Faltan lugares para practicar deportes masivos

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15 Abril 2025

La presentación de Andrés Calamaro, la semana pasada, en el Palacio de los Deportes no solo marcó el regreso de los grandes recitales a ese mítico escenario tucumano, sino también el inicio de una nueva etapa en su historia: una reconversión que lo aleja del deporte como función principal para transformarlo en un espacio dedicado, casi exclusivamente, a espectáculos culturales y musicales.

Así lo había confirmado la propia intendenta Rossana Chahla, al anunciar que las actividades deportivas que hasta ahora se realizaban en ese recinto iban a ser trasladadas al Complejo Ledesma, ubicado en avenida Sarmiento y 25 de Mayo. “La cultura también genera trabajo”, justificó en sus declaraciones.

En efecto, la industria del entretenimiento mueve millones, dinamiza sectores como el turismo, la gastronomía y el transporte, y ofrece una plataforma para artistas locales y nacionales. Sin embargo, la pregunta que se impone es: ¿qué lugar se le está dejando al deporte? El Palacio de los Deportes tiene una historia rica y multifacética. En sus décadas de existencia fue testigo de momentos deportivos memorables, pero también de eventos religiosos, sociales y hasta políticos. Fue incluso locación del cine tucumano en la película “El motoarrebatador”. También sufrió períodos de abandono, cierre y deterioro. Por eso, su refuncionalización y jerarquización son, en principio, una buena noticia.

Eso sí, el giro definitivo hacia lo cultural en desmedro del deporte plantea un dilema. Tucumán necesita lugares de expresión artística, de eso no hay dudas. Pero también necesita infraestructura deportiva y eso no es un tema menor. En una provincia con altos índices de sedentarismo infantil y con una Liga Tucumana de Fútbol atravesada por conflictos de seguridad y precariedad organizativa, el acceso a espacios públicos para la práctica deportiva debería ser una prioridad. El deporte es salud, contención, formación en valores y oportunidad y no puede seguir cediendo terreno sólo porque no genera el mismo rédito económico inmediato.

El caso del club Central Córdoba refuerza esta tendencia: su actividad principal ya no pasa por lo futbolístico, ni siquiera por el básquet o la natación (sus deportes más fuertes) sino por los recitales. Es una señal de época, pero también una muestra de cómo el deporte popular va perdiendo sus espacios naturales frente a una lógica de rentabilidad que parece imponerse.

La reconversión del Palacio de los Deportes es, entonces, una oportunidad para repensar el mapa urbano y las políticas públicas: ¿dónde se va a practicar deporte masivo en la ciudad? ¿Cómo se garantizará que niños, niñas y jóvenes tengan acceso gratuito y seguro a lugares para entrenarse, competir y compartir?

Celebrar la vuelta de los recitales es justo y necesario, pero no debe ser a costa de resignar otro derecho fundamental. Tucumán no puede darse el lujo de seguir perdiendo espacios deportivos sin ofrecer una respuesta estructural que esté a la altura de esa pérdida. Si la cultura nos eleva, el deporte nos sostiene. El desafío está en equilibrar ambos mundos sin que uno tape al otro.

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