“Muchos argentinos se lo perdieron”: Guillermo Marcó, el hombre que conocía a fondo al papa Francisco

Guillermo Marcó fue más que el vocero de Bergoglio: fue testigo de su camino espiritual y de su transformación en Francisco. Hoy, lo recuerda como un Papa de todos, un argentino que eligió servir sin buscar honores y que supo tender puentes más allá de la fe.

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Hay amistades que no se explican, se viven. El sacerdote Guillermo Marcó no fue solo el vocero de Jorge Bergoglio: fue testigo de su transformación, compañero de silencios y custodio de sus palabras. Lo vio partir con apenas un bolso, sin buscar poder ni honores, solo dispuesto a obedecer la voluntad divina. Y hoy, con la serenidad de quien supo escuchar su alma de cerca, lo recuerda entre lágrimas compartidas con rabinos, musulmanes, creyentes y no creyentes. Porque Francisco, dice Marcó, fue eso: un Papa para todos. Un hijo de esta tierra que muchos no supieron abrazar a tiempo.

Cabe destacar que, Marcó es actualmente co-presidente del Instituto del Diálogo Interreligioso y presidente de la Fundación Pastoral Universitaria San Lucas. Durante una década fue vocero del entonces cardenal Jorge Bergoglio, hasta que renunció en 2006, en el marco de intensas tensiones entre la Iglesia y el kirchnerismo. Desde entonces, mantuvo una activa participación en la esfera pública, con una fuerte presencia en los medios de comunicación y un papel destacado en los debates sobre temas sociales y éticos. Durante la discusión por la legalización del aborto en Argentina, asumió un rol protagónico al rechazar públicamente el proyecto, defendiendo con firmeza la vida desde la concepción y aportando al debate una mirada desde la fe y la pastoral.

Marcó habla desde el corazón de una historia compartida. Lo acompañó en los años en que el cardenal de Buenos Aires empezaba a jugar en las grandes ligas de la Iglesia, sin imaginar que un día el mundo lo conocería como Francisco. Conoció su voz pausada, sus silencios pensativos, sus decisiones rezadas. En esta entrevista con LA GACETA, el sacerdote abre el corazón y la memoria para contar lo que muchos no vieron o no quisieron ver: que ese Papa que hoy el mundo llora supo ser un puente para los de adentro y los de afuera, una voz de consuelo, una incomodidad para los poderosos y, sobre todo, un argentino que nunca dejó de serlo.

¿Francisco logró lo que tenía que hacer?

Le encomendaron una tarea, como todas las otras tareas que le encomendaron, que era ser Papa. No es que lo fue a buscar. Viajó con muy pocas cosas, nunca se imaginó que le iba a pasar eso. Y creo que, sin duda, dejó a la Iglesia, después de 12 años, en un lugar mejor de donde la  encontró, con una mayor aceptación. Las repercusiones de su muerte en el mundo entero, y no solo en el mundo cristiano fueron impresionantes. Yo llegué a comprender, estando frente a su ataúd, lo que era una Iglesia “para todos”. Yo estaba frente a su cuerpo junto a un rabino Daniel Goldman y a un musulmán: Omar Aboud,  que lo lloraban tanto como yo. Francisco supo llevar el Evangelio de modo que la gente se sintiera incluida, porque ellos estaban adentro de San Pedro llorando por un Papa católico. Me parece que mucha gente que no se sentía para nada cerca de la Iglesia, ni incluida en la Iglesia, se sintió muy bien acogida por Francisco. Y como pasa en la parábola del hijo pródigo, cuando vuelve ese hijo que ya había dilapidado la plata en una mala vida —dice el texto—, y el hijo mayor no quiere entrar, estaba enojado por la actitud del padre Bueno, muchos católicos siguen enojados. Esa es la función de la Iglesia: salir a buscar ovejas que se salieron del rebaño, no quedarse solo con los de adentro.

“Muchos argentinos se lo perdieron”: Guillermo Marcó, el hombre que conocía a fondo al papa Francisco

Durante estos días, muchas personas manifestaron en redes sociales frases como: “Lo entendimos a Bergoglio ahora que no lo tenemos”.

