Cardenal Giovanni Battista Re.
El segundo día del Cónclave comienza con expectativas renovadas, pero nuevamente sin resultados concluyentes. Las votaciones realizadas durante este jueves tampoco lograron el consenso necesario para designar al sucesor de Francisco en el trono de San Pedro. Las fumatas que se elevaron desde la chimenea de la Capilla Sixtina fueron negras, señal inequívoca de que el nuevo Papa aún no ha sido elegido.
Pese a la falta de definición, el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, se mostró optimista respecto al desarrollo de las próximas horas: “Espero que a mi regreso a Roma esta tarde ya haya fumata blanca. Confío en que el Espíritu Santo sople con fuerza para que sea elegido el Papa que hoy necesita la Iglesia y el mundo”, expresó desde Pompeya, según consignó el diario "Ámbito".
Según las normas del Vaticano, se requiere una mayoría calificada para proclamar al nuevo Pontífice: dos tercios de los votos. Con 133 cardenales presentes, el elegido deberá reunir al menos 89 apoyos.
En la homilía que pronunció en la misa previa al inicio del Cónclave, Re destacó los desafíos que deberá enfrentar el futuro Papa. “Tendrá que fortalecer la fe en Dios en un mundo donde el desarrollo tecnológico ha avanzado, pero espiritualmente se percibe un cierto olvido de Dios. Es urgente un despertar”, afirmó.
El momento de la fumata blanca marca un hito en la vida de la Iglesia Católica: indica que los cardenales han llegado a un acuerdo y han elegido al nuevo Papa. Desde la muerte de Francisco, la atención global está puesta en ese humo blanco que sale de la Capilla Sixtina y que simboliza el inicio de un nuevo pontificado.
Una vez alcanzado el consenso, el cardenal decano -o su reemplazante si está ausente, como ocurre en esta ocasión con Giovanni Battista Re, impedido por edad- se dirige al elegido con la fórmula en latín: “Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem?” (¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?). Si acepta, se le pregunta inmediatamente qué nombre desea adoptar.
Al mismo tiempo, el maestro de ceremonias litúrgicas, junto con dos ceremonieros que actúan como testigos y notarios, redacta el acta oficial de la aceptación y del nombre elegido por el nuevo Papa.
Si el cardenal ya ha sido ordenado obispo, asume automáticamente el rol de Obispo de Roma, líder del Colegio de Obispos y Sumo Pontífice. Luego de la aceptación, los cardenales le rinden homenaje en señal de obediencia.
Antes de presentarse ante el mundo, el nuevo Papa se retira a la llamada “Sala de las Lágrimas”, contigua a la Capilla Sixtina, donde se viste por primera vez con los ornamentos pontificios, preparados en distintos tamaños. Acompañado por ceremonieros y la Guardia Suiza, cruza la Sala Regia y la Sala Ducal hasta llegar al balcón central de la Basílica de San Pedro, la Loggia delle Benedizioni.
Desde allí, el cardenal protodiácono anuncia con solemnidad: “Habemus Papam!”. El flamante Pontífice aparece ante los fieles, pronuncia sus primeras palabras como líder de la Iglesia y concede la tradicional bendición Urbi et Orbi, dando inicio oficial a un nuevo capítulo en la historia del Vaticano.




















