Todo aquel que se encuentre en el período de la vida entre su nacimiento y la pubertad, y su infancia no pasa de los siete años, es un niño, fruto bendito del vientre de su madre, que lo nutre de vida, cuidados, amor, enseñanzas y buenas costumbres; y lo sigue cuidando por el otro período más largo que dura toda la vida. Para los padres jamás los hijos crecen; si son chicos, los problemas a solucionar son chicos; y si son grandes, ellos están presentes, aunque más no sea el de “malcriar”, o mejor dicho “ayudar a criar” a sus nietos. Esas sagradas joyitas que nos llenan de alegría y son la razón de vivir, para que tengan sus regalos, sean felices y pasen un día espectacular no nos importa empeñarnos. Dicen que Dios a todos los niños los dotó de los siguientes ingredientes antes de venir a este mundo para nutrirnos de Amor, Ternura, Bondad, Nobleza, Alegría, Obediencia, Ocurrencia, Inteligencia, Agradecimiento, Orgullo, Inocencia, Fortaleza, Inquietud, Felicidad y un papá, una gran madre, una família y, por si son pocos, cuatro abuelos para que gocen y pasen bien su último período de vida. ¡Ah! No se olviden de ser felices y hacer pasar a sus hijos un ¡Feliz día del Niño! Sin olvidar que millones de niños mueren de hambre por los bombardeos del maldito flagelo de las guerras o el mal accionar de gobernantes; pidamos a Dios su piadosa intervención y que ordene las mentes desquiciadas.
Francisco Amable Díaz
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