Cartas de lectores: Un cuadro confirma la historia

28 Agosto 2025

El reciente hallazgo de un cuadro de Giuseppe Ghislandi en Mar del Plata, cuyo “Retrato de Dama” había sido confiscado por los nazis en Holanda, vuelve a poner sobre la mesa una verdad incómoda y vergonzosa: la Argentina fue refugio de criminales nazis en las décadas del 40 y del 50. Y esto no es ni un mito ni una suposición. Está documentado que nuestro país entregó pasaportes, cobertura y amparo a figuras del nazismo derrotado. Adolf Eichmann vivió en Tucumán (tres años) y en San Fernando, hasta ser capturado por el Mossad en 1960. Joseph Mengele, el médico de Auschwitz, transitó por Buenos Aires y después se fugó a Paraguay. Erich Priebke (el de las fosas Ardeatinas) residió tranquilamente en Bariloche hasta que el periodismo lo expuso en los 90 y fue encarcelado. Además, junto a ellos, muchos oficiales y colaboradores encontraron aquí un hogar seguro. El cuadro de Ghislandi (1655-1743) es muy ilustrativo. Además, muestra otra faceta de lo sucedido, ya que no solo se cobijó a los hombres, sino también a su botín cultural: los bienes robados a coleccionistas europeos y a familias judías. Esta obra apareció fotografiada en la pared de una casa de Mar del Plata, colgada sobre un sofá, cuando la propietaria puso la vivienda en venta. La pintura, que los especialistas creen que es original, figura en una base de datos de obras de arte perdidas en tiempos de guerra. Lo curioso es que la propietaria es descendiente directa de ese criminal nazi refugiado en Argentina y fallecido en 1978: Friedrich Kadgien, un burócrata nazi colaborador de Hermann Göring, que tras la guerra escapó de Europa y se radicó en nuestro país. Seguramente, el autor de la pintura jamás imaginó que esta cruzaría el océano y terminaría colgada a la sombra de una historia marcada por el horror. La pieza de Ghislandi es hoy algo más que un cuadro: es un testigo silencioso de aquella trama oscura de complicidades y de ocultamientos, una pieza artística que conecta a la Argentina con el despojo sufrido por miles de familias judías y europeas durante la Segunda Guerra Mundial. La casualidad de este hallazgo nos recuerda que “el pasado nunca se va del todo” y que hoy, a más de ocho décadas del Holocausto, la memoria nos interpela desde la pared de una casa de Mar del Plata. No fueron decisiones individuales, ya que hubo un Estado que abrió puertas, otorgó documentos y legitimó presencias que nunca debió haber aceptado. Protegió a los verdugos en lugar de solidarizarse con las víctimas, y así quedó señalado por la historia. Porque el arte robado terminó en este vergonzoso circuito de exilio y encubrimiento.

Juan Marcotullio

marcotulliojuan@gmail.com

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