruptivas soluciones-, sino de incorporar una nueva forma de pensar y expandir nuestras habilidades. Estas herramientas nos facilitan el trabajo, pero al mismo tiempo nos exigen ser precisos y detallistas con lo que queremos, sino el resultado nunca será de valor.