Sí, es tristemente una costumbre argentina. San Martín murió exiliado en Francia, Rosas murió en Inglaterra y Borges quiso ser enterrado en Ginebra. Y a Messi, hasta que no ganó un Mundial, la gente tampoco lo quería mucho. Bueno, y ahora nos perdimos un Papa, una lástima. Yo no me incluyo, pero muchos se lo perdieron.

¿Perdimos un Papa?

Sí, se perdieron la oportunidad de entender y tener a un compatriota que nunca dejó de ser argentino, que habló como argentino toda su vida, que habló como porteño. Qué mejor que tener a alguien que entiende quiénes somos. Nunca olvidó ni su identidad ni el cariño por su país. Pero bueno, los argentinos no fuimos muy amables con él, me parece.

Monseñor Jorge García Cuerva decía: “A Bergoglio no lo dejamos ser Francisco”. ¿Coincide con eso?

Sí,  coincido con eso. No me incluyo, pero coincido. Escribo para la prensa, para el diario Clarín y para Infobae y escribo muy seguido sobre Francisco. Sin embargo, siempre fue una defensa en soledad, y era mucha la gente que, por poner algo bueno del Papa, te atacaba. No creo habermelo perdido, pero sí, la mayoría de los argentinos no se dio cuenta de que, sin duda, iba a ser el argentino más famoso de la historia, y lo iban a ver pasar sin haberlo valorado.

¿Le parece que Francisco ahora, de una manera espiritual, puede hacer su viaje a la Argentina y empezar a tocar a los argentinos que no lo conocían?

Yo creo que sí, porque de alguna manera es un viaje más objetivo. Si hubiese venido al país, hubieran estado viendo a quién vio, a quién le sonrió, a quién dejó de sonreír, con quién se juntó o con quién no. En cambio, ahora la gente tiene la oportunidad de ser objetiva con él: de leerlo, de mirar algún video, de seleccionar algún tema que le interese. Y él habló de muchas cosas a lo largo de estos 12 años. Hay material de sobra para que uno reflexione, lo conozca, lo valore, y conozca su legado, que es multifacético, grande e interesante.

Yo te pongo solo un ejemplo para que se dimensione: soy muy amigo de José Levy, un periodista de 80 años, judío, decano de la CNN en español, un medio señero en lo que es información a nivel mundial. Yo a él lo considero un prócer del periodismo, he tenido la suerte de tratarlo y conocerlo bastante. Cuando anunció la noticia de que había muerto el Papa, se puso a llorar desconsoladamente, algo que un periodista profesional no suele hacer. Estaba profundamente tocado por quien dice que fue el pontífice más extraordinario de la historia. Esa es la percepción que tienen otras personas sobre Francisco.

Nadie puede decir que tuviese similitudes con Trump, porque hablaba abiertamente en contra de lo que él estaba haciendo con la inmigración. Sin embargo, Trump canceló su agenda, se tomó un avión y estuvo presente en la Basílica de San Pedro. Y se armó esa reunión, que creo fue motivada por Francisco, con Zelenski, con dos sillas en la Basílica.

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El Papa nunca le sacó el cuerpo a la política internacional. Era un hombre que se movía con mucha comodidad entre los líderes del mundo, nunca de una manera complaciente, siempre diciendo las cosas como eran. Por eso creo que, en un mundo con poco liderazgo, se ganó el respeto de todos los que ahí estuvieron. Hubo 172 países representados en la misa exequial.

¿Él era un hombre de Iglesia que sabía hacer política?

Si se entiende la política como el bien de la polis, sí. Un obispo o un papa tienen que saber hacer política. Es política con mayúsculas, porque no es cualquier política. Es política mirada desde el Evangelio, pensando en las minorías o en quienes no tienen voz, pero que sin embargo uno sabe que tienen una voz potente.

Otro video interesante para mirar es el discurso de la presidenta de Italia, Giorgia Meloni, en el Parlamento italiano. Un parlamento que estaba dividido, donde tiene oposición. Ella no es una mujer que concite el ánimo de todos, pero sin embargo tuvo la grandeza, como política, de no usarlo al Papa  para llevar agua para su molino. Y en el discurso, lo que destaca es justamente esto: alguien que supo hacer más humanos a todos, que escuchaba, que siempre tenía esa actitud de recibir, de ser una voz para los descastados del mundo.

