Llegó a Monteros para jugar al vóley, se enamoró de una tucumana y encontró un hogar para toda la vida

Agustín Cáceres aseguró que, luego de que termine su carrera deportiva, se instalará en la provincia de manera definitiva.

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Agustín Cáceres jugó la Liga A1 para Monteros Voley. Agustín Cáceres jugó la Liga A1 para Monteros Voley. @agustinsebacaceres
08 Abril 2025

Cuando Agustín Cáceres llegó a la provincia lo hizo con un solo objetivo: jugar al vóley. Esa es la razón puntual que lo impulsaba a empacar sus recuerdos y a trazar un nuevo rumbo hacia algún punto cardinal del planeta. Lo que cambió al convertirse en jugador de Monteros Vóley es el punto de partida de los viajes. Dejó el bullicio porteño para ir hasta rincones remotos del país con el vóley como brújula, marcando el ritmo de sus días y la dirección en la cual debe moverse.

Sin embargo, en ese ir y venir constante, en tierras tucumanas pasó algo diferente. Elegir Tucumán no fue una decisión racional basada en oportunidades o conveniencias; fue un acto del corazón. 

Aquel primer desembarco en nuestra provincia para jugar la Liga A1, se presentaba como un capítulo más en su bitácora deportiva. Venía de Buenos Aires, de la vorágine metropolitana, y en Monteros parecía que el ritmo se pausaba. El destino, caprichoso y a menudo cómplice, tenía otros planes para él: quedar anclado por el amor no por el torneo tucumano, una liga que tiene pasión genuina amateur, algo que en una trayectoria como la de Cáceres no resta y suma poco.

Si el vínculo con Monteros Vóley se cortaba mucho antes de lo que se terminó, el jugador que ocupa el puesto de central, se iba a quedar lo mismo. “Me quedé en Tucumán después de haber jugado la primera Liga A1 con Monteros Vóley para disputar el torneo tucumano y también para estar con quien actualmente es mi esposa”, confesó el bonaerense. Aquella decisión, ligada a la continuidad deportiva, tenía un lazo mucho más profundo; un imán invisible que lo atraía hacia una persona que se iba a convertir en su compañera de vida.

El vóley, ese deporte que lo había impulsado a explorar cada rincón del país e incluso aventurarse en Brasil y Bolivia, lo depositó en un lugar que, en principio, no figuraba en sus planes a largo plazo.

¿Se quedó en la más linda de todas las ciudades que conoció? La pregunta, lanzada con picardía, evoca una sonrisa cómplice en Agustín. Melissa, psicóloga social de profesión, trabaja en el Patronato de Internos y Liberados, desarrollando una labor de reinserción social para quienes infringieron la ley.

Por eso, ya desde hace ocho años, el hogar al que siempre regresa, se encuentra aquí. “Nos quedamos porque acá tenemos nuestra casa y mi esposa tiene su trabajo”, explicó.

El flechazo inicial se dio en el ámbito que los unía: el club Monteros Vóley. Ella también jugaba, compartiendo la pasión por la red y el esfuerzo en equipo. Entre saques y remates, entre partidos ganados y perdidos, la amistad floreció hasta transformarse en un sentimiento más profundo, que los llevó a casarse en 2022. “Nos presentaron en el club, fuimos amigos y se fue dando la relación”, recuerda Agustín. Ella, punta en el equipo femenino en aquel entonces, decidió dejar la competencia tras la pandemia, pero su apoyo incondicional se mantuvo intacto. “Siempre charlamos después de los partidos; lo malo, lo bueno, y siempre me dice cosas positivas. Es su manera de acompañarme”, revela.

Para un espíritu viajero como el suyo, acostumbrado a la movilidad constante que impone el vóley profesional, echar raíces podría parecer una contradicción. “Estoy acostumbrado a viajar mucho, igualmente tengo el apoyo de mi esposa en mi vida deportiva”, reconoció Agustín, destacando el rol fundamental de Melissa como sostén y compañera en su carrera.

Llegó a Monteros para jugar al vóley, se enamoró de una tucumana y encontró un hogar para toda la vida

La etapa en Monteros llegó a su fin cuando una nueva oportunidad se presentó. San Lorenzo de Almagro es “su lugar” actual en el vóley. A diferencia de cuando residía en Buenos Aires, ahora los traslados que nunca significaron un adiós definitivo al lugar en el que está, cambió por Tucumán. Los paréntesis en su vida se abren y cierran en el norte porque su corazón tiene morada en “El Jardín de la República”.

La reciente experiencia de Agustín jugando para San Lorenzo en la Liga Nacional dejó un sabor dulce en su paladar deportivo. “Fue algo muy grato en todo sentido; desde lo personal, lo grupal y deportivo. Hemos conseguido una instancia histórica para el club y logramos quedarnos con el tercer puesto”, recuerda con orgullo.

Lo más y lo menos

Al hablar de lo que más y lo que menos le gusta de vivir en Tucumán, la respuesta es sincera y directa: “Me gusta estar con mi esposa y lo que menos me gusta podría decir que es el calor”, detalló. La distancia impuesta por su carrera deportiva se acorta gracias a sus frecuentes visitas a su familia en Buenos Aires. “Al estar jugando allí los visito más seguido jajaja”, comentó con humor, dejando entrever la importancia de mantener esos lazos a pesar de la distancia.

Con una mirada analítica sobre el deporte local, Agustín percibe un crecimiento significativo del vóley tucumano en los últimos años. “Creció mucho con la representación en las ligas masculinas y femeninas, dándole al vóley de Tucumán mucha más visibilidad. Eso es lo importante”, destacó, reconociendo el potencial y el avance de la disciplina en la provincia.

De cara al futuro, los planes de Agustín en Tucumán son claros: culminar sus estudios y establecerse definitivamente. “Mis planes son terminar de estudiar para estar preparado cuando llegue el final de mi carrera, ahí me instalaré ya del todo en Tucumán con mi esposa”, afirma con convicción.

Ante la hipotética elección de vivir en otra ciudad que no fuera Buenos Aires, Agustín no duda en colocar a San Miguel de Tucumán en un lugar de privilegio. “No lo tengo por puestos, sino por costumbre. Como vivía en Buenos Aires estoy más familiarizado con la ciudad, por eso preferiría un lugar como San Miguel”, explicó. Así, la historia de Agustín en Tucumán trasciende lo deportivo. Es una crónica de un corazón viajero por el deporte, el que lo llevó por amor a convertir a la provincia no solo en un destino, sino en el hogar donde sus sueños y su futuro se entrelazan para siempre.

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