LA GACETA ha publicado el domingo 30 de marzo una entrevista al Pbro. Liberti, coautor de “La verdad nos hará libres”. Confieso no haber leído el tercer volumen del mamotreto con sus 4.500 notas eruditas, pero la entrevista me lleva a pensar que la “corrección política” ha sido, una vez más, el fantasmón que campea en la progresía católica. Nada dice el entrevistado -ni siquiera lo insinúa- sobre el activismo ideológico del “mártir” Angelelli, ni sobre la cosa juzgada recaída en su causa penal, reabierta mañosa e infructuosamente a instancia de Mons. Jaime de Nevares. Lo lamentable no es la publicación en sí misma, sino esa suerte de espíritu vergonzante que parece animarla, el eufemismo de concluir que la jerarquía eclesiástica no fue cómplice de las atrocidades cometidas en el lapso 1976-1983, pero que sí las “amparó“. La doblez, la equivocidad de ambos conceptos es más torcida cuanto que no se anima a acusar abiertamente de colaboracionismo a la clerecía de aquel entonces. Nos preguntamos si la voluminosa documentación consultada no demuestra algo más que esa timorata conclusión; si no demuestra, por ejemplo, que la Iglesia Católica (me refiero a sus jerarcas de hogaño) sigue disculpándose enfermizamente con el progresismo (el liberal y el de izquierdas) por miedo a ser tildada de reaccionaria y de golpista. Pero además hay otras perplejidades que acosan al lector de la entrevista: ¿por qué empezaron Liberti y Forcat a estudiar el asunto desde octubre de 1975, y no desde 1970? ¿Por qué no se encaró, “sine ira et studio”, la investigación del copamiento marxista sufrido en aquel entonces por la Iglesia, transformándola en un ariete secularizado de la lucha de clases (Carlos Sacheri, éste sí mártir de verdad, escribió su trascendental libro “La Iglesia clandestina”)? ¿No merecían acaso estas cuestiones, esenciales, y no meramente policiales, igual empeño analítico?
Máximo Méndez
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