EN CRISIS. Roberto Peloni protagoniza “El brote”, escrita y dirigida por Emiliano Dionisi.
Beto está frustrado. Desde hace años está relegado a roles secundarios en una compañía estable de teatro clásico. En un escenario despojado y en soledad, repasa a los grandes personajes que aspira a interpretar, pero la realidad y la ficción comienzan a tener límites difusos.
“El brote” es la muy elogiada y premiada propuesta -ganó los ACE, Estrella de Mar, María Guerrero, Hugo de Oro, Teatro del Mundo y Florencio- que pasó del off porteño a la avenida Corrientes, sostenida por el éxito del público, y que llega en gira al teatro San Martín (avenida Sarmiento 601) esta noche a las 21, con producción de la Fundación para el Desarrollo de las Artes Escénicas (venta presencial de entradas en las salas San Martín y Orestes Caviglia y virtual en https://fundaetucuman.org.ar/el-brote/). Escrita y dirigida por Emiliano Dionisi y con la actuación de Roberto Peloni, se anuncia como una “experiencia única, transformadora y emotiva”, con dosis de humor.
Dionisi tiene una amplia experiencia en trabajar con textos famosos, principalmente con su Compañía Criolla; aparte de coordinar la puesta en su escala local, dictará el seminario de dramaturgia “El tejido gramático”, entre las 10 y las 13, también en el San Martín.
“El brote” fue escrito pensando en que Peloni lo actúe. “Es un gran artista y un gran compañero y teníamos ganas de hacer algo juntos de nuevo, pero que lo desafíe y lo divierta, así como a mí. La chispa inicial fue el juego de un actor que explica cómo es lo que está haciendo; después me di cuenta de que el personaje tenía cierta personalidad y que era muy intenso, con una opinión ácida sobre sus compañeros y luego llegó lo de la realidad y la ficción, algo que me sedujo”, explica el director en diálogo con LA GACETA.
Y añade: “los que vivimos del teatro, buscamos la complicidad y la identificación emocional con las obras que hacemos; ¿cómo puedo identificarme con el héroe o con el villano, con el que sufre y el que ama? Entonces, ¿quién es el que está sintiendo en escena, es el personaje o soy yo? ¿Cuánto de referencial hay? Siempre hay algo de uno cuando escribe, aunque trabaje la imaginación. En este caso, es el amor por el teatro”.
La repercusión lograda lo sorprendió. “Pensé que era una obra de nicho, quizás para los más teatreros y de repente cobró una popularidad que ninguno de nosotros esperaba porque termina hablando de esa frustración que todos sentimos alguna vez. Eso resultó muy poderoso, más allá del espacio poético en que transcurre. Cambiar de sala no la modificó y como viaja mucho dentro y fuera del país, es un camaleón que se acomoda a donde está”, precisa.
Su afición por los clásicos (en “El brote” cita a William Shakespeare y a Pedro Calderón de la Barca, entre otros) nació en la adolescencia, como “un refugio cuando estaba medio perdido y un poco solo, fueron mi manera de soñar, de vivir de esos mundos”. “Siempre deben ser visitados, así como el terreno contemporáneo, para entender de dónde venimos e imaginar quiénes podemos ser. Si negamos nuestro pasado, no entendemos cómo pensamos ni cómo sentimos”, sostiene.
“Cada vez aprendo más de la relación del director con el actor, que es absolutamente interpersonal. Celebro mucho cuando el artista con el que trabajo vibra entendiendo que lo que hacemos es una vocación de servicio, algo para un otro. No es un hecho de vanidad, no es vengan a verlo y aplaudirlo”, resalta.
En capas
La construcción escénica respira por la labor de Peloni. “Construir a Beto fue un trabajo en capas, como abrir una mamushka. Son muchos personajes -desde conocidos hasta el director, sus compañeros de elenco o el vestuarista, a quienes conocemos desde su mirada- los que se van contando en la obra desde el enojo del mío. Eso le desencadena un desequilibrio interno y empieza a confundir las escenas y lo que ocurre en escena y en su vida. Debíamos entender también que se está relatando la historia, lo que genera algo muy divertido que fue muy arduo de hacer”, adelanta.
Así como Dionisi refiere a lo autorreferencial al escribir, Peloni lo admite al actuar. “La frustración es un tema universal y la gente conecta con la sensación de no tener lo que uno siente que merece, lo que se traslada a todos los aspectos. Uno tiene que lidiar con eso en nuestra profesión, que empieza desde aceptar el error y exponerse a la aceptación del otro; a veces nos resulta más difícil aguantar los tiempos que demandan las cosas por la ansiedad”, reconoce.
El protagonista aclara que “no se debe atravesar el límite entre ficción y realidad, que no está arriba del escenario donde uno es consciente todo el tiempo de que está en un lugar siendo observado, con el resultado de muchos ensayos y con reglas muy claras; el problema es abajo”. “Si alguien te dice que sos bueno o que sos malo haciendo, no debe importarte: que el éxito no se te suba a la cabeza y que el fracaso no se te vaya al corazón, dice una frase”, completa.
La exigencia del unipersonal “te expone a aspectos no investigados, con una estructura que es un poco aeróbica y muy como del multiverso, donde están pasando muchas cosas al mismo tiempo, muy vertiginoso con gran intensidad en 90 minutos y pasando por muchísimos estados en el espectáculo más exigente que atravesé”, concluye.
“Para perder el miedo a escribir”: un taller intensivo de dramaturgia con un especialista en textos clásicos
Hoy, entre las 10 y las 13 en el teatro San Martín (avenida Sarmiento 601), Emiliano Dionisi dictará el taller intensivo de dramaturgia “El tejido gramático”. “Es para perder el miedo a escribir, porque nos adentramos en la estructura, compartimos cosas técnicas sobre el funcionamiento y debatimos sobre lo que significa generar un hecho teatral hoy. Es un hecho político fascinante y revolucionario que nos juntemos todos a la misma hora en un mismo lugar y apaguemos los celulares para que alguien nos cuente una historia y nos emocionemos todos al mismo tiempo. Encontrar puntos de encuentro en este ritual milenario me parece fascinante y absolutamente necesario, donde, sentados uno al lado del otro, hacemos silencio que rompemos con pequeñas expresiones que nos salen del alma”, adelanta. El dictante es egresado de la diplomatura en Dramaturgia del Centro Cultural Paco Urondo de la Universidad de Filosofía y Letras de la UBA. “Es una carrera fantástica, maravillosa, pública, gratuita. Si hubiese tenido que pagar esos maestros, no los hubiese podido hacer jamás. Me enriquecí un montón, no solo de los docentes sino de mi camada, con gente de todo el país con poéticas muy distintas, en una experiencia que me marcó”, destaca.






