Valorar que un hombre que pudo haber vivido de otra manera, vivió como vivió. Porque él no usó Castel Gandolfo para veranear, no vivió en los apartamentos papales. Ir en contra de la tradición del Vaticano no es nada fácil. Hay mucha presión respecto a lo que significa, para Europa, un papa: prácticamente un soberano o un rey.

Él, con estos testimonios y gestos, iba marcando cosas… Él decía que cuando no hay testimonio, la Iglesia se oxida.

Su testimonio fue evangélico. El Papa no era ni comunista ni progresista , como algunos dicen. El Papa era cristiano. Esas son gestos del Evangelio. Tenía gestos de pobreza propios de un religioso. Decidió vivir en 40 metros cuadrados, usar los mismos zapatos con los que lo enterraron, andar en un auto mínimo, mientras que los cardenales de Roma viajaban, en general, en autos caros y eran prácticamente príncipes —de hecho, se los llama así: los príncipes de la Iglesia. Son todos gestos, sin duda, de este Papa que hay que valorar.

“Muchos argentinos se lo perdieron”: Guillermo Marcó, el hombre que conocía a fondo al papa Francisco

Usted fue el portavoz de Bergoglio durante su tiempo como arzobispo de Buenos Aires. ¿Cómo vio que un hombre de tan avanzada edad y analógico por donde se lo mire haya penetrado tan fuerte en las generaciones digitales?

Él entendía muy bien la lógica de la comunicación. En mi caso, cuando estuve al frente de la oficina de prensa, él decía —cuando me convocó—: “Mirá, yo no sé hablar con un periodista, me pone muy nervioso. Sé que es importante, pero te lo delego. Armá algo”.

Y yo armé la oficina de prensa y escaloné su presencia a lo largo del año. Había una oficina que contestaba a los periodistas, que hablaba con ellos, que mandaba gacetillas, que enviaba las homilías con embargo el día anterior, y que tenía directivas claras sobre qué hacer y qué comunicar.

Él no lo hacía en primera persona, pero sí entendía perfectamente lo que era comunicar. Después, en una entrevista con Jorge Fontevecchia, le decía: “Usted no hablaba con la prensa, ¿qué cambió?” Él le contestó que fui yo el que le fue sacando el miedo.

Él no daba entrevistas, pero yo le llevaba periodistas para que tuvieran un off the record, para que lo conocieran. Como se fue haciendo amigo de unos cuantos, o teniendo trato con muchos de ellos, después no le costó. Porque las charlas que tenía en privado eran más o menos como las que después tenía en público. Creo que fue un gran comunicador con las palabras  y con los gestos. Fue impresionante.

¿Cómo lo convocó Francisco a trabajar con él?

Lo conocí cuando yo estaba en la parroquia de Lourdes, en Flores. Mi párroco era el padre Rafael Morán Díaz, que había sido compañero suyo en el seminario. Él no conocía muchos curas cuando llegó a Buenos Aires y solía visitar a mi párroco para que lo ayudara en lo pastoral. Supongo que le caí bien, porque empezó a pedirme que lo acompañara a la vicaría o me invitaba a almorzar.

Yo hacía un programa  en una radio barrial en ese entonces y le pedí hacerle una entrevista. Un día se cruzó con Guillermo Marconi, que le pidió que fuera a su programa en Radio Rivadavia, pero él le dijo: “No voy, pero te mando un curita al que le gustan los medios”. Me llamó Marconi y esa misma noche fui al programa. Me entrevistó durante dos horas y luego me ofreció ser columnista semanal.

Para mí fue como pasar del potrero a la cancha de River, porque Rivadavia tenía una gran audiencia. Nunca trabajé en medios de Iglesia; estuve en Canal 7, Canal 9, en diarios, todo por mi cuenta. Cuando él asumió como arzobispo, me invitó a cenar y me dijo: “No puedo hablar con la prensa, me pongo nervioso. Inventá algo”. Así nació la idea de armar una oficina de prensa, y poco después quedé como su vocero.

Me imagino que también pasaron momentos difíciles…

Unos cuantos. Algunos ataques. Era estar todo el tiempo atajando crisis. Yo me sentía más un bombero voluntario que otra cosa, porque después, con el tiempo, fuimos pudiendo tener una estrategia para revertir y anunciar cosas buenas. Fui generando equipos de prensa, porque me daba cuenta de que no podía solo. O sea, toda la demanda era imposible de contestar.

