¿Qué juramento realizan los cardenales antes de votar en el cónclave?
Cuando la sede papal queda vacante y se convoca a cónclave, los ojos del mundo se posan sobre la Capilla Sixtina, donde los cardenales de la Iglesia Católica se reúnen para elegir al próximo Papa. Pero antes de que se emita un solo voto, cada cardenal debe pronunciar un juramento solemne. Esta fórmula no solo es un acto de compromiso personal, sino una piedra angular del proceso que garantiza la seriedad, confidencialidad y espiritualidad del evento.
El juramento, establecido por normas canónicas y detallado en la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, es pronunciado antes del inicio de las votaciones, en una ceremonia cargada de simbolismo. Cada cardenal elector pone su mano sobre los Evangelios y dice en voz alta:
"Yo, (nombre del cardenal), prometo, me obligo y juro observar fielmente y con todas mis fuerzas el secreto absoluto con respecto a todo lo que de cualquier modo tenga que ver con la elección del Sumo Pontífice..."
Qué incluye el juramento
El compromiso incluye la prohibición expresa de revelar deliberaciones, comentarios, opiniones o cualquier detalle sobre lo sucedido durante el cónclave, tanto durante como después de su realización. Incluso tras la elección del Papa, los cardenales están obligados a guardar silencio sobre lo que presenciaron.
Además del voto de secreto, los cardenales juran que votarán libremente, sin presiones externas, sin pactos, sin componendas políticas, y buscando únicamente el bien de la Iglesia. Es una defensa contra cualquier intento de manipulación, recordando que la elección del pontífice no es un juego de poder, sino un acto espiritual guiado —en la fe católica— por el Espíritu Santo.
El ambiente en el que se pronuncia este juramento es de una solemnidad total. La Capilla Sixtina se convierte en un espacio cerrado al mundo exterior, sin acceso a medios de comunicación ni tecnología alguna. Una vez clausurado el lugar, se pronuncia la frase tradicional "Extra omnes" ("¡Fuera todos!"), y solo quedan los cardenales electores.
Este ritual, inmutable a lo largo de los siglos con apenas ligeras modificaciones, subraya la importancia del momento. En un tiempo en que la transparencia y la información circulan sin freno, el cónclave se mantiene como uno de los procesos más herméticos y solemnes del planeta.























