Gobernar es explicar: devaluación, precios y un Milei que tiene sus propias ñoñerías

Por Hugo E. Grimaldi para LA GACETA.

Javier Milei. Javier Milei.
19 Abril 2025

Cuando agrandado por la salida del cepo y para no dar el brazo a torcer, Javier Milei se dedicó a pegarle a los “econochantas” y a los “periodistas ensobrados” en relación al tema del atraso del tipo de cambio y a las apretadas que le pegó el FMI para aprobar financiamiento y desembolsos, quiso hacer parecer que todo se hizo de acuerdo a un plan prestablecido y que quienes habían anticipado parte del camino no tenían razón. Sin embargo, eso no ha sido nada más que marketing, porque las cosas sucedieron en línea, tal como se lo habían advertido casi todos ellos, algo que el Gobierno niega: que había que salir del sistema de tipo de cambio de ajuste al 1% mensual, porque no daba para más. Su tozudez lo hizo parecerse al “ñoño” que tanto él critica.

Antes de sumarle al análisis más contenido político y sobre todo económico, primero hay que tomar en cuenta algunas referencias cambiarias que servirán para ver todo el paisaje. El pasado viernes 11, horas antes de que el gobierno nacional hiciera el anuncio sobre la salida del cepo, el nuevo régimen de bandas y el fin de un sistema que no se sostenía más, el llamado “dólar oficial” o mayorista había cerrado a $1.097,25 para la venta. En la multiplicidad de variantes que había por entonces, existía el llamado “dólar blend” para exportadores agropecuarios, una mezcla del oficial (80%) y el financiero (20%), cuya cotización cerró a $1.145,00 y que es la clave del asunto.

Ahora bien, la semana corta de tres ruedas dejó este miércoles al ahora “dólar libre” en $1.160 y aunque se lo observa 5,7% arriba de la cotización base hay que hacer comparaciones más finas con el segmento “blend”, que es por donde pasa el grueso de las liquidaciones. Allí, el salto es de apenas 1,3% con pronóstico de pasar a ser negativo en cualquier momento. Éste es el principal argumento del gobierno nacional para negar que haya habido una devaluación “machaza” del peso, tal como presentó los cambios la oposición, especialmente Cristina Fernández.

Se sabe que en la Argentina los precios de las góndolas son especialmente sensibles a los ajustes cambiarios y la realidad es que, más allá del primer respingo que hubo el lunes y el martes, que le metió calor a las nuevas listas de precios de los supermercados, ya había habido reacomodamientos “por las dudas” con anterioridad, cuando la permanente salida de dólares del Banco Central hacía sospechar que el fin del régimen anterior estaba cercano. Como prueba está el Índice de Precios al Consumidor a nivel nacional que el mes pasado escaló 3,7% según el INDEC.

Ese comportamiento de marzo parece haber tenido un fundamento de presunción de cambios que, al estilo la memoria de los argentinos, se suponía que iban a terminar fatalmente en una gran devaluación. Durante esos días de permanente sangría de dólares de las Reservas del Banco Central, la brecha cambiaria se había duplicado desde sus mínimos de fin de febrero (14%), es decir que el dólar financiero corría más rápido que el oficial, lo que se interpretó con lógica como una corrección del atraso cambiario.

¿Por qué la corriente pasó a ser compradora neta en marzo, las Reservas empezaron a caer y todos los valores a moverse más rápido? Hubo al menos tres elementos que jugaron en ese cambio de tendencia, dos de demanda y uno de falta de oferta y todos relacionados con el olfato del mercado. Cómo primer ítem hay que recordar que quienes liquidaron dólares para colocarse en pesos a tasa de interés y ganar la diferencia en divisas (“carry trade”), empezaron a mediados del mes pasado a deshacer las posiciones armadas con anterioridad porque desde Economía se les dio inminentes señales de fin de ciclo.

Cuando los especuladores vendieron los dólares que engrosaron las Reservas durante algo más que el verano, ya se sabía que ese caudal era apenas un préstamo que se iba a sostener mientras la tasa de interés y la devaluación prevista (“crawling peg”) ayudaran a la especulación. Desde mediado de marzo, esas divisas empezaron a ser recuperadas por los tenedores originales y se las devolvió, como debía ser, su tenedor transitorio: el BCRA.

Un segundo dato sale del lado de los importadores, quienes intuyendo que algo iba a pasar se apuraron a liquidar hasta mercadería aún no comprada al exterior, para obtener una cotización más barata. Esa sangría, que se hizo presente hasta el momento del cambio de régimen, convivió con la retracción de la oferta de los exportadores, quienes sabiendo también que algo iba a pasar, con grandes posibilidades de vender mejor, frenaron en seco sus liquidaciones. El resumen indica entonces que, en el transcurso de un mes, el Banco Central redujo sus Reservas Brutas en U$S 2.500 millones y que la situación se había complicado demasiado.