Entonces, le pedí a un cura de la villa, que era el padre Pepe, para empezar a mandarle medios, para que se hiciera conocido en todos los temas que tenían que ver con pobreza, marginalidad, droga y demás. Después, a José del Corral, con lo que tuviera que ver con escuelas —hoy es el presidente de la Fundación Scholas Occurrentes—, que trabajaba en la vicaría de la Educación del Arzobispado.

Así, con distintas personas a las que yo les podía delegar pedidos de la prensa sobre temas diversos... Yo me concentraba directamente con lo que tenía que ver con el Arzobispado y con los temas que tocaban directamente su persona.

“Muchos argentinos se lo perdieron”: Guillermo Marcó, el hombre que conocía a fondo al papa Francisco

La Iglesia se prepara para un nuevo cónclave y hay mucho interés de la sociedad. ¿Qué es el cónclave? ¿Cuánto de realidad y cuánto de ficción hay en lo que muestran los medios?

La palabra cónclave significa “con llave”, “con clave”, porque lo que hacen, literalmente, es encerrarse. Cuando empieza el cónclave —ahora están teniendo las reuniones previas— son más que nada para conocerse, para saber qué opina cada uno y para ir tanteándose. Porque, en definitiva, de esos 130 que van a entrar en la Capilla Sixtina, alguno tiene que salir papa.

En definitiva, es eso: estar encerrados para que, en oración y entre ellos, sin injerencia del mundo ni de las opiniones ajenas, puedan elegir al que va a guiarnos en la Iglesia en los años que vienen.

Y la película no está muy alejada de la realidad. O sea, está muy seriamente planteada en cuanto a los mecanismos: cómo es, dónde se juntan y demás, cómo son las votaciones —que son cuatro por día: dos a la mañana y dos a la tarde, salvo el primer día, que hay una sola—, en donde se van juntando los votos, que son secretos, de los distintos cardenales, en torno a una figura que va siendo mayoritaria. Tiene que ganar por las dos terceras partes.

Hace poco escuché decir a un periodista desde Roma: “Rosquen todo lo que quieran, pero el que elige es el Espíritu Santo”. ¿Es así?

Sí, pero digamos, el Espíritu Santo se vale de esa rosca. Porque es así como se elige. Es un colegio electoral, es lo que tienen que hacer. O sea, nadie puede escandalizarse o molestarse porque eso pase, porque eso es lo que tiene que pasar. Entonces, ¿qué significa que el Espíritu Santo elige al Papa? Lo elige a través de lo que cada uno va viendo cualidades del otro. Algunos llaman más la atención, algunos concitan voluntades, otros no. Yo creo que la gran discusión hoy en día está en torno a otros temas. No creo que vaya a haber discontinuidad con la cercanía que planteó Francisco, pero eso también está asociado al carisma de la persona que se elige. Porque, no sé, no tengo duda de que un cardenal como Pietro Parolín es un hombre absolutamente capacitado para todo lo que tiene que ver con la política internacional y con las relaciones humanas —es buenísimo, porque es un hombre de Dios, muy sereno, muy cercano—, pero no ha tenido actividad pastoral prácticamente en la vida. Tuvo dos años en una parroquia, nada más. No conoce lo que es la pastoral.

Y en Francisco se vio una nota diferente que tuvo: era un pastor. No era un hombre de la academia, ni un diplomático, y tampoco era una persona dedicada a las clases. Era una persona que tenía la sintonía más fina puesta en la sensibilidad con la gente.

¿A quién elijan? Sin duda, serán de los que están. No creo, sinceramente, que quieran elegir a alguien muy joven. Francisco nombró a muchos cardenales jóvenes. Se imagina que, si eligen a un cardenal de 45 años, tenemos Papa por 50 o 40 años más. Es mucho tiempo. Entonces, se suele elegir a alguien que promedie más los 67 para arriba. Entre esos estará. Todos los candidatos son buenos, así que... que Dios nos sorprenda.

Hay una vieja frase que dice: Dios no sabe cuántas congregaciones de monjas hay en el mundo, ni cuánto recaudan los salesianos con sus colegios, ni que piensa un jesuita. ¿Era fácil saber qué pensaba Bergoglio?

