Por momentos, los estadios de fútbol de civilizados centros lúdicos, devienen virtuales circos romanos. El enojo, frente a un resultado adverso, muta hacia reacciones flamígeras. Donde el rival es digno de un castigo verborrágico o físico. Como resabio del partido trunco entre Independiente y la Universidad de Chile, se ha desatado -poco menos- un campeonato internacional destinado a determinar quién se rasga mejor las vestiduras. Tanto los clubes involucrados como la Conmebol y la Policía, pugnan por desligarse. La chispa fue encendida por la parcialidad visitante que arrojó diversos objetos sobre la tribuna local; incluso, restos de un baño vandalizado. La réplica no se hizo esperar ante la mirada cómplice de los uniformados bonaerenses que parecieron decir “pasen y devasten”. Hoy, todos se muestran cínicamente indignados. Las autoridades del fútbol sudamericano, prometiendo sanciones ejemplares (tan conocidas como vanas). La institución de Avellaneda (créase o no, según su presidente Grindetti): “Reclamaremos los tres puntos”. La entidad trasandina, a su vez, enfurecida porque algunos de sus hinchas fueron desnudados. Nada remediará lo ocurrido. Mucho menos amedrentará a los desaforados y cuasi delincuentes de siempre. Los que pagan sus abonos miran azorados y preguntan: ¿Quién velará alguna vez por nuestros derechos?
Alejandro de Muro
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