La Selección Argentina de fútbol logró algo histórico: venció por primera vez a Canadá, la campeona olímpica, en su casa. Un triunfo con goles, orden táctico y ese gustito especial que da ganar de visitante. Nadie se peleó en X, no hubo debates sobre la formación ni teorías conspirativas sobre el VAR. ¿Raro? Bueno, tiene una explicación: no fue la Selección masculina. Fue la femenina.
El encuentro se disputó en el Starlight Stadium de Langford, como parte de una serie de amistosos internacionales que sirven de preparación para la Copa América 2025, que se llevará a cabo entre julio y agosto en Ecuador.
Fue un partido trabajado, jugado con inteligencia y contundencia. Las argentinas golpearon en los momentos justos y defendieron con solvencia ante un equipo que está en el top 10 del ranking FIFA. Pero a pesar de la magnitud del triunfo, en Argentina el partido fue casi invisible.
La transmisión estuvo a cargo de OneSoccer, una plataforma paga canadiense sin acceso gratuito ni difusión masiva en el país. En redes sociales, el eco fue escaso. No hubo mayor despliegue ni análisis. Una victoria sin relato.
Esto no ocurre porque el fútbol femenino no despierte interés. La final de la Copa América Femenina 2022 fue vista por más de 2 millones de personas en Latinoamérica. El Mundial 2023 tuvo una audiencia acumulada de 2.000 millones en todo el planeta y, en Argentina, el debut de la selección frente a Italia superó los 10 puntos de rating. Incluso en el ámbito local, la final del Torneo de Primera División entre Boca y UAI Urquiza en 2023 fue transmitida por TV Pública y tuvo más de 200.000 espectadores en simultáneo.
Costumbre social
No parece ser desinterés, sino costumbre social. Cuando hay difusión, la gente responde. Pero si no se comunica, si no se celebra, el mensaje es claro: no vale tanto. El deporte femenino necesita cobertura sostenida, espacios propios y narrativas consistentes. No alcanza con aparecer en la agenda solo cuando hay un Mundial o un hecho extraordinario.
Este amistoso fue el segundo de dos partidos pactados contra Canadá en la fecha FIFA. En estos encuentros, el cuerpo técnico liderado por Germán Portanova busca ajustar el equipo para llegar con rodaje a la Copa América, torneo que otorga cupos para el Mundial 2027.
El desarrollo del fútbol femenino en el país viene creciendo, pero con enormes desigualdades estructurales. La tucumana Solana Pereyra, actual arquera de la selección y jugadora de San Lorenzo, ha señalado que “no llegamos a cobrar ni un 5% de lo que gana un varón”. Esta brecha salarial refleja una disparidad significativa en el reconocimiento y apoyo al fútbol femenino.
Además, muchas jugadoras deben complementar su carrera deportiva con otros trabajos para sostenerse económicamente. En una entrevista con LA GACETA, Pereyra destacó: “Soy afortunada, porque hay chicas que después del entrenamiento tienen que irse a trabajar”.
En países como Canadá, España o Inglaterra, la profesionalización del fútbol femenino llegó de la mano de una estrategia integral: contrato profesional obligatorio, calendarios fijos, transmisiones garantizadas y, sobre todo, políticas activas de promoción. En Argentina, las jugadoras siguen siendo las principales gestoras de su visibilidad.
El triunfo contra Canadá es una muestra más del potencial del equipo. No se trata solo de lo que ocurre en la cancha, sino de cuánto se está dispuesto a mirar.
Mientras tanto, las jugadoras siguen haciendo historia. Lo que lograron en Canadá no es una sorpresa: es el resultado de un trabajo sostenido.






















