Frente a la abundante y consistente evidencia científica y médica -a nivel provincial, nacional e internacional- sobre la mala calidad del aire que respiramos en Tucumán durante la zafra, resulta llamativo que en lugar de asumir el problema se intente “atacar la prueba”, como se dice en el ámbito judicial. ¿Cómo se explica, si no, que algunos profesionales afirmen que los niveles de material particulado en Tucumán son “cercanos” a los recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS)? Según la OMS, el límite seguro es de 5 microgramos por metro cúbico de aire, mientras que en Tucumán se registran promedios de 15 microgramos. Esa diferencia -del 200%- no puede relativizarse como si fuera menor. Algo similar ocurrió con las declaraciones sobre las quemas durante la zafra 2024, cuando se afirmó que se quemó “menos” que el promedio histórico de la última década. Sin embargo, los datos muestran que en 2024 se quemaron 54.000 hectáreas, es decir, 15.100 más que en 2023. El impacto ambiental no es menor: esas quemas generaron unas 81 millones de toneladas de dióxido de carbono, además de otros contaminantes altamente irritantes como las partículas PM 2,5, vinculadas directamente con los problemas de salud infantil reportados recientemente por investigadores médicos de la UNT (LA GACETA, 05/09). También se suele citar el caso de San Pablo como un ejemplo exitoso de control de la contaminación. Pero en épocas de zafra, los niveles de partículas en Tucumán igualan o incluso superan a los de esa ciudad brasileña. No en vano, el especialista Plinio Nastari advirtió recientemente en una reunión en Tucumán que respirar material particulado equivale a “respirar cáncer”. Se habla con optimismo del rol de los biocombustibles en la reducción de la contaminación. Ojalá sea así. Pero nuevamente se presenta una visión parcial. No se trata solo de CO₂ o partículas; también se emiten aldehídos como el formaldehído y óxidos de nitrógeno, compuestos altamente tóxicos de los que poco se dice. A esto se suman los millones de litros de vinaza que se generarán con el aumento de la producción de alcohol en la provincia. Esta nota no busca oponerse a la expansión del bioetanol ni a la diversificación energética. Lo que se reclama es que en las discusiones técnicas se expongan todos los datos, no una versión edulcorada. Porque para resolver un problema, primero hay que reconocerlo. De lo contrario, seguirá empeorando.
Juan A. González
San Juan 158 - Lules





