Él me dijo una vez que yo conocía su cabeza... Yo creo que la conocí bastante, bastante más que otros. Pero no era una cabeza fácil. Era una cabeza con muchas vertientes. No transparentaba sus procesos mentales. En general, cuando te comentaba algo, era porque ya lo había madurado, lo había rumiado, lo había decidido, lo había rezado. Quizás la consulta iba más en torno a una confirmación de lo que ya él pensaba que era así. Pero en ese sentido, era más complicado.

Hay personas que expresan lo que les va pasando hasta que deciden algo. Él no tenía esa característica. Y después, todo su accionar siempre fue radial. Él mantenía una relación con uno, a quien le encargaba determinados temas, con el que hablaba determinados temas, y con otro hablaba de otras cosas y le comunicaba otras cosas. A mí me resultaba a veces difícil porque yo decía: “Bueno, pasó esto”, y él me decía: “Ah, sí, sí, no te conté”. Pero claro, conmigo hablaba de otras cosas.

“Muchos argentinos se lo perdieron”: Guillermo Marcó, el hombre que conocía a fondo al papa Francisco

Cuando fue necesario reconstruir Europa después de la guerra, la Iglesia necesitaba un párroco, y llegó Juan XXIII. Luego, requería un profesor, alguien que enseñara, y por eso vino Pablo VI. Más tarde, necesitaba un pastor que recorriera el mundo, y así llegó Juan Pablo II. Después, la Iglesia precisaba reforzar su fundamento teológico, y apareció Ratzinger. Finalmente, requería una actualización, una nueva vida, una nueva vibra, y por eso llegó Francisco. Entonces, hoy, ¿qué es lo que necesita la Iglesia?

Y... lo sabe Dios. Yo no tengo idea de qué necesita. Te podría decir, a mi buen entender, qué necesita hoy. Yo sí creo que hay que mantener todo lo que Francisco hizo en cuestiones de diálogo interreligioso, liderazgo a nivel internacional, cercanía con todos los que antes se sentían muy afuera, porque son personas y porque son hijos de Dios, como a él le gustaba decir. Y, por lo tanto, no se puede, en nombre de la doctrina, dejar afuera a la gente porque no viva el pleno de su fe.

Ahora, también hace falta que alguien —porque es algo que hizo Roma toda la vida— sea claro en algunas cuestiones, porque también la gente necesita claridad en qué cosas están bien y qué cosas no están bien. Y a veces se hace un flaco favor cuando, digamos, se dejan como aguas así un poco difusas. Y esa era una nota que él tenía. Muchos lo acusan de que no se definía. Pero, sin embargo, fue algo que Roma siempre hizo.

Creo que es una nota que hay que agregarle a todo el trato pastoral que él ha tenido. Entiendo perfectamente que, del lado de la gente que tiene una posición más doctrinaria, les quede sabor a poco con lo de Francisco.

Usted conoció a Jorge, lo disfrutó a Bergoglio, lo vivió a Francisco. ¿Qué le diría a aquellos que recién lo están descubriendo?

Que lo lean, tiene una serie de documentos escritos. Hay cosas muy breves que son bellísimas. El documento sobre San José:”Patris Corde”, por ejemplo: algo más espiritual que eso, difícil de encontrar. Es una página y media, muy cortito. FratelliTutti es una encíclica sobre la fraternidad humana. Creo que él la cumplió, y está a la vista con las repercusiones de su muerte, de creer en la fraternidad humana.

El Papa se quedó prácticamente como una voz solitaria en un mundo negacionista sobre el cambio climático. Y eso es algo curioso, porque, a pesar de que muchos países sufren tormentas, huracanes y devastaciones frecuentes por el tema del clima, sin embargo, todo el mundo mira para otro lado. Y era el Papa el que estaba insistiendo con su encíclica “ Laudato Si”  sobre la Casa Común.

Hay tantos temas que Francisco tocó. En el G9, GiorgiaMeloni lo invita a hablar sobre inteligencia artificial. Una persona que no tiene computadora, que no usa teléfono celular, pero que, sin embargo, entendía perfectamente cuáles eran las dificultades que estaba planteando esta revolución que estamos viviendo con el ChatGPT. Es curioso eso. Entendía bien la dimensión ética que eso tiene. Una inteligencia que no está al servicio del bien o que no tiene ética... no sé si es tan inteligente. Eso es lo que decía.


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