Una escuela que habla, que late, que sueña. Y que ahora el mundo comenzó a escuchar.
Una de las mejores del mundo está en Tucumán: la historia de la Escuela Gobernador Piedrabuena
A 75 kilómetros al este de San Miguel de Tucumán, entre calles polvorientas y un pueblo de 9.000 habitantes, se alza la Escuela de Educación Media Gobernador Juan Bautista Piedrabuena, una institución que acaba de ser reconocida como una de las mejores del mundo. ¿El motivo? Su profunda transformación comunitaria y pedagógica.
Nancy Gómez, su directora, recibió a LA GACETA para contar su experiencia. “Estamos contentos de traer este galardón a Argentina, a Tucumán, a Piedrabuena. Queremos mostrarle al mundo que no todo se logra con dinero; lo esencial es tener fe, convicción, ética y profesionalismo”.
Desde el momento en que se cruza la entrada del edificio, fundado en 1999, todo parece diferente. Los pasillos están repletos de objetos, paneles, stands, maquetas. Cada rincón es testimonio de algún proyecto. “Siempre pensé que una escuela debe hablar por sí misma. El visitante tiene que leerla al ingresar”, dijo Nancy.
La institución trabaja bajo una modalidad pedagógica basada en proyectos, donde el aprendizaje no termina en el aula. Se convierte en exposición, en construcción colectiva y, sobre todo, en orgullo visible. “Alumnos que ya egresaron vienen a ver sus trabajos y se emocionan al ver que siguen allí. Eso nos demuestra que algo hicimos bien”, explicó la directora.
Ciencia, arte, historia y comunidad
Un domo planetario construido por estudiantes, llamado Sirius, es uno de los proyectos estrella. Nació como una actividad de tecnología para fabricar un telescopio casero, pero terminó convirtiéndose en una experiencia educativa profesional con noches de observación astronómica y formación especializada. “Los chicos lo hicieron todo: desde las lentes hasta las estructuras. Y con el premio que ganamos, compramos microscopios profesionales y contratamos capacitación”.
La escuela también tiene una radio, una biblioteca temática en forma de pirámide truncada que invita a leer, cortos bilingües en inglés filmados por estudiantes en el pueblo, un museo de árboles, un lago artificial hecho por egresados en un proyecto de aquaponía y hasta un monumento a Malvinas con soldados construidos con materiales reciclados.
En cada rincón hay historia, ciencia, arte. Pero, por sobre todo, hay comunidad. “Todo lo que ves fue hecho por los alumnos, sus familias, los docentes. Todo tiene una historia. Los carteles del ferrocarril, la bomba encontrada en los cerros durante una investigación sobre la dictadura, los mandalas, las alfombras tejidas a mano”.
Educar con sentido
Cuando se le preguntó por qué eligió este camino educativo, Nancy responde con convicción: “Es una decisión personal. Descubrí la magia de trabajar por proyectos porque genera equipo, genera objetivos compartidos. Cada uno aporta desde sus habilidades, y eso incluye a la familia. A veces un chico no sabe hacer algo, pero dice: ‘mi papá sabe’, y lo trae. Esa integración genera pertenencia”.
En un contexto donde el debate educativo gira en torno a las pantallas, la inteligencia artificial y el uso del celular en el aula, la directora reafirmó la importancia del rol docente: “Está bien que el alumno construya su conocimiento, pero el docente no puede correrse. Nadie aprende solo”.
“El niño debe encontrar su talento, su vocación, lo que le gusta. Nosotros desplegamos todas las posibilidades para que lo descubran. Esa es nuestra misión”, cerró Nancy.




















