Laméndola anotó el gol del "Decano" sobre el final del partido. OSVALDO RIPOLL/LA GACETA.
En el norte se sabe sufrir. En el Monumental “José Fierro”, es una costumbre sin fin y el que no lo quiera admitir, que intente ser Nicolás Laméndola segundos antes de definir. Los hinchas, desahuciados, estaban sin poder sonreír. Ni hablar de Clever Ferreira, que no podía ni seguir. Venía firme, seguro, listo para lucir, pero en su debut, el destino lo hizo fallar y vio el mundo sucumbir. Intentó despejar, pero la pelota sorprendió a Juan González. Se tapó con la camiseta. No quería existir. Sentía que el mundo se rompía y él caía sin resistir. El error obligaba al equipo a resurgir. Y ahí apareció Laméndola, sin dejarse inhibir: clavó el 2-1 bendito para Atlético, y la cancha volvió a latir.
Atlético había sorprendido al inicio. Franco Nicola, astuto, había marcado el primero. Un gol que sorprendió a propios y extraños, fruto de pases precisos, conexiones brillantes, y que dejó a Matías Borgogno anonadado. Sin dudas, un tanto inusitado y la señal potente de un Atlético renovado. Parecía el inicio de una nueva historia: en la última fecha del Apertura, contra Lanús, el uruguayo también había sido héroe, y el relato parecía repetirse.
Pero ese gol se convirtió en un enemigo tempranero para el “Decano”. El “Verdinegro” estaba más vivo y con más energía. Diego González dominaba los hilos en la mediacancha mientras Sebastián González ensamblaba el ataque. Atlético esperaba agazapado, al acecho. Y la fórmula no producía los resultados deseados. Federico Anselmo preocupó a todo el estadio: sobre el final del primer tiempo, cabeceó en el área chica y exigió al uruguayo. Gracias a una gran intervención de González, la pelota no terminó en gol. El “Decano” cuidó la ventaja en el resultado.
En la segunda mitad, parecía que nada había cambiado. Atlético esperaba a los sanjuaninos y no encontraba la manera de dañarlos. No había conexiones ni asociaciones. Sólo resistía a través de las manos de González y los despejes del paraguayo. Y cuando todo parecía que terminaría 1-0, se concretó la pesadilla de Ferreira: Santiago Salle tiró un centro al área chica y el central, en un despeje fallido, anotó el empate.
El 1-1 fue un baldazo de agua fría, la sensación de que el triunfo se escapaba a minutos del pitazo final para el dolor del “Decano”. Estaba condenado a buscar la victoria como sea. No importaba el buen juego ni las grandes jugadas, sino que la pelota cruzara la línea de Borgogno.
“Loco” pivoteó y ganó la pelota con la cabeza. La bola le quedó a Laméndola, que jugó con Ramiro Ruiz Rodríguez. Y, sin pensarlo, “RRR” le devolvió el pase al “Chueco”, que lanzó un remate para desatar el grito desbordado de los fanáticos.
Atlético, de este modo, comenzó el torneo con una sonrisa y buscará mantenerla en la próxima semana frente a Central Córdoba. Porque el objetivo de este semestre será estar entre los primeros ocho y, por qué no, ilusionarse con pelear por ingresar a las copas. Para ello, queda tiempo, pero una victoria ilusiona y, sobre todo, da la sensación de que todavía queda mucho camino por recorrer. Atlético está formando su camino y quiere seguir avanzando a paso firme.





















