

Son las 15. El sonido de las trompetas y los redoblantes irrumpe en la intersección de las calles Chacabuco y Cochabamba, en Tafí Viejo. Un grupo de hinchas viste camisetas de color azul y amarillo. ¿Son de Boca? Si bien parecen idénticas por la forma del escudo y la franja horizontal en el frente, las casacas pertenecen al “Gigante” de la zona: Villa Mitre. Los decibeles de los cánticos aumentan con el paso de los minutos. ¿Por qué tanta euforia? ¿A qué se debe tanta preparación? El clásico taficeño vuelve a jugarse después de una década, y los hinchas locales quieren ser protagonistas de la fiesta del fútbol.
Villa Mitre es un barrio con un fuerte sentido de pertenencia por su club. Al ingresar en las adyacencias del estadio Hugo Assaff, los postes están pintados de azul y amarillo, y hay uno que otro mural en referencia al “Gigante”. ¿A qué se debe la elección de esos colores? En una de las últimas entrevistas que dio a LA GACETA, Hugo Assaff, uno de los dirigentes históricos del club, explicó que provienen de la combinación entre el cielo y el sol.
A lo lejos aparece un hincha vestido con una pequeña capa amarilla y una “B” en el centro del pecho. “No tenemos barrabrava, todos somos hinchas comunes que amamos al club. Compramos bombas, papeles, tambores, hicimos fantasmas y cajones… Preparamos de todo para este partido que esperamos hace bastante”, dice Franco Lizárraga, autor del “fantasma del descenso”, una gastada habitual dentro del fútbol argentino y más que válida para este encuentro.
El “León” pasó los últimos 10 años en la Primera B de la Liga Tucumana, por lo que el clásico taficeño estuvo paralizado más de una década. “Juventud (Unida) no existe. Todos sabemos que el verdadero clásico de Tafí es Villa Mitre-Talleres. Tenemos que disfrutarlo. Es una pena que a ellos no los hayan dejado pasar con los instrumentos”, reflexiona.
Otro hincha porta un cajón negro con una fecha inscripta: 12 de agosto de 2006. Ese día, Villa Mitre venció 2-0 a Talleres en una final por el ascenso a la Primera A de la Liga Tucumana, en cancha del “León”. Daniel Díaz, actual presidente del “Gigante”, fue el autor del segundo gol. “Es uno de los recuerdos deportivos más lindos de mi carrera, porque definíamos el ascenso. Habíamos perdido 1-0 la ida y lo dimos vuelta en su cancha. Más allá de eso, quiero que vivamos una fiesta en paz. Esa es la consigna que nos propusimos entre los dirigentes”, indica.

Las boleterías están colmadas. Los precios parecen quedar en un segundo plano: la entrada para los locales cuesta $10.000 y para los visitantes el precio es de $12.000. Los accesos presentan un gran control policial: en los ingresos, un grupo de policías se encarga de realizar una requisa minuciosa para retirar posibles proyectiles u objetos peligrosos. “Tenemos 50 agentes distribuidos dentro y fuera de la cancha”, detalla el presidente. Según la dirigencia, se invirtieron alrededor de $800.000 para garantizar la seguridad de los asistentes.
El estadio de Villa Mitre presenta las características de una cancha antigua: una tribuna principal sin butacas y techada (con pilares que entorpecen la visión de los hinchas), una serie de plateas de cemento al ras del campo y dos gradas detrás de los arcos.

Los fanáticos de Talleres también hicieron su fiesta. La concentración fue en la esquina de la avenida Hipólito Yrigoyen y la calle Sargento Cabral. A diferencia de los locales que ingresaron temprano, los hinchas del “León” fueron llegando de manera paulatina hasta colmar la tribuna visitante. Así, el estadio alojó a unos 5.000 fanáticos de ambos clubes.
El partido
El duelo comenzó 20 minutos más tarde de lo programado (a las 16.20), y el recibimiento fue digno de tal espectáculo. Fuegos artificiales, humo, cánticos y cargadas marcaron el inicio del partido. El “fantasma” Lizárraga fue uno de los más eufóricos: se colgó de uno de los alambrados y entonó con fuerza las canciones del “Gigante”; mientras que por el lado del “León” se desplegaron banderas y paraguas para alentar a sus jugadores.
Villa Mitre mostró una postura timorata desde el inicio. El equipo dirigido por Aníbal Roy González intentó manejar la pelota, mientras que Talleres optó por replegarse defensivamente. La contraposición de estilos provocó que durante la primera mitad no hubiera ninguna opción de gol: ni siquiera se registraron intentos de media distancia, lo que derivó en un primer tiempo somnoliento.

A los 40’, Franco Delgado, de Talleres, generó la primera y única jugada de peligro: superó la marca del defensor Jesús Callata y lanzó un disparo que impactó en el palo del arco de Villa Mitre.
El segundo tiempo no cambió de sintonía. Talleres buscó el gol con galopadas de los extremos Emir Ojeda y Fernando Rigazzio. El “Gigante”, en tanto, se limitó a defenderse y mantuvo su arco en cero. En consecuencia, el duelo finalizó 0-0, y ambas parcialidades se retiraron del estadio sin generar ningún inconveniente.
Más allá del resultado, el clásico taficeño fue una verdadera fiesta del fútbol, en la que los hinchas priorizaron el espectáculo deportivo. ¡Ojalá se repita pronto!