Frente a la oscilación para arriba del dólar (o sea la devaluación del peso), en la Argentina los precios siempre reaccionan instintivamente y el traslado se verifica de modo casi inmediato (“pass-through”), probablemente por la manipulación eterna del tipo de cambio. El proceso se da casi siempre por la suba constante de la divisa y casi no hay antecedentes de reversión de la tendencia si el dólar baja y el peso se revaloriza: cuando un precio se fijó, nunca retrocede (o al menos nunca lo ha hecho hasta ahora). El Gobierno dice que como el dólar hoy es libre, aunque dentro de una banda, esa asimetría tan particular no debería darse. La memoria colectiva no lo ayuda.

Todo este repaso de precios y anglicismos tuvo un propósito: demostrar que el Gobierno llegó a una meta prefijada, cuya última palabra aún no se dijo pero que, hasta el momento, le da la razón. Así, la réplica en las góndolas no debería darse porque el dólar relevante está casi igual que una semana atrás y confían en que seguirá bajando. Hablar de las responsabilidades y de los métodos es otra cosa: la encerrona del Gobierno tuvo que ver con algunas de sus malas decisiones y no con lo que advertían desde afuera economistas y el periodismo. O si los tiempos lo avasallaron o si eligió el método para convencer al Fondo que era ahora o nunca para morderle la billetera, nunca se sabrá.

Este es el resumen fiel de lo que sucedió en materia cambiaria durante el último mes y allí están las cifras para avalarlo. Sin embargo, el Gobierno se cubrió sólo tirando porquerías hacia los demás y fue y vino con el único propósito de convertir en éxitos sus tropiezos. A los exportadores agropecuarios, el propio Presidente les recordó en forma airada que deben liquidar antes de julio porque se termina la baja de retenciones. Gobernar únicamente en nombre del marketing es peligroso porque deja afuera automáticamente a quienes no gustan del producto.

Lo cierto es que como cualquier gobierno peronista que se precie, una vez en el baile, sobre todo Economía se lanzó a la yugular de los formadores de precios para exponerlos y así logró parar la mayor parte de las nuevas listas haciendo que los supermercados no las acepten. A muchos les pareció bien.

El propio Presidente, entre desencajado y eufórico, en una entrevista olvidable de más de cuatro horas en un programa adicto, fusiló a medio mundo por decir lo que finalmente el Gobierno admitió. En su verborragia, Milei olvidó trazar líneas que le podían haberle dado mayor credibilidad, aunque quizás debía ponerse con algo más de modestia alguna soga en su propio.

La frase “gobernar es explicar”, que se le atribuye al político y economista francés Jean Monnet, uno de los padres fundadores de la Unión Europea, fue repetida y muy enfatizada por Fernando Henrique Cardoso, expresidente de Brasil quien venía del mundo académico, con una sólida formación en ciencias sociales. Parte del Gobierno, hoy la ha cambiado por “gobernar es imponer” y esto no es “ñoñería” –como suele decir el Presidente– sino una simple descripción.

FH entendía que la comunicación resultaba clave e insistía en que no se le puede pedir sacrificios al pueblo sin explicar los por qué, que las reformas económicas debían ser entendidas y debatidas y que la democracia se construye con información y pedagogía política y no sólo con resultados, para ser aceptadas socialmente y ser funcionales a la institucionalidad. La idea es que la legitimidad y la eficacia de los gobiernos dependen de su capacidad de comunicar, pero también de hacer entender las decisiones, especialmente en sociedades democráticas donde es fundamental el apoyo ciudadano.

Sin embargo, el presidente Milei, quien se pone el traje de sereno cuando las papas queman, parece que es capaz de descender a los infiernos con sus modos disruptivos a la hora de atraer a los fanáticos que buscan venganza, reescribiendo la historia a su gusto y paladar. Ahora, eligió ser otra vez el verdugo y confrontar, abandonando el tono de gobernante legítimamente preocupado que expuso en el mensaje en el que comunicó la salida del cepo.

Bien podría haberle explicado a una sociedad desacostumbrada a estos mecanismos que la flotación cambiaria es libertad (su materia) y por eso quizás los precios del día no dicen nada y que hay que mirar los procesos, pero éste es un arte no apto para estómagos flojos, ya que lo que hoy parece el abismo, al día siguiente se corrige si los deberes están bien hechos. O podría haber insistido en que el “dólar oficial” no existe más, una materia a aprobar por los videografistas de la televisión. Pero no, él se decidió por agredir no sólo a quienes no piensan como él, sino a la institucionalidad que representa. Y esto tampoco es una “ñoñería”, sino su naturaleza.

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