El brutal ataque a la caravana presidencial, en la localidad bonaerense de Lomas de Zamora, parece anticipar el posible resultado de las próximas elecciones. Evidentemente, no alcanzaron más de 40 años de vida democrática para entender, y aceptar, las reglas del juego que determinan ganadores y perdedores en una contienda cívica. Y esa falta de entendimiento genera lo que ocurrió: la violencia física reemplazando al debate de ideas. Este vergonzoso episodio quizás se explique desde la crucial importancia que significaría, para el peronismo, perder las elecciones en la provincia de Buenos Aires. Sería casi un golpe mortal, a décadas de hegemonía en el territorio más importante del país. Y ese resultado se comprende perfectamente cuando vemos cómo llega el justicialismo a estas elecciones: con un partido dividido en varias facciones, con sus dirigentes condenados y encarcelados y sin renovación generacional, sin ninguna propuesta para ofrecerle a la sociedad y, fundamentalmente, con un pasado reciente como causa determinante de lo antedicho. Y como lo que sucede en Buenos Aires se irradia al resto del país, esta violencia y nerviosismo intolerante también se replica en otras provincias, incluido Tucumán: acaban de detener a una vecina de Graneros por gritar la consigna liberal del presidente Milei, en un acto político del gobernador Jaldo. ¡Justamente , en la cuna de la Independencia nacional, no está permitido expresarse políticamente y en libertad… sin sufrir las consecuencias! Entonces preguntamos públicamente, en la mismísima tierra del redactor de nuestra Constitución Nacional, y desde el simple lugar de un ciudadano de a pie: ¿desde cuándo hay que pedir permiso para expresar nuestras ideas y pensamientos políticos? ¿Quién tiene la autoridad suficiente, ocupe el cargo que ocupe, para impedirlo cuando se lo hace sin insultar ni difamar? ¿Acaso piensan nuestros gobernantes que la cosa pública y los cargos pertenecen a su patrimonio privado, sin que puedan recibir la más mínima crítica por sus gestiones? ¿Piensan en serio que están por encima de todo y de todos, y que realmente son personajes imprescindibles para el devenir de la historia? Deberíamos recordarles entonces, para concluir, que el gobernador más poderoso que conoció esta provincia hoy en día está purgando condena, como cualquier hijo de vecino, por delitos contemplados en nuestro Código Penal. Y no se equivoquen pensando que el poder político es eterno… ¡Porque este se acaba instantáneamente cuando el pueblo cambia su voto!
Ricardo Rearte
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