En la última década, casi toda América latina ve crecer las “candidaturas testimoniales” y la Argentina no es la excepción. Ese fenómeno se multiplica en nuestro país, particularmente, en las elecciones legislativas de medio término. Las “testimoniales” no son más que grandes estafas elaboradas arteramente entre quien se presta para ser candidato y el partido o alianza política a la que representará. Gobernadores, intendentes y funcionarios, con buena imagen pública, convierten el sufragio popular en una herramienta de marketing personal tendiente a manipular al electorado, sin considerar el daño que le causan al sistema representativo y su institucionalidad. ¿Cuántos electores entienden que votando “testimoniales” son cómplices de la decadencia? ¿Acaso no es claro que determinados candidatos no tienen intenciones reales de asumir los cargos para los que se postulan? En tiempos donde la gente es apática a participar de la vida política y, particularmente, de las elecciones; las candidaturas testimoniales no son más que confirmaciones del deterioro del sistema electoral que minan la legitimidad democrática desde el interior del sistema. ¿No hablaría de una mayor ética política que un funcionario público renuncie de manera indeclinable a su cargo antes de participar de esto?
Marcelo Daniel Castagno
marcelocastagno@yahoo.com.ar















