En las instituciones debe primar el interés; en especial, en los casos del presidente, Javier Milei, y de la vicepresidenta, Victoria Villarruel. Comparto la exhortación del arzobispo de Tucumán, el amigo Carlos Sánchez: “No nos dejemos robar la alegría ni la esperanza”. ¡Cómo no sentir un sabor amargo y decepción cuando se hace presente la vicepresidenta del país y para entrar a la Casa Histórica debe hacerlo por la parte trasera! El gobernador debería haber concurrido a saludarla; y si sus obligaciones no se lo permitían, se debería haber quedado más tiempo. De ese modo salvaba la falta de decoro. Ella vino en medio de la niebla que al Presidente le impedía venir. O sea, para uno el fenómeno resultó un impedimento, pero para la otra no. Incluso, Milei manifestó que los gobernadores -Jaldo incluido- están en la tarea de destruir el “gran Gobierno nacional”. Todo ello le pasa por ser “más papista que el Papa”, y por haberse mimetizado tanto con Milei.
José Luis Avignone
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